Fernando Camino Peñalver 08 de octubre de 2018
La
calamidad se extiende sobre nuestra afligida población dentro y fuera de nuestra
frontera. De exportadores de riqueza ahora exportamos pobreza. Es difícil
decidir cuál de los graves problemas que nos aquejan es el que más nos golpea,
pero si hay uno que siente internamente la mayoría de nuestra población a cada
minuto y es el hambre.
Esta
carencia vital en las estadísticas de la pobreza medida por el ingreso del
núcleo familiar, se determina como pobreza extrema. La situación de pobreza
extrema se comprueba cuando la familia no tiene el ingreso suficiente para
comprar los alimentos básicos para su normal desempeño fisiológico.
A
inicios de este año sectores académicos y científicos presentaron cifras sobre
el avance de la pobreza en nuestro país, la Encuesta Nacional Condiciones de
Vida señaló un crecimiento de la pobreza extrema de 23, 6% en 2014 a 61,2% en
2017. En enero de este año la comisión de Finanzas de la AN informó que la
inflación de 2017 fue de 2.616%, considerando que la inflación acumulada de
enero a agosto de este año ha sido de 34,680; podemos asumir que la pobreza extrema,
a pesar de los aumentos salariales, lamentablemente ha crecido aumentando con
ello la hambruna que padece la mayoría de nuestra población.
La
causa de que estemos padeciendo esta crisis humanitaria radica en que una
mayoría circunstancial de votantes eligieron un régimen que no cree en la
libertad y mucho menos en la libertad económica. Error histórico que estamos
pagando todos y cada uno de los venezolanos. Poniendo en práctica su absurdo
dogma, el gobierno se empeñó en sustituir la libre empresa por las unidades de
producción “socialista”, en este plan también se afectó a las empresas básicas
generadoras de divisas. Pero la ineptitud y la corrupción acabaron también con
estas empresas, incluyendo las básicas, lo que generó la caída de la oferta
nacional de bienes y servicio y afectó el ingreso de divisas.
A
pesar de caída de la producción y de la inversión interna, la llamada
“inversión social” del régimen creó una falsa prosperidad en gran parte de la
población. Esta inversión fue mínima en relación al despilfarro y a la
corrupción con que se dilapidaron más de mil ciento cincuenta millones de
millones de dólares, provenientes de la renta petrolera y de deuda pública
adquirida por el régimen. Pero a pesar de esto, se creó una abundancia de
bienes importados y de reparto de dinero a través de las distintas misiones,
creando una falsa prosperidad sobre la ruina del sector productivo nacional.
Pero a
partir de 2014, el crecimiento del producto interno bruto de nuestro país que
era impulsado por los petrodólares y por los recursos de la deuda pública, cayó
en picada por la disminución de los precios del crudo y la ruina de Pdvsa. Esta
situación dio inicio al crecimiento de la pobreza y del desempleo, al aumento
de la escasez y a la carestía de los alimentos debido a la incapacidad del
sector interno para producir y a la falta de divisas para importar.
Ante
esta situación es necesario, en su momento, detener la hambruna que azota a
nuestra nación y debe ser tarea de todos asumir esta responsabilidad, debemos
estar preparados y convencidos de que esta situación no puede continuar. En
nuestro país existen organizaciones no gubernamentales, fundaciones y sectores
académicos que, a través de sus centros de investigación, han estudiado como
afrontar el problema del hambre y la desnutrición. También tienen mucho que
aportar la Iglesia Católica y demás organizaciones religiosas; los gremios
empresariales de los circuitos de producción agroalimentaria y los gremios
profesionales de agrotécnicos. El factor institucional de la política es
fundamental como ente aglutinador de la voluntad popular, por ello es
imprescindible la presencia de la Asamblea Nacional y de los partidos políticos
en este afán por sacar a nuestra nación de esta crisis humanitaria que
padecemos.
La
finalidad principal de esta unidad de voluntades sería en lo inmediato reforzar
la denuncia que se ha hecho ante las instituciones regionales y mundiales
defensoras de los derechos humanos, de la hambruna que azota a nuestra
población y la incapacidad que presenta en este momento el Estado Venezolano
para resolverla. No menos importante, sería también el aporte de propuestas
concretas para resolver la terrible situación que está cobrando vidas en
nuestro país y generando un éxodo de miles de compatriotas en la búsqueda de su
seguridad alimentaria.
La
propuesta de cómo vamos a recuperar la producción de alimentos existe y los
recursos también, pero hace falta de nuestra parte más unidad, más coherencia y
menos dispersión.
Fernando
Camino Peñalver
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