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domingo, 20 de mayo de 2012

Cáncer de Hugo Chávez, una bomba de tiempo: analistas


Nota en el Informador.com.mx 18 de mayo 2012

Académicos señalan que, ante el poco flujo de información sobre la salud del presidente, es difícil prever un panorama electoral

CARACAS, VENEZUELA (12/MAR/2012).- Una bomba de tiempo. El cáncer que padece el presidente venezolano Hugo Chávez ha alcanzado esta categoría para él y para su régimen. Más cuando se presenta en un contexto electoral, ya que los comicios presidenciables, donde éste pretenderá reelegirse nuevamente, tienen su fecha fatídica el 7 de octubre.

El sociólogo Antonio Cova Maduro dijo que “estar ausente de un país, que como bomba de tiempo empeora en todos los órdenes y que al parecer nada ni nadie lo detiene en su marcha al despeñadero, es algo que inquieta y preocupa a todos los venezolanos”.

Puntualizó que Chávez intenta de manera pertinaz hacer creer que ni él ni mucho menos su cuerpo, le prestan demasiada atención a lo que parece ser la marcha inexorable del cáncer, cuyo estado de avance se empeña en ocultar.

“Ante el placer morboso que el paciente Chávez parece haber encontrado negando su enfermedad, y otras veces aceptándola, sus copartidarios permanecen confundidos e imposibilitados de armar una estrategia de campaña electoral”.

Indicó que quizá lo que más moleste al paciente, y más peligroso lo torne para sus seguidores y para el país, “es lo inoportuno de este cáncer que se empeña en resistir a todas las terapias que hasta ahora le han aplicado”.

El catedrático de la privada Universidad Católica, Andrés Bello, precisó que “cuando hablamos de cáncer tenemos que tener presente algo: cáncer que no desaparece, progresa hasta concluir la obra que vino a realizar”.

Agregó que es obvio que Chávez trabajó muy arduamente para eternizarse en el poder, “y tiene que ser harto molesto que ahora un cáncer inesperado venga a arruinar todo lo que tan esmeradamente fue montando”.

“Más aún, un cáncer es el peor boomerang para una estrategia tan cuidadosamente seguida: liquidar cualquier cosa que brillara a su alrededor y abortar todo liderazgo revolucionario que no fuera el suyo”.

El politólogo Ricardo Sucre señaló que Chávez tiene un gran dilema en estos momentos: “Concentrarse en su salud y ceder la candidatura o enfrentar las elecciones presidenciales sin hacer caso de un necesario reposo médico”.

“Todo dependerá de cómo evolucione su salud en los próximos días, por lo que habrá que hablarle claro al país. De lo contrario, nos exponemos a situaciones de conflicto impredecibles que pudieran poner en peligro, incluso, las elecciones del 7 de octubre”.

Chávez, de 57 años de edad, convalece en Cuba de una intervención quirúrgica que se le practicó el 26 de febrero pasado para removerle una nueva “lesión” en la zona pélvica, que es una recurrencia del cáncer que se le detectó en junio pasado.

El mandatario, quien se ha convertido en el único vocero de su enfermedad, negó que la nueva lesión extirpada le haya provocado metástasis.

ANÁLISIS

Venezuela: transparencia del hermetismo

MTRO. ORESTES E. DÍAZ RODRÍGUEZ  (UDG) (www.orestesenrique.wordpress.com)

A diferencia de su colega paraguayo Fernando Lugo, el presidente Hugo Chávez eligió seguir los pasos del ex mandatario cubano Fidel Castro, quien rodeó de hermetismo los pormenores de la enfermedad que terminó arrastrándolo hasta el retiro.  Ni la reticencia del padecimiento ni los beneficios de segundas opiniones, lo convencieron  de ser atendido en  instituciones como el Hospital Sirio Libanés de Sao Pablo, avalado por tratar con éxito a otros dignatarios. Según sus declaraciones, la insistencia por La Habana obedece a un asunto de seguridad. Además de un favorable nivel de pericia médica, allí  garantizan   sellar la gestión con un procedimiento contra filtraciones que no tiene nada que envidiar a un sistema de calidad de la familia ISO 9000.

La decisión de encapsular la información expone al ejecutivo venezolano a varios riesgos. Brinda la oportunidad a los adversarios de exagerar la gravedad del padecimiento, inundando de incertidumbre a la opinión pública. Genera también una demanda mayor de que el presidente despeje dudas sobre su estado de salud. Lo obliga a ejecutar actividades que exigen más energía que con la que cuenta, con efectos perniciosos.

Pese a los elevados costos se insiste en la hermeticidad. El acto indica que los móviles del silencio pesan  más que el precio que paga por ocultarlos. El efecto final que se obtiene es contrario al que se persigue. Irremediablemente se llega a lo que se quiere evitar. Cierto, por caminos torcidos. Pero se llega.

¿Por qué es prioritario para el mandatario manejar la información relativa a su padecimiento? Para convertir la incertidumbre y el misterio en arma mediática. Para evitar que sean de conocimiento público afecciones que dañarían una imagen sobrevaluada por la propaganda oficial.  Para impedir que salga a la luz un diagnóstico que revele ante propios y extraños la incapacidad para continuar llevando las riendas del poder.

Para aclarar cuál de los propósitos anteriores tendría mayor peso es de gran ayuda preguntarnos por qué su actual anfitrión ocultó celosamente pormenores de su enfermedad. La respuesta oficial es para evitar que los adversarios externos sacaran ventaja de esa circunstancia.  La realidad es más polifacética. La ocultación era imprescindible, especialmente para brindar más oportunidad al retorno, retardar el silencioso avance de los potenciales sucesores y continuar hasta donde fuese posible con el control del poder. Es un problema ante todo de aferramiento. Renunciar, traspasar las riendas,  desprenderse, son actos que al caudillo le cuesta más que a ninguno.

Tanta insistencia en controlar la información referida a su padecimiento lo que busca es no brindar a adversarios externos, pero sobre todo a  posibles sucesores internos, la información dura que deslegitimaría su permanencia en el poder.

La salud de Chávez es grave, quizás no tanto medicamente, pero sí lo es desde el punto de vista que de ningún modo justifica su permanencia activa al frente de sus altísimas responsabilidades. He ahí lo que quería ocultarse.  La dialéctica sigue pautas ancestrales que se burla una y otra vez de nuestros propósitos, tanto esfuerzo en ocultar algo sólo logra hacerlo más transparente. La misión de la retórica es enmascarar lo inocultable. ¿No es cierto señor presidente?

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