Sebastián de la Nuez 8 MARZO, 2013
Se
avecina el embalsamamiento de Hugo Chávez, lo cual puede interpretarse como una
forma de marketing a perennidad de una marca reconocible por
el público; pero si el acto de “preparación” del cuerpo de Hugo Chávez se
filmara y se expusiera de manera abierta no quedaría del chavismo piedra sobre
piedra
La muerte avanza con su danza de
huevos y, dondequiera hace pie, siembra un nido. Eso es lo que Tomás Eloy
Martínez puso en boca de Ara, el embalsamador de Evita Duarte de Perón en su
novela –con entresijos y fundamentos de realidad o, al menos, de verosimilitud−
más acabada y mejor escrita, Santa Evita. Cuenta Ara, o sea,
Martínez, que abrió la arteria femoral del cadáver «en la entrepierna, bajo el
arco de Falopio, y entró a la vez en el ombligo en busca de los limos
volcánicos que amenazaban el estómago. Sin esperar a que la sangre drenara por
completo, inyectó un torrente de formaldehido, mientras el bisturí se abría
paso entre los intersticios de los músculos».
El formaldehido es un compuesto
químico muy volátil, altamente inflamable. Antiguamente se utilizaba una
disolución del 35% en agua como desinfectante.
En la actualidad se usa para la conservación de muestras biológicas y cadáveres frescos,
generalmente en una dilución al 5% en agua.
Se trabaja con cadáveres frescos, ojo.
Si la plana mayor del Gobierno quiere conservar al presidente Hugo Chávez
embalsamado, debería darse prisa. Siempre será un trabajo artesanal emparentado
con la disección y la necrofilia. Alguna parte insondable de Hugo Chávez Frías
comprenderá que la eternidad está llena de maldades. Las torturas a su cuerpo
serán avaladas, inevitablemente, por sus seres más cercanos, los mismos que lloran
su pérdida durante estos días en la Academia Militar.
Los cadáveres parecen resignarse ante
cualquier crueldad, aunque Tomás Eloy Martínez coloca el cuerpo alevede
Evita Perón en trance de rebelión al ser movido tan desconsideradamente de un
lado a otro.
Nunca pueden descartarse
consecuencias. Puede que los cadáveres se queden callados al ser sometidos a la
inclemente manipulación del embalsamamiento, pero las fuerzas misteriosas en
algún punto entre el cielo y la tierra tomarán cartas en el asunto. Al menos,
eso cuentan las leyendas en diferentes épocas, en distintas mitologías. El
tiempo es aliado, quizás, de esas fuerzas. Las casualidades harto perversas del
destino, su coartada. Recientemente se profanó la tumba del Libertador, y nunca
fueron suficientemente explicados ni las razones ni los resultados de tan
inoportuno jurungamiento. Cosas hechas de manera arbitraria en el más acá de
algún modo son vengadas o resarcidas en el más allá, o desde el más allá.
Por ahora lo verificable −o sea, el
dato duro− es que van a momificar a Hugo Chávez. Sus acólitos van a practicar
una especie de taxidermia con él porque quieren convertir lo efímero en eterno.
Actuarán como los comunistas en el caso de Lenin, Mao y Stalin. Ahora sí el
régimen se va a parecer a la Unión Soviética. Ahora sí imitará al mismo Bolívar
torciendo los designios de la naturaleza para que obedezca.
¿Obedecer a qué? La noticia de la
decisión del alto gobierno venezolano y de la familia presidencial le ha dado
la vuelta al mundo y casi todos los periódicos locales titulan este viernes 8
de marzo en primera plana con la información. Pero también afuera toma
características de bombazo noticioso: «Será embalsamado» es el principal
titular de El Nuevo Herald, en Miami; «Chávez, eternamente» dice El Espectador
en Colombia.
En la tarde del jueves 7, tras el
anuncio, la página web de la BBC hizo circular una nota explicando varios
antecedentes de embalsamamiento en figuras prominentes y algo inclinadas a la
satrapía. El vicepresidente Nicolás Maduro, al informar, habló de preparación:
«Se va a preparar el cuerpo del comandante presidente, embalsamarlo para que
quede abierto eternamente… así como está [Vladimir] Lenin, como está Mao
Tse-Tung».
