Trino Márquez 11 de octubre de 2018
@trinomarquezc
Fernando
Albán fue secuestrado por el Sebin a plena luz del día y en presencia de
numerosos testigos en el aeropuerto de Maiquetía, cuando regresaba de un viaje
a New York. El régimen se percibe tan firme, que ni siquiera sintió que debía
acudir al expediente de la nocturnidad, tan utilizado por las dictaduras
gorilas de Videla, Pinochet o Stroessner, cuando en medio de la noche
capturaban y desaparecían a sus víctimas sin dejar rastros evidentes. En este
caso, no tuvieron reparo en apresar delante de todo el mundo al joven concejal
y dirigente político, cuya único pecado fue reunirse con Julio Borges, a quien
la paranoia oficial atribuye la responsabilidad política fundamental de los episodios
ocurridos en la avenida Bolívar el 4 de agosto pasado.
El
asesinato de Albán se parece mucho a los crímenes cometidos por las dictaduras
fascistas y por las comunistas, que al final terminan siendo similares. En
1948, el gobierno del Frente Nacional, en Checoslovaquia, dominado por los
comunistas, defenestró a Jan Masariyk, Ministro de Relaciones Exteriores y
principal figura opositora en el gabinete presidencial. Masariyk fue hallado
muerto debajo de la ventana de su despacho en el ministerio. La versión oficial
presentó el hecho como un suicidio, a pesar de las evidencias de haber luchado
contra sus captores para impedir ser arrojado al vacío. Su muerte les allanó el
camino a los rojos para asumir el control total del Estado y la sociedad checa.
En Cuba, Oswaldo Payá, líder del Proyecto Varela e implacable rival de la
tiranía castrista, murió en un extraño y sospechoso accidente automovilístico
cuando viajaba con un grupo de compañeros por el interior de la isla. La
tiranía nunca permitió una investigación internacional independiente del
suceso. Responsabilizó al conductor, un español militante del Partido Popular,
por exceso de velocidad.
Maduro
ha destruido de forma sistemática todos los mecanismos para la construcción de
acuerdos concertados. Entiende el diálogo como rendición o sumisión total por
parte del adversario. No como el encuentro transparente entre sectores que se
oponen. Emprendió el camino de la represión y desecho el consenso y la
persuasión. El ensañamiento contra el concejal de Primero Justicia ocurría
mientras el senador norteamericano Bob Corker trataba de establecer puentes
entre Maduro y la oposición.
Si el
costo político nacional e internacional del asesinato de Fernando Albán no se
eleva hasta lo máximo posible, el terrorismo de Estado y los crímenes políticos
contra la oposición, se convertirán en una rutina. Funcionará la banalidad del
mal, como la llamó Hannah Arendt. El miedo cerval se apoderará de la gente y el
silencio y la autocensura se convertirán en la forma como los ciudadanos
mostrarán su claudicación frente al régimen.
Alcanzar
este estado de pavor es uno de los propósitos buscados por la desfachatez con
la que actuó el gobierno: a la captura ilegal de Albán, siguieron las largas
horas en la que estuvo ‘desaparecido’, sin que ni sus familiares ni los
abogados pudiesen mantener ningún tipo de contacto con él. Luego, Tarek William
Saab, fiscal general de la República investido de la autoridad legal para
exigir y dirigir una investigación independiente de los hechos, le anunció al
país que el dirigente de Primero Justicia se había suicidado lanzándose desde
la ventana de un baño de la sede del Sebin. ¿Sobre cuáles datos y pesquisas el
Fiscal emitió ese juicio? Simultáneamente, Néstor Reverol, ministro del
Interior, informó que Albán se había lanzado desde una sala de espera. ¿Cómo
pueden dos autoridades de tan alto nivel dar dos versiones tan diferentes de lo
ocurrido? La única posibilidad es que ambas son falsas y que la muerte de Albán
dejó desconcertado al gobierno, cuyos voceros tuvieron que improvisar una
respuesta inspirada en el desprecio absoluto que los jerarcas del régimen
sienten por la ciudadanía y por la verdad. A las dos explicaciones oficiales
hay que agregar la oficiosa, del conductor de La Hojilla, quien dijo en su
programa que el asesinato había sido “ordenado” por Julio Borges. Y, ¿entonces?
El gobierno había dicho inicialmente que se trataba de un suicido, ahora
aparece su vocero informal más connotado hablando de asesinato. Pareciera un
acto fallido del verdugo. Una traición del inconsciente.
La
reacción del país y la comunidad internacional frente al crimen de Fernando
Albán ha sido categórica y compacta. Todos los países y organismos democráticos
han condenado el hecho. La oposición, luego de mucho tiempo sin unirse en torno
de objetivos comunes, se acopló para denunciar la atrocidad. Al gobierno hay
que propinarle una derrota fáctica expresada en hechos concretos. Hoy es
posible lograr la renuncia o destitución de Néstor Reverol, de Gustavo González
López (director del Sebin), la detención y presentación pública de los
funcionarios que estaban a cargo de la custodia del concejal y la exclusión de
la Fiscalía -es decir, de Tarek William- de una investigación no contaminada
sobre la muerte del Albán.
Lo
sucedido es muy lamentable y doloroso, pero estamos ante la oportunidad de
detener, al menos temporalmente, la barbarie.
Trino
Márquez
@trinomarquezc
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