San Josemaría 07 de marzo de 2020
@sJosemaria
A
ti que desmoralizas, te repetiré una cosa muy consoladora: al que hace lo que
puede, Dios no le niega su gracia. Nuestro Señor es Padre, y si un hijo le dice
en la quietud de su corazón: Padre mío del Cielo, aquí estoy yo, ayúdame... Si
acude a la Madre de Dios, que es Madre nuestra, sale adelante. Pero Dios es
exigente. Pide amor de verdad; no quiere traidores. Hay que ser fieles a esa
pelea sobrenatural, que es ser feliz en la tierra a fuerza de sacrificio. (Via
Crucis, 10ª Estación, n. 3)
Acudid
semanalmente -y siempre que lo necesitéis, sin dar cabida a los escrúpulos- al
santo Sacramento de la penitencia, al sacramento del divino perdón. Revestidos
de la gracia, cruzaremos a través de los montes, y subiremos la cuesta del
cumplimiento del deber cristiano, sin detenernos. Utilizando estos recursos,
con buena voluntad, y rogando al Señor que nos otorgue una esperanza cada día
más grande, poseeremos la alegría contagiosa de los que se saben hijos de Dios:
si Dios está con nosotros, ¿quién nos podrá derrotar? Optimismo, por lo tanto.
Movidos por la fuerza de la esperanza, lucharemos para borrar la mancha viscosa
que extienden los sembradores del odio, y redescubriremos el mundo con una
perspectiva gozosa, porque ha salido hermoso y limpio de las manos de Dios, y
así de bello lo restituiremos a El, si aprendemos a arrepentirnos.
Crezcamos
en esperanza, que de este modo nos afianzaremos en la fe, verdadero fundamento
de las cosas que se esperan, y convencimiento de las que no se poseen.
Crezcamos en esta virtud, que es suplicar al Señor que acreciente su caridad en
nosotros, porque sólo se confía de veras en lo que se ama con todas las
fuerzas. Y vale la pena amar al Señor. Vosotros habéis experimentado, como yo,
que la persona enamorada se entrega segura, con una sintonía maravillosa, en la
que los corazones laten en un mismo querer. ¿Y qué será el Amor de Dios? ¿No
conocéis que por cada uno de nosotros ha muerto Cristo? Sí, por este corazón
nuestro, pobre, pequeño, se ha consumado el sacrificio redentor de Jesús.
Frecuentemente
nos habla el Señor del premio que nos ha ganado con su Muerte y su
Resurrección. Yo voy a preparar un lugar para vosotros. Y cuando habré ido, y
os haya preparado lugar, vendré otra vez y os llevaré conmigo, para que donde
yo estoy estéis también vosotros. El Cielo es la meta de nuestra senda terrena.
Jesucristo nos ha precedido y allí, en compañía de la Virgen y de San José -a
quien tanto venero-, de los Ángeles y de los Santos, aguarda nuestra llegada.
(Amigos de Dios, nn. 219-220)
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