Marta de la Vega 03 de octubre de 2018
El
contraste de informaciones golpea por desgarrador y trágico, a la vez que
promesa de cambio y futuro en Venezuela. Los últimos días de septiembre han
puesto el país en el primer plano internacional. Han sido tomadas 3 decisiones
históricas.
En
nombre y representación de los gobiernos de Argentina, Canadá, Chile, Colombia,
Perú y Paraguay, por intermedio de sus respectivos mandatarios, fue introducida
el 25 de septiembre de 2018 ante la Sra. Fatou Bensouda, Fiscal de la Corte
Penal Internacional en La Haya, la solicitud de investigación, meticulosamente
respaldada en los hechos e informes de expertos independientes, tanto
designados por la OEA como por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos,
sobre la situación de violación sistemática de derechos humanos fundamentales.
Se
busca determinar si procede la acusación a una o a varias personas por crímenes
de lesa humanidad cometidos, al menos a partir del 12 de febrero de 2014, en la
República de Venezuela. En la cadena de mando el primer responsable es Nicolás
Maduro.
De
acuerdo con los artículos 7 y 14 del Estatuto de Roma, ya había sido aceptado
un “examen preliminar” de la situación. El informe de la oficina del Alto
Comisionado de las Naciones Unidas presentado el 18 de junio de 2018, ratifica
y ahonda en las contundentes pruebas cuidadosamente sustentadas, a pesar de
señalar que el gobierno de Venezuela no permitió el acceso del Acnudh a su
territorio.
El
Consejo de Derechos Humanos de la ONU, aprobó el 27 de septiembre una
resolución con 23 votos a favor, 17 abstenciones y 7 en contra, para activar,
por primera vez contra un Estado miembro, la responsabilidad de promover y
proteger los derechos humanos, en este caso en la República Bolivariana de
Venezuela.
Esta
decisión implica 3 mandatos: exhortar al gobierno a que acepte la asistencia
humanitaria frente a la escasez de alimentos, medicamentos y suministros
médicos, el aumento de la malnutrición y el brote de enfermedades antes
erradicadas o bajo control. Instar a que coopere con la oficina del Acnudh y
los mecanismos del Consejo de Derechos Humanos y solicitar a la Alta
Comisionada un informe exhaustivo y actualizado sobre la situación de los derechos
humanos en Venezuela.
El
artífice e impulsor de este instrumento jurídico político fue el anterior
Secretario General de las Naciones Unidas, Kofi Annan, recién fallecido, quien
lo impulsó después de haber visto el horror e indefensión de civiles y millones
de muertos en Camboya, Ruanda o la antigua Yugoslavia.
No
solo el principio de la responsabilidad de proteger evidencia que la soberanía
está limitada por la responsabilidad de los Estados con sus ciudadanos y
defenderla no puede ser a cualquier precio ni para hacer lo que les venga en
gana a quienes dominan para aferrarse al poder sino que obliga al liderazgo
mundial a velar y comprometerse con la preservación de los derechos
fundamentales de todos los pueblos del mundo cuyos Estados son parte de la ONU.
Los
países del Grupo de Lima acaban de aprobar no permitir ingreso de funcionarios
ni familiares de la cúpula oficialista a sus territorios e investigar lavado de
dinero y legitimación de capitales de representantes del régimen o testaferros
que hayan sido identificados.
En el
país, la desolación no tiene límites. Siguen y aumentan los suicidios
inesperados y desesperados. Casi a diario. Y no hablamos de los muertos por
hambre o abandono, mayores y niños. Así no se puede construir futuro.
La
situación de pobreza no es solo material, que en las familias se incrementó al
87% de la población según la última encuesta de Condiciones de Vida en
Venezuela (Encovi) de 2017. La pobreza extrema alcanzó 61,2%. El número de “no
pobres” llegó al 13%.
El
círculo vicioso de la pobreza se agrava con una mentalidad inmediatista,
distorsionada por la dádiva que estimula irresponsabilidad colectiva, sumisión
y facilismo, bajo un Estado aún todopoderoso, dirigista, concentrador del
poder, clientelar y por tanto, corrupto.
Marta
de la Vega
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