Por Fernando Pereira
Ale, David, Alejandra,
Andrés, Darío, Javier, Jesús, Mariela y Stefani son nueve niños, niñas y
adolescentes con edades cortas, pero con historias largas. Huérfanos de padre o
madre por la violencia imperante en el país. Sus testimonios son nueve dramas recogidos
por la serie de investigación Infancia de luto desarrollada por Efecto Cocuyo
en alianza con Cecodap. Sus vidas reflejan que también son huérfanos de la
protección y atención del Estado.
Sus nueve historias se
siguen multiplicando y llega a 428 niños, niñas y adolescentes huérfanos
durante 2020, según los datos compartidos recientemente por Monitor de Víctimas
en su informe anual sólo en la ciudad de Caracas.
“De la cifra total, 391
quedaron huérfanos de padre, lo que representa 91% de los datos; mientras
que 37 perdieron a sus madres en homicidios durante el 2020, es
decir, 9% de los casos”, se lee en el informe que a la vez apunta un elemento
fundamental: “36,99% de los a huérfanos de padre fueron a causa de la violencia
policial, en presuntas ejecuciones extrajudiciales. Hablamos de 158 niños o
adolescentes, afectados por los ataques de la policía en los barrios de Caracas
para 2020”. Además, advierte que muchas veces los hijos e hijas de las
víctimas están presentes en los hechos violentos donde pierden a sus padres.
Esto provoca traumas indescriptibles.
¿Cómo apoyarlos en el
duelo?
Todo duelo, duele, pero
si fue generado por la violencia el dolor se ve potenciado por la rabia, culpa,
resentimiento, impotencia, deseos de venganza. Entendiendo que una de las
deudas fundamentales es la falta de atención y acompañamiento a las víctimas,
las familias han tenido que seguir adelante con sus propios recursos. Es
por ello que nos atrevemos a proponer algunas orientaciones sobre todo para los
adolescentes:
Comprender que, en los
primeros momentos, pueden evadir o negar la situación. La evasión puede ser la
forma que consiguen para no contactar el dolor. Pueden mostrarse indiferentes o
ensimismarse, evitando contactos con las personas que les puedan recordar la
separación; pueden inclusive encerrarse en su habitación, dormir más de lo
común, utilizar internet o cualquier recurso para desconectarse de la realidad.
Esa negación no la podemos calificar como desamor, indolencia, indiferencia… Muy por el contrario, es aquí cuando más necesitan que estemos cerca, haciéndoles sentir con abrazos, paciencia y otras expresiones de cariño que los queremos y que entendemos que no están preparados para hablar sobre lo que está pasando. Es importante manifestarles que cuando lo deseen estaremos dispuestos a escucharlos y a compartir con ellos su dolor. El dolor, cuando se comparte, se convierte en fortaleza.
Entender que la rabia
es parte del duelo. Nos cuesta aceptar que por causa de una pérdida nuestros
hijos se tornen agresivos u hostiles. Sin embargo, esas reacciones son la forma
de expresar su rechazo por la pérdida. Es importante hacerles saber que
entendemos que sientan rabia, porque esa emoción les sirve para expresar su
rebeldía frente al dolor de saber y sentir que no podrán recuperar a la persona
o pertenencia perdida.
Hacer ver que lo
sucedido no es por su culpa. Los adolescentes pueden sentirse culpables porque
creen que su comportamiento o conducta pudo incidir en lo ocurrido.
Aceptar su dolor. Para
superar los duelos, hay que vivirlos. Por amor, tenemos la tendencia de querer
distraer a nuestros muchachos para “evitar” o mitigar el dolor que genera la
pérdida. A veces les hacemos regalos y no les permitimos procesar su duelo,
llorar y expresar su rabia, evasión, culpa. En ocasiones, éste es un mecanismo
de autoprotección: No hablamos del tema para no contactar nuestras propias
emociones. Es válido y necesario llorar juntos, para que sientan que no están
solos, que también nosotros estamos pasando momentos difíciles y que
necesitamos sentirnos acompañados para superarlos.
Si sentimos que el
duelo nos arropa de tal forma que pasamos de la tristeza a una depresión o nos
sentimos incapaces de apoyar o acompañar a nuestros adolescentes, es
conveniente solicitar ayuda.
De igual forma si
notamos que nuestros hijos no logran superar alguno de los momentos y se
mantiene permanentemente la hostilidad, no quiere salir de su cuarto, no quiere
bañarse, no quieren hablar con nadie, no quieren salir, pierden el apetito, se
enferman, utilizan sustancias adictivas (alcohol, fármacos, drogas…), es
importante buscar apoyo con personal especializado (psicólogos, psiquiatras,
orientadores, psicoterapeutas).
02-09-21
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