Por Pedro Corzo, 25/04/2012
La
democracia en América Latina enfrenta el riesgo de convertirse en una parodia
de sí misma por la falta de honestidad política de sus representantes más
notables, que son, al menos en teoría, los presidentes legítimamente elegidos
en comicios plurales y transparentes.
Los
líderes políticos del hemisferio actúan en el marco de lo políticamente
correcto, que en lenguaje común es hacer y decir lo que la mayoría espera y no
exponer o defender criterios que puedan provocar crispación o enajenar la
voluntad de dirigentes políticos con capacidad de iniciar un proceso de
desestabilización.
En
cierta medida en el hemisferio vivimos en política el viejo refrán de “Pan para
hoy y hambre para mañana”, y es por la falta de liderazgo de aquellos
mandatarios que se perciben y se muestran como genuinos demócratas, pero que en
realidad faltan a su obligación de ser honestos e intransigentes en la defensa
de los valores de una sociedad de derecho.
Esta
crisis de liderazgo hace que la certeza de un destino común de libertad y
democracia nunca haya sido más incierta que en el presente, una situación que
se apreció con extrema claridad en la última Cumbre de las Américas.
Temas
que no estaban en la agenda como las Malvinas, una situación lamentable pero
calentada políticamente por la presidenta argentina, Cristina Fernández, para
incentivar el nacionalismo, o la participación de Cuba, una dictadura que
durante más de cinco décadas ha violado los derechos humanos de forma sistemática
y permanente, pero que al parecer ningún presidente y en particular el
anfitrión tenían conocimiento de lo que acontece en la isla, porque solo
enfocaban la ausencia del gobierno de Raúl Castro, en el rechazo a su
participación por los gobiernos de Estados Unidos y Canadá y no porque en la
isla impera una cruel dictadura.
Están
en falta líderes del coraje y talento de Rómulo Betancourt, Luis Muñoz Marín y
José Figueres, que actuaban en base a sus convicciones y defendían sus
criterios sin importar las circunstancias.
Los
tres y unos pocos más trabajaron arduamente para que en sus países se
estableciera y fortaleciera la democracia, pero también cumplieron con el deber
de ayudar a los demócratas de otros países.
Hay
varias naciones en el hemisferio con la estabilidad política, posibilidades
económicas y liderazgo para promover sus respectivos modelos; sin embargo, esas
potencialidades no se concretan por falta de voluntad o, lo que es peor, por
temor a generar conflictos internos o internacionales que afecten su mandato.
Ejemplos de esa situación los apreciamos en Colombia, México y Chile.
Colombia,
que ha vivido la trágica experiencia de una subversión financiada y apoyada por
el régimen cubano, ha tenido la entereza moral de construir una democracia
sólida bajo el protagonismo de dos personalidades notables, que lamentablemente
no percibieron que el continente demandaba un liderazgo firme para que la
democracia se extendiera a otros países, o se fortaleciera en las naciones en
que estaba quebrantada. Álvaro Uribe disfrutó de una coyuntura ideal para
encabezar una defensa integral de la democracia en el continente, y otro tanto
ha ocurrido con su sucesor Juan Manuel Santos, pero ambos decidieron obviar la
realidad del continente para concentrarse en los problemas de su país.
Otro
tanto sucede con Felipe Calderón en México y Sebastián Piñera en Chile. Tampoco
a ellos les interesa enfrentar modelos desestabilizadores; temen que su gestión
se vea amenazada por el clientelismo que el castrismo estructuró por décadas y
que el chavismo mantiene con las riquezas del pueblo venezolano.
Paradójicamente
es el despotismo que se identifica con el denominado Socialismo del Siglo XXI
el que cuenta con individuos dispuestos a promover sus creencias y trabajan duro
y sin temor, a favor de los intereses que defienden.
Hay
que reconocer en Correa y Chávez el coraje político que les falta a los
demócratas del hemisferio, que con su silencio cómplice y una ceguera
conveniente, están ayudando a sepultar la democracia y a un retorno del
autoritarismo que porque use ropa de civil, no es menos despiadado que el de
uniforme.
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