Los rusos parecen ser unos expertos en
el tema. Decía la nota de la BBC que, desde que fue intervenido el cuerpo de
Lenin −tras su muerte en 1924−, «han surgido multitud de historias sobre
técnicas revolucionarias, recetas secretas de preservación, baños regulares a
los cadáveres y bombas eléctricas instaladas en el cuerpo para regular la
humedad. Incluso, se cree que fueron especialistas rusos los responsables de
embalsamar al padre de Kim Jong-il, Kim Il-sung.» También dice la nota que en
1999, Ilya Zbarsky −miembro del equipo de mantenimiento del cuerpo de Lenin en
el Instituto de Investigación para Estructuras Biológicas en Moscú− declaró a
la BBC: «Dos veces por semana remojábamos la cara y las manos con una solución
especial, y una vez al año cerrábamos el recinto para sumergir al cuerpo entero
en esa solución».
A la cúpula chavista se le está
confundiendo el velorio con la perpetuidad en el poder. El misticismo anda de
moda entre el pueblo y su líder, y la cúpula piensa usufructuar de esta
situación.
El cadáver yace, cuerpo inerte sin
capacidad de protestar cuando le entren a saco, bisturí en mano, bajo luces de
quirófano y en medio de un penetrante olor a formol. Será una operación de marketing para
asegurar unas elecciones que, de todas maneras, las tiene ganadas el Gobierno.
Desde luego, el Gobierno busca más que
la inmediatez de las próximas elecciones; busca contagiarse de perpetuidad. La
misma de Lenin, Mao y Stalin en sus cunas químicas.
El marketing político
también está en boga en Venezuela, como el misticismo. A final de cuentas,
cuidado si resultan la misma cosa. El marketing sirve para
vender algo. Miles de botellas de Coca Cola, por ejemplo. Se dirige a las
grandes masas por los medios tradicionales de comunicación, echando mano de las
TIC ahora y de las plataformas 2.0 pero también corre de puerta en puerta, casa
por casa. Implica una estrategia y una táctica. Requiere unos determinados
recursos. También sabiduría, oficio, malicia y, a veces, una falta total de escrúpulos.
Igual que se vende una Coca Cola puede venderse una idea. Quizás la idea de que
el chavismo en el poder, la estructura del Estado y el andamiaje proselitista
del PSUV, constituyen el pueblo mismo. O que estas estructuras no hacen sino
interpretar al pueblo de manera fiel.
De manera más específica, el marketing político
es el reino de las verdades a medias bien administradas: siempre oculta un
dato. Puede echar mano de las herramientas propias de una campaña publicitaria
tradicional, como si estuviera vendiendo cualquier producto o servicio de
consumo masivo, pues al final del camino busca algo parecido: que el
“consumidor” realice una determinada acción, como votar por un candidato en las
elecciones, ponerse belicoso ante ciertos escenarios o reproducir en su entorno
un miedo conveniente a sus fines.
A veces, el marketing político
se propasa en sus medios en busca de esos determinados fines y se convierte en
sucio.
Sin ir más lejos, el Comando Carabobo
gerenciado por el alcalde Jorge Rodríguez puso en práctica, durante la campaña
electoral venezolana 2012, acciones de dirty marketing. El infundio
del llamado “paquetazo de Capriles” fue una manipulación de un papel que jamás
estuvo en los planes de la MUD presentarlo como programa de gobierno; la trampa
filmada que le montaron a un ingenuo dirigente de Primero Justicia, en momentos
en que aceptaba dinero en efectivo por parte de un financista; la probable
compra de un par de líderes políticos de la oposición quienes, de la noche a la
mañana, decidieron “saltar la talanquera” en medio de una gran alharaca
oficial.
Un estudio de dos académicos de la
Universidad de Guadalajara –se encuentra en internet− analiza una campaña
electoral en el estado de Jalisco en 2006, la cual fue particularmente cruenta.
