Nacieron en el siglo XXI, están hiperconectados y tienen más amigos virtuales que reales; radiografía de los chicos de hoy, un vistazo al futuro
Por María Gabriela Ensinck, 20/01/2013
Nacieron entre
finales del siglo XX y la primera década del siglo XXI y hoy tienen, en
promedio, entre 6 y 12 años. La tecnología es, para la mayoría, parte central
de su vida y casi una extensión de su propio cuerpo. Son la generación Z o
generación Web, la primera absolutamente digital, y plantean un desafío para
sus padres (muchas veces en desventaja en cuanto al manejo de los dispositivos
tecnológicos), la escuela y el futuro mundo del trabajo.
Acontecimientos
mundiales como la caída de las Torres Gemelas, la explosión de la burbuja
puntocom y el auge de las redes sociales atraviesan a estos chicos a nivel
global. Localmente: el estallido social de 2001, la posterior recuperación
económica, el regreso de la inflación y una marcada politización de la vida
cotidiana que pronto los tendrá como protagonistas con el voto a los 16 años
definirán su idiosincrasia.
Si bien aún no hay
un acuerdo sobre el rango etario preciso, algunos especialistas, entre ellos
Alejandro Mascó, autor del libro Entre generaciones (ver aparte), coinciden en
diferenciar a los Z1 (nacidos entre 1996 y 2002, que hoy tienen entre 10 y 15
años) de los Z2, nacidos entre 2003 y 2010, que hoy tienen menos de 10.
"Los Z son en su mayoría hijos de la generación X (1964-1980), y comparten
con sus padres algunos valores y el uso de dispositivos tecnológicos",
dice Mascó. "A partir de 2010 ya se habla de una nueva generación, los
Alfa, que son los hijos de la generación Y (1981-1995)."
Chicos tecnodependientes
"Puedo hacer
la tarea con la compu y la tele prendida, pero si me ve mi mamá, me dice que
las apague", cuenta Juan Cruz, de 9 años, que vive en el barrio porteño de
Balvanera y va a la escuela Mariano Acosta. Esta extraña capacidad de hacer
varias cosas al mismo tiempo (multitasking) es algo que asombra a padres y
maestros de la generación X.
"Tengo una
netbook para el colegio, pero me gusta más usar la iPad de mi papá, cuando me
la presta", confiesa Manuela, de 7, que vive en Buenos Aires y asiste al
colegio Belgrano Day School.
Un rasgo esencial
de la generación Z es que "han crecido y jugado con las tecnologías que
sus padres utilizan para trabajar: teléfonos móviles, computadoras y tablets,
algo que no ocurría con generaciones anteriores -observa Mascó-. En este
sentido, podemos intuir que a la hora de ingresar al mundo laboral la
generación Z tendrá una ventaja de capacitación y entrenamiento que otras
generaciones no tuvieron. Sin embargo, cabe preguntarse si no se estará criando
una generación tecnodependiente, incapaz de vivir desconectada".
La velocidad del
avance tecnológico es el rasgo que más define a esta generación. Si uno se
enfocara sólo en la tecnología, podría pensar que el mundo gira cada vez más
rápido. La radio, como dispositivo rupturista, tardó 38 años en llegar a 50
millones de usuarios. A la TV le bastaron sólo 13 para alcanzar esa misma
masividad. La Web estuvo al alcance de 50 millones de usuarios en solamente
cuatro años, mientras que el iPod lo hizo en tres, y Facebook, en dos. Los
saltos innovadores son cada vez más cortos; las tecnologías son más accesibles,
lo que hace que la conexión entre las generaciones cercanas sea más sólida y
sus contrastes, más borrosos.
Por otro lado,
fenómenos como el terrorismo global o las catástrofes naturales, han creado un
mundo menos estable o más líquido, y han hecho que la adaptación al cambio se
convierta en la norma.
Si se decía que los
X y los Y fueron criados por la televisión, la generación Z está siendo criada
por Internet y el celular. Hoy el 40% de los hogares argentinos tiene una
computadora con acceso a Internet según datos de la Encuesta Nacional sobre
Acceso y Uso de Tecnologías de la Informática y la Comunicación (en la ciudad
de Buenos Aires el porcentaje llega al 75%) y más del 85 % de los hogares tiene
teléfono celular (hoy se registran en el país 58 millones de líneas de
telefonía móvil, para 40 millones de habitantes).
