Por Mario
Villegas, 19/05/2017
Columna de Puño
y Letra
No dudo que, al
igual que dice hacerlo el presidente Nicolás Maduro, las cuatro rectoras del
Consejo Nacional Electoral duerman como unas bebecitas. A pierna suelta.
Tranquilas. Imperturbables.
Pero lo cierto
es que son ellas, intuito persona, las primerísimas y más grandes responsables
de la grave tragedia que estamos viviendo en las calles venezolanas.
Son Tibisay Lucena,
Sandra Oblitas, Tania D’Amelio y Socorro Hernández quienes, teniendo la
responsabilidad constitucional de convocar, organizar y ejecutar los procesos
electorales en el país, han incumplido sus obligaciones y bloqueado la salida a
la crisis por la que atraviesa la república en esta sangrienta, dolorosa y
fatídica hora nacional. Excluyo expresamente al rector Luis Emilio Rondón
porque existe suficiente testimonio documental para asegurar que ha exigido y
aportado su concurso para que el organismo honre sus deberes constitucionales y
legales, pero ha sido triturado por la aplanadora roja rojita en las decisiones
del cuerpo rectoral.
Así ocurrió el
año pasado con la solicitud de referendo revocatorio presentada por la
oposición con muchísimas más firmas de las necesarias (por cierto, la mía está
entre las cientos de miles que el CNE desapareció por arte de magia) y también
ocurrió con la negativa del cuarteto pesuvista a convocar oportunamente las
elecciones regionales previstas constitucionalmente para diciembre de 2016.
Me dirán algunos
que es Maduro quien dicta la pauta de lo que las cuatro rectoras hacen y dejan
de hacer. Y no les faltará razón, pues en estos tiempos de revolución bonita un
telefonazo de Miraflores le afloja los esfínteres a cualquier funcionario y,
por muy cabeza de poder público que se ufane de ser, lo pone a bailar al son
que Maduro le toque.
Pero, no. Maduro
puede decir misa, proponer, sugerir y hasta ordenar lo que le venga en gana,
pero la responsabilidad constitucional y legal está en cabeza de los rectores
que integran el CNE, por lo cual no están forzados a acatar tales directrices. Ninguna
llamada de Miraflores, ni de ninguna otra poderosa latitud nacional ni planetaria,
releva a ningún funcionario público de las personalísimas responsabilidades y
obligaciones que les atribuyen la constitución y las leyes de la república y que,
uno a uno, han jurado cumplir y hacer cumplir.
Así como la
constitución no releva de responsabilidad en la comisión de hechos irregulares a
ningún militar que se escude en el pretexto de la obediencia debida, con tanta
más razón en el mundo civil los funcionarios tienen el deber de cumplir sus obligaciones
y, según lo pauta expresamente la carta magna, no se pueden escudar para no
hacerlo en órdenes superiores o en ningún otro artilugio, menos aún en el caso
de funcionarios que ostentan la conducción colegiada y autónoma de uno de los
cinco poderes públicos.
Ya basta de
evasiones y de complicidades. ¿Tiene que tronar más fuerte el río de sangre que
corre por las calles de Venezuela para que las señoras del CNE despierten a la
realidad y convoquen a las elecciones regionales y municipales pendientes, con
sus correspondientes cronogramas electorales?
Que Maduro haya
convocado una fraudulenta constituyente no es excusa, como tampoco lo es que
algunas voces ultrarradicales consideren insuficiente las regionales y
municipales. Pero no vacilo en sostener que jamás será preferible seguir contando
muertos que pasar a contar votos. Dicho de otra manera: el pueblo prefiere
poner los votos que poner siempre los muertos.
Si el CNE procediera
a convocar con todas sus formalidades los procesos electorales pendientes,
obviamente que en el país se desencadenarían nuevas realidades políticas que
harían viable y más cercana la recuperación de la paz entre los venezolanos.
Podrían,
entonces, abrirse espacios a una conveniente y necesaria negociación política seria,
productiva y verificable que, con el auxilio de una mediación verdaderamente
imparcial y confiable, permita iniciar la restauración del orden
constitucional, garantizar el respeto a la Asamblea Nacional, propiciar la
cooperación institucional en la urgente solución a la crisis humanitaria en
alimentación y salud, así como poner en la calle a todos y cada uno de los
presos políticos.
Al concentrar
mis cuestionamientos en las rectoras del CNE no faltará quien me acuse de
violencia de género. Que yo sepa, la constitución no distingue al obligar a los
funcionarios y funcionarias a cumplir la ley. Pero, por el contrario, son las
rectoras del CNE quienes han incurrido en violencia institucional al cerrar las
vías electorales. Esa sí es violencia de género. Sí, contra todo el género
humano que habita en Venezuela.
@mario_villegas
mariovillegas100@gmail.com
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