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domingo, 27 de enero de 2013

Las tareas imposibles de Maduro


Por Marino J. González, 26/01/2013

No es para menos. Se le nota en la cara. Desde el mismo 8 de diciembre. A Nicolás Maduro le ha caído encima un peso muy grande. Cuando habla se le nota entrecortado, como si todavía no saliera de la sorpresa. Quizás se imaginó un proceso paulatino. De la Cancillería a la Vicepresidencia ya había sido un salto complicado. Estaba empezando a asimilarlo. De hecho se ocupaba más de la Cancillería, todavía el Presidente ejercía todo el mando.

Pero aquel sábado se le hundió el piso. El Presidente lo dijo muy claro, con todas sus letras. Maduro será el sucesor. De manera que pidió el voto en las eventuales elecciones. Algo ha debido crujir en la silla de Maduro. Lo primero que debió pensar es que no tenía la exacta dimensión del reto. Después de mes y medio no da muestras de que haya comprendido el tamaño de la empresa. Seguro sus asesores todavía tratan de descifrarla.

Es muy probable que Maduro lo que tiene son impresiones, pero no exacta idea de las exigencias. La primera tarea es comprender la maquinaria política que ha construido Hugo Chávez. Después de 20 años, 14 de los cuales han sido en el ejercicio de la Presidencia, es evidente que muchas de las conexiones y vínculos en el rompecabeza del llamado “proceso” son ajenas para Maduro. No ha estado allí desde el principio. Y tampoco ha estado en todos los momentos claves. Pero mucho menos ha formado parte de la gran cadena de decisiones que han llevado a conformar la estructura política del chavismo. Eso incluye los contactos nacionales y los internacionales, pero más que eso, el acceso directo a cada uno de esos actores. Una cosa es estar en una reunión oyendo, y otra cosa muy distinta es dirigir cada una de estas instancias. Todo eso es lejano a Maduro.

La segunda gran tarea es comprender, aunque sea de manera general, la envergadura del Estado en el actual gobierno. Como en pocas veces en nuestra historia, el actual Presidente ha acumulado poder, centralizando todo lo posible, reduciendo la autonomía de entes, designando a diestra, y muchas veces a siniestra, a todos los poderes públicos. Además, el crecimiento del gobierno ha sido indetenible, en el número de empresas públicas, en el aumento de la nómina pública, en la acumulación de competencias y de pasivos. Nada más tener exacta idea de las magnitudes del gobierno requiere mucho esfuerzo.

Ya estas dos tareas lucen inmensas para Maduro. Su comportamiento de las últimas semanas indica que no encuentra como asumir la conducción política. Sus declaraciones demuestran que el manejo adecuado del Estado le queda muy lejos, y por ende, está muy distante de los problemas concretos de los venezolanos. Pero la tarea que le queda más inaccesible es la falta de tiempo. Maduro no tiene tiempo para aprender, no tiene tiempo para pensar. A Maduro se le nota paralizado ante sus imposibles tareas.

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