Por Simón García
La polarización ha
invadido la política. Bajo gobernabilidad autoritaria, la alta polarización
privilegia las posiciones extremistas y dificulta las moderadas. El espacio
político se llena con los dos polos que monopolizan el enfrentamiento por el
poder, aun en detrimento de sus efectos sociales. La mayoría, desafiliada
emocional y políticamente de esas dos minorías, tiene la cantidad; pero carece
de una política que la exprese.
La llamada
confrontación existencial no puede convertirse en convivencia competitiva sin
la presencia de políticas de centro que vayan más allá de ser un ambiguo punto
de equilibrio. No una orientación amorfa y pantanosa sino claramente definida
respecto al país que desea, a los intereses concretos que defiende y a las
soluciones que considera prioritarias. Un centro que se ocupe de la gente y que
permita incorporar nuevos actores y temáticas a un proyecto de reconstrucción
de la institucionalidad, la economía y la calidad de vida.
La oposición
tradicional, que ya tiene décadas padeciendo los rigores del régimen más que
enfrentándolo, necesita salir de su visión de túnel.
Parte importante de sus
desaciertos deriva de no haber sabido diferenciar las cúpulas del gobierno del
pueblo que las ha seguido; apreciar los roles peculiares entre los integrantes
de esas cúpulas; identificar potenciales contradicciones en su seno o entender
lo que desde Tzun Tzu para acá es lugar común: el contendor más débil no debe
caer en la violencia, porque su ejercicio ilegal y arbitrario es lo que hace
poderosa a la corte de los autócratas.
Estamos viviendo una
situación como la que describe Maquiavelo en el capítulo 44 de sus Discursos
sobre la primera década de Tito Livio: sobran razones para realizar un cambio
de estrategia, pero quienes lo defienden, no lo impulsan con determinación. En
criollo significa falta de jefes, ante lo que el florentino, como uno
cualquiera del barrio, sentencia: «Una multitud sin jefes es inútil».
También está a la vista
que el régimen ha soltado concesiones sin renunciar a su naturaleza. Los
personeros del gobierno practican, sin citarlo, que pueden «doblarse sin
quebrarse». La fórmula china subraya que una tormenta podría arrancar al junco
de raíz, pero que si este se mueve dentro de la tempestad, recuperaría su
firmeza cuando cesara.
Se ha producido una
seguidilla de evidencias de una nueva actitud oficialista en respuesta a
planteamientos opositores y de otro orden. Todas contribuyen a hacer más
transparente el proceso electoral y promueven un desempeño más equitativo a los
participantes. Pero los dirigentes opositores más emblemáticos exageran la
cautela ante unos gestos que deben ser reforzados. Una omisión que no crea
confianza en la nueva ruta.
Es cierto que en el CNE
quedan pendientes medidas que permitan recobrar mayor espacio a su
institucionalización, pero los primeros pasos son un avance importante.
La oposición puede
fortalecer esta inclinación del régimen o puede refugiarse en una sospecha que
continúe nutriendo el desinterés por defender la democracia votando.
Esta pérdida de
iniciativa, que forma parte de la crisis de ausencia opositora, aumenta la
incidencia de factores geoestratégicos y el papel de gobiernos amigos que
presionan para un entendimiento que conduzca al retorno de la democracia. Alude
también a la incertidumbre interna sobre si el rumbo es hacia la abstención o
la participación.
Necesitamos encontrar a
todas las expresiones políticas que quieren sacar a la gente de la crisis y al
país de su disolución. Para reunirlas hacen falta políticas y dirigentes de
centro. El tiempo de los extremismos pasó y no hay que reeditarlo.
Simón García es analista
político. Cofundador del MAS.
04-07-21
https://talcualdigital.com/donde-esta-el-centro-politico-por-simon-garcia/
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