Entre los chicos
argentinos de 6 a 9 años, un 35% tiene teléfono móvil y el porcentaje aumenta
al 89% entre los 10 y los 18 años, según el estudio Generaciones interactivas
publicado por el Centro de Investigación para la Industria de Medios y
Entretenimiento en Latinoamérica (Cimel). En cuanto al uso que los chicos le
dan a este dispositivo multifunción, el de "hablar por teléfono"
parece ser el menos importante. Por encima de esta función se encuentran mandar
mensajes, escuchar música, sacar fotos, y reloj-despertador.
En la mayoría de
los hogares de la generación Z, ambos padres trabajan, y en muchos casos, son
hogares monoparentales donde la madre es jefa de hogar y trabaja todo el día.
Muchos de ellos han sido criados por sus abuelos, empleadas, o pasan buena
parte del tiempo extraescolar solos. La TV e Internet son una gran compañía, y
también el teléfono celular, que si bien les da "cierta independencia",
también los mantiene dependientes de sus padres hasta más allá de la
adolescencia.
Sobre todo a partir
del secundario (los Z1), los chicos llevan el teléfono móvil al colegio (80%,
según un estudio de la consultora Datos Claros). Gran parte de ellos se mantiene
comunicada con sus padres dentro del horario escolar. Por una parte, el celular
les otorga a los preadolescentes una sensación de libertad al salir de sus
casas y estar aun así conectados, mientras que muchos padres dicen sentirse más
seguros si saben que pueden comunicarse con sus hijos en cualquier momento a
través del teléfono celular, en una suerte de "extensión del cordón
umbilical", como describe el especialista en comunicación Manuel Castells.
"En mi tiempo
libre escucho música, juego online y chateo con mis amigas. Uso la compu unas
dos horas por día y miro la tele una hora", contabiliza Julieta Morante
(12), que terminó séptimo grado en el colegio Adoratrices, de Santa Fe. En 2013
tendrá celular nuevo (el que tenía hasta ahora era un equipo de su mamá) porque
va a ir y volver sola del cole.
"Para los Z,
la vida transita y se resuelve a través de diferentes pantallas", apunta
Teresa Benedetti, psicóloga especialista en coaching organizacional. El
problema aquí es que "Internet los ha vuelto rehenes de lo breve y la
instantaneidad". La capacidad de atención y el pensamiento lógico racional
dan lugar a un modo de atención discontinua y un pensamiento superficial, que
va de un tema a otro, en forma rápida y superficial, como se hace zapping o se
navega de un link a otro.
Es lo que Nicholas
Carr, autor de Superficiales, qué está haciendo Internet con nuestras mentes,
llama "la muerte del pensamiento lineal, que está siendo desplazado por
otra clase de configuración mental que necesita y desea recibir y diseminar
información en estallidos cortos, descoordinados y veloces". Carr cita un
estudio de la Universidad de Florida State sobre los efectos de Internet en la
generación Web, cuyos integrantes "ya no leen necesariamente una página de
arriba hacia abajo ni de izquierda a derecha, sino que escanean y saltan las
páginas, buscando palabras clave".
La televisión sigue
ocupando un lugar central en la vida de estos chicos que cuentan, a diferencia
de las generaciones anteriores, con múltiples opciones dirigidas a ellos. De
Disney Channel a Paka Paka y de Discovery Kids a Nickelodeon, la oferta es
extensa en horarios y contenidos. La mayoría dice que sus padres fijan horarios
para mirar la tele, aunque muchos confiesan que en su casa el aparato está
encendido todo el día.
Según el estudio de
Cimel, los chicos argentinos miran un promedio de seis horas diarias de TV, y
entre los mayores de 12 el tiempo frente a otras pantallas, lo como la de la
computadora y el celular, es superior. El fenómeno de mirar la tele con otras
pantallas encendidas se está extendiendo entre los más chicos, y un 60% dice
hacerlo mientras chatea y juega.
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