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martes, 22 de enero de 2013

TeleSUR vs Parabólicas


Por Yoani Sanchez, 21/01/2013

Una antena de “bigotes” sobresale por la ventana, pero es apenas una mascarada, una simulación. La señal televisiva viene en realidad por un cable que atraviesa varias azoteas y una calle. El tendido ilegal trae a varias familias una selección de animados, telenovelas y musicales por unos diez pesos convertibles al mes. Sólo el dueño de la parabólica puede decidir qué se puede ver en cada momento. Con el control remoto en sus manos, tiene la potestad para cambiar el canal y decidir a qué tendrán acceso todos los clientes de su red. Elude temas políticos para no meterse en problema, y privilegia los reality shows. El resultado final es una televisión para enajenarse, para escapar de la cotidianidad, un compendio de poco valor cultural pero mucha diversión.
Como contrincante de esa “cartelera por cuentapropia”, se erige a partir de este domingo TeleSUR, el canal venezolano emitido a través de satélite. Durante años los cubanos sólo tuvimos acceso a tres horas diferidas de la programación de esta multiestatal. Ahora dispondremos de 13 horas y 30 minutos de sus transmisiones en directo, con contenidos que van desde lo informativo a lo educativo; de la crónica roja a la transmisión de juegos deportivos profesionales. Una novedad, sin dudas, que no estará exenta de una alta dosis de ideología. TeleSUR se asemeja a la producción de nuestro Instituto Cubano de Radio y Televisión en que difunde el axioma: los países del ALBA están tan cercanos al paraíso como el resto del mundo al infierno.
Afortunadamente, no tenemos que elegir sólo entre estas dos opciones. La “filtrada” antena parabólica o la parcializada visión de TeleSUR no son –hoy por hoy- nuestras únicas posibilidades. Desde hace meses se ha extendido la oferta de compendios adquiridos en el mercado alternativo, que reúnen documentales y series. Una televisión a pedido, una programación al gusto de cada cual que se distribuye en soportes digitales como discos duros y memorias USB. Si la producción nacional no se diversifica y amplía perderá un parte de su audiencia ante estos nuevos competidores y terminará siendo un acumulación de programas tomados o pirateados de otras televisoras, una superposición de materiales audiovisuales sin personalidad propia ni atractivo.

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