Por Ángel R. Lombardi Boscán
Sigue el país agitado,
de protesta en protesta, luego de que el Régimen decidió a lo bravo y de manera
inconsulta abolir todas las contrataciones colectivas y derogar más de cuarenta
años de conquistas laborales en el mes de agosto pasado luego de imponer una
reconversión monetaria que la unanimidad de los economistas consideran, luego
de dos meses de su aplicación, un fracaso oceánico.
De acuerdo al
Observatorio Venezolano de Conflictividad Social (OVCS) en lo que va del año
hemos tenido 9.355 protestas, de esas 2.239 son debido a los malos servicios
públicos y han ocurrido 14 muertes por culpa de la represión. Sólo en el mes de
septiembre, luego del nefasto Paquetazo de Maduro, se produjeron 983
manifestaciones de calle, a razón de 33 por día. El Régimen bajo la hegemonía
comunicacional las ignora por completo y quiere dar la impresión de una falsa
normalidad. El último trimestre del año que ya está corriendo será aún peor.
Mí escepticismo
respecto al actual cerebro económico del Régimen es absoluto, y sobre sus
buenas intenciones: nulas. No sólo hay una explícita incapacidad sino que reina
la opacidad en todos los procesos administrativos de la Nación. El Régimen
gasta los dineros públicos como sí estos le hubiesen sido otorgados por una
herencia milenaria de legítima procedencia cuando en realidad el asalto al
poder y su mantenimiento a sangre y fuego es su último designio.
Mucho se ha dicho sobre
la persistencia de una Oclocracia en la Venezuela colonizada por los
bolivarianos más allá de toda una terminología revolucionaria de dudosa
sinceridad y que se nutre de los paradigmas de la post verdad tan en boga en
los sistemas políticos autoritarios característicos de estos primeros años del
siglo XXI.
Todo lo que el Régimen
venezolano “promete” a través de sus principales voceros es mentira. Las nuevas
medidas económicas tenían como propósito abatir la hiperinflación, –la más
grande del mundo–, sincerar el gasto público desordenado mediante una
disciplina fiscal férrea, liberar los controles del mercado financiero
alrededor del dólar y permitir que los asalariados del país tuvieran un mayor
poder adquisitivo con los nuevos anuncios de la reconversión monetaria.
La gente se emocionó
cuando pensó que el salario mínimo de 1800 bolívares soberanos equivalía a 180
millones de bolívares fuertes. Todo esto resultó una gran estafa. Otra más, de
un Régimen cuya seña de gestión es la más grande improvisación, negligencia e
irresponsabilidad.
El principio de
realidad como consecuencia de una política perversa de nivelación social hacia
un estadio de subsistencia precario nos explotó en la cara a todos los
venezolanos, muy especialmente, al numeroso sector de profesionales y empleados
públicos que no sólo empezamos a ganar el salario mínimo sino que nuestro pago
fue fraccionado arbitrariamente por semanas.
Las llamadas Tablas
Salariales que se habían elaborado en las distintas contrataciones colectivas
firmadas por los trabajadores organizados y el patrono representado por el
Régimen quedaron anuladas sin mayor explicación. La poca meritocracia
que aún teníamos en el país fue abolida y hoy tenemos un Derecho Laboral
tragicómico. Además, el trabajo como valor social, desapareció haciendo que el
reposerismo reine con la anuencia de la nomenclatura instalada en Miraflores.
Además, el Régimen engendró una nueva modalidad desde la informalidad y el
contrabando: el bachaqueo, actividad innoble aunque muy bien lucrada.
Los profesores
universitarios del país, sector dónde me ubico, hemos sido despedidos sin que
medie una carta de despido formal. En realidad es un pre-aviso que ya miles de
mis colegas han sabido interpretar buscando nuevos aires laborales en los
países vecinos que saben apreciar el talento de nuestros profesionales en las
distintas áreas del conocimiento.
Esta estampida es
promovida sin disimulos por el Régimen que procura deshacerse de un sector
educado y profesional que le es contrario por su misma condición de seres
pensantes y con auto-valía propia. En cambio, los que nos quedamos y no nos
queremos ir, tenemos que sobrellevar una humillación cotidiana como la de
cobrar 950 bolívares soberanos a la semana que apenas alcanza para comprar un
kilo de carne. Todos sabemos que con ese ingreso paupérrimo no se puede vivir
ni atender ninguna contingencia, ni las usuales y mucho menos las imprevistas.
Las protestas de los
trabajadores es real y furibunda: todos los días. Hasta se han sumado las
nóminas de Pdvsa, Corpoelec, BCV, Sidor, CNE, Metro de Caracas, TSJ y otras
empresas e instituciones cuyos trabajadores se creían inmunes al maltrato
laboral por ser todas “rojas rojitas”. El racionamiento salarial es una
política cuyo propósito último es rendir sin condiciones a toda una población
laboral convirtiéndola en menesterosos del Régimen desde “la sobrevivencia de
lo irregular” (Miguel Ángel Campos).
Sí bien se sigue
protestando en las calles y distintos ámbitos por restituir las Tablas
Salariales y por un salario justo y digno el problema no se resuelve desde lo
coyuntural sino abatiendo la hiperinflación. El problema no tiene nada que
ver con el aumento del salario y sí con el poder adquisitivo real de nuestra
moneda. Y para que esto funcione nuestra economía debería ser saneada
radicalmente. Y todos sabemos que mientras estén los bolivarianos nada de esto
será posible. Cada día que transcurre en la Venezuela decadente de los
chavistas la melancolía se extiende junto a la fatiga histórica. Maracaibo-Noviembre,
2018.
Este artículo que en su
momento se llamó: Racionamiento salarial o la desvalorizacion del trabajo mantiene
una absoluta vigencia, luego de dos años, y nos demuestra que con el chavismo
el tiempo en Venezuela se detuvo y que nuestro destino social está confiscado y
es desgraciado. Cada día que pasa, más desgraciado. “La mejor manera de dominar
y de avanzar sin límites es sembrar la desesperanza y suscitar la desconfianza
constante, aun disfrazada detrás de la defensa de algunos valores. Hoy en
muchos países se utiliza el mecanismo político de exasperar, exacerbar y
polarizar”. Esto es del Papa Francisco en su última encíclica “Fratelli tutti”
que acaba de salir al mundo y que aplica al caso venezolano.
Ya no hay que hablar de
fatiga histórica sino de tragedia histórica colectiva sin precedentes en la
historia de las naciones contemporáneas. Y el desenlace de éste drama no
termina de producirse haciendo de la incertidumbre y la desesperación la
sustancia esencial en el día a día de los venezolanos.
Es esencial recuperar
al país y volver a la normalidad, a una sencilla como amable normalidad. Es la
aspiración de la mayoría: recuperar la paz desde el reencuentro de todos los
venezolanos.
Director del Centro de
Estudios Históricos de LUZ
08-10-20
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