Autor: Thaelman Urgelles, publicado el Miércoles,
09/01/2013
El desafío que en estos tiempos tiene
la oposición democrática es descomunal. Enfrentada a una voluntad de poder que
no se detendrá ante nada con tal de asegurar su permanencia en el gobierno, observada
por los millones de ojos en extremo críticos de sus propios seguidores y
necesitada de promover una senda democrática y pacífica para el desenlace de
esta crisis terminal del sistema chavista.
El chavismo tiene conciencia de la
precariedad de sus posibilidades de emerger de la crisis con el poder en sus
manos. Sus tutores cubanos e internacionales han puesto en práctica todo un
arsenal de ardides, trampas y mentiras con el objeto de sortear las
obligaciones establecidas en los artículos 231 y 233 de la Constitución. Con
todos los resortes de poder en sus manos no les resultará difícil lograrlo de
facto, pero las costuras de la violación constitucional serán visibles para las
miradas objetivas de Venezuela el mundo. Por eso su ardua labor de zurcido y retoque
de la operación, realizada en medio de numerosas dudas propias y de una
profunda división en sus filas dirigentes.
En este retorcido escenario la
oposición tiene una clara oportunidad de encontrar finalmente la punta del
ovillo de Ariadne, para sacar a nuestro país del laberinto castro-chavista.
Pero sus posibilidades son también tan limitadas que requerirán de ella un fino
juego político, un bordado tan exacto y riesgoso que no admitirá errores ni
vacilaciones, como la cometida en la instalación de la Asamblea Nacional.
Afortunadamente, el desempeño de los parlamentarios en la sesión del martes fue
muy superior, más nivelado con lo que exigen las graves circunstancias.
Modestamente, ofrezco el enunciado que
titula esta nota como fundamento de la conducta de la MUD, sus líderes,
parlamentarios y posibles candidatos presidenciales. Firmeza en la táctica,
porque no es posible enfrentar la agresiva violación constitucional que se
propone el chavismo sin una denuncia contundente, en todas las instancias donde
ello quepa, en Venezuela y el mundo; denuncia intransigente y legal de la
abierta intromisión cubana en los asuntos internos de Venezuela; arrojar luces
sobre la grave situación económica y de las finanzas públicas nacionales; y por
supuesto, abandonar por un tiempo los mediocres llamados al diálogo
desatendidos por completos por el adversario.
Esta firmeza táctica se debería
complementar con una fría paciencia estratégica, consistente en varias
conductas y tomas de conciencia: en primer lugar, no perder de vista que, haga
lo que haga el castro-chavismo, una nueva elección presidencial es inexorable y
para ello hay que prepararse desde ya; en segundo lugar, el que tal elección no
se realice tan pronto es conveniente para el campo democrático, pues brinda un
período para recuperarse anímica y materialmente de las recientes derrotas (el
chavismo no apresura esa elección, no por ceguera de lo que le conviene sino
porque su encendido conflicto interno le impide decidirlo).
Finalmente, la MUD debe ser, como hasta
ahora, impermeable frente a los llamados impulsivos y delirantes de sectores
desesperados que conciben la lucha política como un asunto de vísceras,
hormonas y urgencias catastróficas. Pero a este respecto debe hacer algo más:
educar en esta paciencia a sus seguidores de buena, ser también pacientes con
ellos, sin desdeñarlos y ofenderlos, como suelen hacer algunos voceros.
Si combinamos acertadamente la firmeza
del discurso y la denuncia con la paciencia de quien conoce los escenarios que
vienen, existe una real oportunidad de desentrañar el laberinto
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