Por Carlos Manuel Acuña, 23/01/2012
Esta mezcla de necrofilia y política tiene en nuestra región exteriorizaciones más significativas e importantes para nosotros. En Vietnam gobierna el recuerdo de un muerto pero en nuestra cercana Venezuela las cosas son más directas y diríamos que disopilantes, además de premonitoras de un drama que está en plena gestación y puede calificarse como una eventual y potencial guerra civil. Como era inevitable, Cristina ya tomó partido por el muerto, de lo que puede dar fe el reciente acuerdo comercial que, silenciosamente, firmó el ministro de Planificación Julio De Vido durante un disimulado viaje a Caracas. Mientras por un lado se clamaba por la recuperación del Comandante, por el otro se llevaron adelante importantes contratos por aquello que sintéticamente reconoce una gran verdad: “los negocios son los negocios”.
Mientras Cristina viajaba por el mundo en un avión alquilado a la empresa británica que abastece a las Islas Malvinas, por el otro se hundía en Puerto Belgrano un buque emblemático para la Argentina. Tanto, que estaba previsto, luego de su salida de servicio, convertirlo en un demorado museo que recordara los gestos épicos que supimos desplegar los argentinos en el pasado. Por cierto, esto no interesa a quienes hoy tienen la responsabilidad de gobernar y es posible que, en este caso específico, la idea fue evitar el recuerdo del costoso ataque montonero a esa misma unidad naval cuando estaba en etapa de construcción. La objetividad histórica no es el fuerte del cristinismo.
Aquí podemos hacer un alto en nuestras reflexiones y mirar hacia atrás para apreciar mejor este tema de los muertos dedicados a gobernar, pero consideramos que al pasado hay que tomarlo como fue, excepto cuando es lejano y se lo quiere utilizar para el combate partidario, ideológico y político. La historia de los pueblos siempre se nutre y cada uno se inspira en los ejemplos que le resultan más afines; digamos que es una condición de la naturaleza humana, de las pasiones y sus sentimientos. Ya más cerca de nuestro caso decadente, podemos afirmar sin exageración alguna que tenemos muy cerca, casi encima, a un muerto que aún gobierna, aunque más no sea en los discursos y más apretadamente, en un simple artículo declinable: “ÉL”.
Es innecesario nombrarlo pero lo haremos aunque sólo sea para traer a colación a Néstor Carlos, a quien le habían anticipado que si no abandonaba el trajín presidencial que ejercía con intensidad, el final iba a ser el que finalmente ocurrió: la muerte y el luto consecuente. Éste sirvió durante muchos meses y de vez en cuando vuelve a relucir en función logística, pues cuando languidecen las simpatías y los respaldos populares, resulta útil para la campaña y también para plantearnos un interrogante: ¿Cómo habrían sido las cosas de haber sobrevivido a su enfermedad cardíaca que lo condenaba? Responderemos como lo hizo un observador político destacado por su oposición a todo lo que representaba y significa el kirchnerismo. Ante la misma pregunta, visionario, respondió: “Lo vamos a extrañar…” “El Furia”, como lo llamaba Jorge Asís, adolecía de grandes pecados políticos y seguramente de los otros. Era tozudo, agresivo, no dudaba en provocar confrontaciones como sistema de gobierno (ya estaba en contacto con Ernesto Laclau, quien desde Londres recomendaba este estilo) y arriesgar la paz social con este método que llevó a la cárcel a centenares de argentinos de valía, en tanto ponderó y justificó a los ponebombas setentistas y los eligió como pivote para mantener tenso el ánimo social; pero Néstor Carlos no era tonto. Arriesgado en demasía, por cierto, y carente de límites en las cuestiones de poder, pero posiblemente la economía no se le habría escapado de las manos. Cuando cayó derrotado por la 125, aceptó de muy mala gana esa situación y se guardó cartas para la venganza, pero a la inversa de su sucesora, no quemaría las naves que necesitaría inevitablemente para navegar -valga la comparación- en el futuro incierto que se le abría hacia adelante.
En ese futuro se encuentra Cristina alentada por un “casi muerto”. Se trata de Fidel Castro, que en la fotografía que los muestra juntos en La Habana, obtenida días pasados, aparece destrozado por el tiempo y con una mirada paralizada, encandilada por el demorado final que se le aproxima. Fidel es otro de los aliados de Cristina, hasta tal punto, que incluso le recomendó un profesional médico en quien confiar. Se nos ocurre que, tomando en cuenta lo que sucede con Hugo Chávez, es un consejo que al menos despertará ciertas dudas, pues en la demora del anuncio fatal no sólo está el problemón político que el “Socialismo del Siglo XXI” (¿se acuerdan?) le deja al pueblo venezolano, sino también el prestigio de la medicina cubana, prácticamente el único rubro al que la propaganda pudo encumbrar.
La cuestión chavista da para mucho. Por ahora, los esfuerzos cada vez más desgastantes, están dedicados a evitar que los poderosos del gobierno no se vayan a las manos ahora que no está “el Comandante”. Las noticias pueden cambiar el escenario regional de un momento para otro, pero todo hace pensar que, mientras se pueda, la ficción de una legalidad ya quebrada será utilizada hasta las últimas consecuencias. Todos se hacen los distraídos y esperan, entre otros hechos posibles, un respaldo norteamericano a partir del nuevo lookprogresista de Obama al asumir en Washington para ejercer su último período presidencial. Algunos progresistas están desconcertados, pues deben modificar, rápidamente, su lenguaje y encontrar otros enemigos. La homosexualidad está exultante y de parabienes. Todos esperan y, más descansada después de sus cortas vacaciones y sus disfraces, Cristina se apresta a escuchar los planes para documentar a tres millones de extranjeros para que puedan votar en las elecciones junto con los adolescentes a quienes se convoca para esa misma finalidad. Los números no dan para estos comicios de 2013, tan importantes como para marcar el control del Congreso, lo que explica que todas las cartas del oficialismo se organicen para esta jugada que puede ser definitiva.
Los avispados del entorno lo saben y los más asustados ya piensan en hacer sus valijas.
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