Américo Martín Jan 19th, 2013
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@AmericoMartin
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I
En el séptimo círculo del infierno
dantesco están los fraudulentos, género que incluye los aduladores y amantes
del oro, los falsos magos, estafadores, hipócritas, ladrones, malos consejeros,
falsificadores e intrigantes.
Muy mala reputación tendrían cuando se
escribieron los versos de la Divina Comedia para que Dante los haya colocado en
una de las divisiones de la horrenda mansión de Satanás. No creo que esos
especímenes se hayan aclimatado por completo en Venezuela, pero en la
eventualidad de que así ocurriera, quizá la primera playa donde desembarcarían
o la primera puerta que tocarían sería la del estremecido mundo del
poschavismo, devenido residencia de desesperadas intrigas.
De cuidado estaría la temperatura interna cuando en la campaña presidencial
quisieron sobornar a Macario González y JG García Urquiola, dos verticales
dirigentes de la oposición. Creyeron halagarlos asegurándoles que por su
certificado liderazgo “valían más”. En la avidez por envenenarle
infructuosamente el alma a Macario, soltaron otras perlas reveladoras
-Aprovecha, Macario. Ganarás un buen
dinero y entrarás con nosotros en la explosiva lucha entre militaristas y
civilistas, Diosdado y Maduro. El presidente no da más -le soltaron con
inhumana frialdad- se retira después del 7-0 y la lucha es por la sucesión.
Tomemos esto con algodones, por supuesto; pero pensemos en la desesperación de
aquel hormiguero revuelto cuando el país le ponga punto final a la Divina
Comedia, y haya que tomar una decisión para cubrir la ausencia del presidente
Chávez.
II
La realidad es tan sorprendente, tan
burlona, que el fantasma del chavismo sin Chávez ha aterrizado en nuestra
tierra. No hubo un devoto del presidente enfermo que no rechazara indignado esa
eventualidad. El Olimpo del partido, con sus dioses de anime, se revolvía
colérico cuando alguien insinuara, se preguntara o simplemente esperara antes
de decir nada, que algún día el supremo demiurgo pudiera salir del escenario.
La respuesta orillera amenazaba con la destrucción a quien dentro o fuera del
gobierno no afirmara que el chavismo era Chávez.
La ecuación siempre terminaba
condenando a la MUD. Los rumores malignos provenían de sus laboratorios, donde
quiera que se encuentren. Hubo líderes del PSUV que se especializaron en
relacionar semejante especulación con el del guión del golpe y el
magnicidio. Y por más que la conducta opositora fuera translúcida y coherente
como lo ha sido y seguirá siendo, la acusación permanecía y hasta se
recrudecía.
Es más, sea por la monomanía paranoide
que atrapa el cerebro estremecido de los autócratas o protodictadores o por la
helada decisión de mantener la peligrosa división del país, suprema ratio de su
permanencia, la cúpula del poder rompe la necesaria relación entre “el signo y
el sentido” exigida como prenda de rectitud por Leopold Senghor, el gran poeta
africano de la negritud. Por no seguir ese sabio consejo, los dueños del poder
redoblan la lucha contra los conspiradores de la oposición justamente cuando
ésta ratifica, confirma y remacha su adhesión superprobada a la vía
pacífico-electoral.
III
Pero bueno, resulta que hemos entrado
en el reino del chavismo sin Chávez, vulgo: el poschavismo. Lo primero que se
ofrece a la vista es la danza macabra de los aspirantes a la sucesión y de sus
respectivos beneficiarios alrededor del cuerpo enfermo del presidente. Sus
altibajos declarativos acerca del diagnóstico, evolución o remisión del mal que
lo aqueja, ya no denotan preocupación por lo que le pueda suceder al líder,
sino angustia por la situación en que quedará cada uno de ellos. Angustia y
algo peor: uso de la decaída imagen para favorecer las oscuras negociaciones en
las que están envueltos.
Con la designación por Chávez de los
gobernadores y su intento de nombrar heredero a Nicolás Maduro, quedó claro que
la cumbre del PSUV no está en capacidad de tomar decisiones importantes en
ausencia del presidente. Arrebatar el derecho de los militantes a elegir
o ser elegidos e incluso la posibilidad supletoria de que los dirigentes
regionales buscaran un consenso, sólo demuestra el miedo de la dirección a tres
cosas: la ausencia del gran timonel, el ejercicio de la libertad de decidir,
propia de las democracias y más si se proclaman pomposamente “participativas” y
“protagónicas”, y los secretos o abiertos pasos que se proponga dar el rival. Y
cuando hablo de rival no aludo sólo al enfrentamiento entre Maduro y
Diosdado, sino a su proyección a todo el partido, desde el cogollo hasta los
pies.
El último acto de este drama ha sido
el más humillante. A falta de Chávez, Raúl. Y a aquella isla han ido a parar
todos, desfilando contritos frente a un gobierno foráneo para poner en sus
manos el destino de Venezuela. Bajo la facilitación –para no decir
jefatura- del presidente de Cuba han concebido un pacto destinado a
correr la arruga. Por el momento Maduro a la presidencia y Diosdado a retener
la caja de machetes. Ha sido la suprema humillación, la insólita muestra de su
bolivarianismo de cartón, la insigne hipocresía de sus soflamas sobre la
independencia. Se arrodillan frente a un gobierno ajeno sin perjuicio de
autoproclamarse albaceas del Libertador.
Pero creo que el esfuerzo será inútil.
En el momento de obligarse a declarar la ausencia “temporal” o peor aún:
absoluta, esta unidad de palitos mantequilleros no sobrevivirá. Y entonces
descubriremos la verdadera naturaleza del chavismo sin Chávez.
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