Los resultados demostraron dos cosas: primero, que el candidato que inició y
sostuvo durante todo el proceso la campaña sucia resultó ganador de la
elección. Campaña fundada en ataques y descalificaciones de los adversarios.
Segundo, el caso Jalisco muestra que, contrario a lo que comúnmente se señala,
el nivel de participación de los electores puede aumentar con el mercadeo
sucio. El estudio también concluye en que este tipo de prácticas incide en el
debilitamiento de la democracia.
¿No es la momificación del cuerpo del
presidente Chávez un acto de perfecta intención electoral? No están dispuestos
a enterrarlo. Inhumarlo reviste una connotación de finitud. Quieren un tótem en
medio del Museo Histórico Militar. Será objeto de culto pero también atracción
turística. Será un fantasma inflado, muy vulnerable al fuego, pero sobre todo
una amenaza simbólica permanente para quienes han adversado y adversan este
régimen. La oposición no ha aparecido en los escenarios del funeral. No la
nombran. No existe ante decenas de jefes de Estado que han llegado para
rendirle un último tributo al difunto. El lenguaje de ciertos voceros oficiales
sigue siendo de violencia en medio del luto, verbigracia las desafortunadas
declaraciones del ministro de la Defensa. Si se suman estos elementos a la
decisión de momificar a Chávez, simbología y actitud, imagen y amenaza, resulta
un candado.
¿Hay necrofilia en todo esto? No en el
estricto sentido de la definición de necrofilia, que remite a estímulo sexual
ante cadáveres. Pero en su acepción más general necrofilia es “atracción por la
muerte o por alguno de sus aspectos”.
Por cierto que Gabriel García Márquez
escribió una vez una crónica sobre las dos veces que visitó la momia de Lenin
en la Plaza Roja de Moscú. La primera vez estaban juntos Lenin y Stalin y pudo
comparar lo que le hace el tiempo a las momias. Lenin había muerto 33 años
antes, y Stalin, apenas cuatro. La diferencia se notaba:
Stalin parecía irradiar un aura de
vida, y su bigote histórico de tigre montuno apenas sí ocultaba una sonrisa
indescifrable. Lo que más me llamó la atención −como ya lo dije en los
reportajes que publiqué en aquella ocasión− fueron sus manos delgadas y
sensibles, que parecían de mujer. De ningún modo se parecía al personaje sin
corazón que Nikita Jruschov había denunciado con una diatriba implacable en el
vigésimo congreso de su partido. Poco después, el cuerpo sería sacado de su
templo glorioso y mandado a dormir un sueño sin testigos, y tal vez más justo,
entre los muertos numerosos de los patios del Kremlin (…). El cuerpo de Lenin
era menos impresionante, porque estaba menos conservado. En efecto, 33 años son
muchos, aun para los muertos, y también en ellos se notan, a través del tiempo,
los artificios del embalsamamiento.
En fin, eso puede leerse completo en
internet. Lo cierto es que al final de Santa Evita o del artículo
del Gabo hay un féretro que viaja en barco guardando puras piedras en lugar de
cuerpo pues éste desaparece, harto de la segunda agonía que significa el lleva
y trae por diferentes ciudades europeas; y un niño apolillado en Chile, una
momia-niño cuyos hermanitos crecieron, se casaron, tuvieron sus propios hijos y
lo abandonaron a su suerte.
Nicolás Maduro ha hablado propiamente
de preparación. Esto es marchar contra el precepto cristiano de
dejar que los muertos descansen en paz. En la práctica, es intervenir el
cadáver de su mentor de una manera atroz, tal como narra Martínez-Ara sobre
Evita. El chavismo institucionalizado necesita esa pieza de mercadeo.
El resultado semejará esas reproducciones acrílicas o de goma inflable de
cualquier producto de venta masiva. Se ven mucho en Estados Unidos. Se usan
como recordatorio de marca, grandes iconos visuales. En Caracas, la Pepsi
dispuso hace años una enorme imitación de su chapa de botella clásica en un
edificio de la Plaza Venezuela.
Si el acto de “preparación” de Hugo
Chávez para eternizarlo físicamente se filmara y se expusiera en público no
quedaría del chavismo piedra sobre piedra.
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