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domingo, 10 de marzo de 2013

Santo, santo comandante


Sebastián de la Nuez 8 MARZO, 2013

Se avecina el embalsamamiento de Hugo Chávez, lo cual puede interpretarse como una forma de marketing a perennidad de una marca reconocible por el público; pero si el acto de “preparación” del cuerpo de Hugo Chávez se filmara y se expusiera de manera abierta no quedaría del chavismo piedra sobre piedra

La muerte avanza con su danza de huevos y, dondequiera hace pie, siembra un nido. Eso es lo que Tomás Eloy Martínez puso en boca de Ara, el embalsamador de Evita Duarte de Perón en su novela –con entresijos y fundamentos de realidad o, al menos, de verosimilitud− más acabada y mejor escrita, Santa Evita. Cuenta Ara, o sea, Martínez, que abrió la arteria femoral del cadáver «en la entrepierna, bajo el arco de Falopio, y entró a la vez en el ombligo en busca de los limos volcánicos que amenazaban el estómago. Sin esperar a que la sangre drenara por completo, inyectó un torrente de formaldehido, mientras el bisturí se abría paso entre los intersticios de los músculos».

El formaldehido es un compuesto químico muy volátil, altamente inflamable. Antiguamente se utilizaba una disolución del 35% en agua como desinfectante. En la actualidad se usa para la conservación de muestras biológicas y cadáveres frescos, generalmente en una dilución al 5% en agua.

Se trabaja con cadáveres frescos, ojo. Si la plana mayor del Gobierno quiere conservar al presidente Hugo Chávez embalsamado, debería darse prisa. Siempre será un trabajo artesanal emparentado con la disección y la necrofilia. Alguna parte insondable de Hugo Chávez Frías comprenderá que la eternidad está llena de maldades. Las torturas a su cuerpo serán avaladas, inevitablemente, por sus seres más cercanos, los mismos que lloran su pérdida durante estos días en la Academia Militar.

Los cadáveres parecen resignarse ante cualquier crueldad, aunque Tomás Eloy Martínez coloca el cuerpo alevede Evita Perón en trance de rebelión al ser movido tan desconsideradamente de un lado a otro.

Nunca pueden descartarse consecuencias. Puede que los cadáveres se queden callados al ser sometidos a la inclemente manipulación del embalsamamiento, pero las fuerzas misteriosas en algún punto entre el cielo y la tierra tomarán cartas en el asunto. Al menos, eso cuentan las leyendas en diferentes épocas, en distintas mitologías. El tiempo es aliado, quizás, de esas fuerzas. Las casualidades harto perversas del destino, su coartada. Recientemente se profanó la tumba del Libertador, y nunca fueron suficientemente explicados ni las razones ni los resultados de tan inoportuno jurungamiento. Cosas hechas de manera arbitraria en el más acá de algún modo son vengadas o resarcidas en el más allá, o desde el más allá.

Por ahora lo verificable −o sea, el dato duro− es que van a momificar a Hugo Chávez. Sus acólitos van a practicar una especie de taxidermia con él porque quieren convertir lo efímero en eterno. Actuarán como los comunistas en el caso de Lenin, Mao y Stalin. Ahora sí el régimen se va a parecer a la Unión Soviética. Ahora sí imitará al mismo Bolívar torciendo los designios de la naturaleza para que obedezca.
  
¿Obedecer a qué? La noticia de la decisión del alto gobierno venezolano y de la familia presidencial le ha dado la vuelta al mundo y casi todos los periódicos locales titulan este viernes 8 de marzo en primera plana con la información. Pero también afuera toma características de bombazo noticioso: «Será embalsamado» es el principal titular de El Nuevo Herald, en Miami; «Chávez, eternamente» dice El Espectador en Colombia.

En la tarde del jueves 7, tras el anuncio, la página web de la BBC hizo circular una nota explicando varios antecedentes de embalsamamiento en figuras prominentes y algo inclinadas a la satrapía. El vicepresidente Nicolás Maduro, al informar, habló de preparación: «Se va a preparar el cuerpo del comandante presidente, embalsamarlo para que quede abierto eternamente… así como está [Vladimir] Lenin, como está Mao Tse-Tung».

Los rusos parecen ser unos expertos en el tema. Decía la nota de la BBC que, desde que fue intervenido el cuerpo de Lenin −tras su muerte en 1924−, «han surgido multitud de historias sobre técnicas revolucionarias, recetas secretas de preservación, baños regulares a los cadáveres y bombas eléctricas instaladas en el cuerpo para regular la humedad. Incluso, se cree que fueron especialistas rusos los responsables de embalsamar al padre de Kim Jong-il, Kim Il-sung.» También dice la nota que en 1999, Ilya Zbarsky −miembro del equipo de mantenimiento del cuerpo de Lenin en el Instituto de Investigación para Estructuras Biológicas en Moscú− declaró a la BBC: «Dos veces por semana remojábamos la cara y las manos con una solución especial, y una vez al año cerrábamos el recinto para sumergir al cuerpo entero en esa solución».
  
A la cúpula chavista se le está confundiendo el velorio con la perpetuidad en el poder. El misticismo anda de moda entre el pueblo y su líder, y la cúpula piensa usufructuar de esta situación.

El cadáver yace, cuerpo inerte sin capacidad de protestar cuando le entren a saco, bisturí en mano, bajo luces de quirófano y en medio de un penetrante olor a formol. Será una operación de marketing para asegurar unas elecciones que, de todas maneras, las tiene ganadas el Gobierno.

Desde luego, el Gobierno busca más que la inmediatez de las próximas elecciones; busca contagiarse de perpetuidad. La misma de Lenin, Mao y Stalin en sus cunas químicas. 

El marketing político también está en boga en Venezuela, como el misticismo. A final de cuentas, cuidado si resultan la misma cosa. El marketing sirve para vender algo. Miles de botellas de Coca Cola, por ejemplo. Se dirige a las grandes masas por los medios tradicionales de comunicación, echando mano de las TIC ahora y de las plataformas 2.0 pero también corre de puerta en puerta, casa por casa. Implica una estrategia y una táctica. Requiere unos determinados recursos. También sabiduría, oficio, malicia y, a veces, una falta total de escrúpulos. Igual que se vende una Coca Cola puede venderse una idea. Quizás la idea de que el chavismo en el poder, la estructura del Estado y el andamiaje proselitista del PSUV, constituyen el pueblo mismo. O que estas estructuras no hacen sino interpretar al pueblo de manera fiel.

De manera más específica, el marketing político es el reino de las verdades a medias bien administradas: siempre oculta un dato. Puede echar mano de las herramientas propias de una campaña publicitaria tradicional, como si estuviera vendiendo cualquier producto o servicio de consumo masivo, pues al final del camino busca algo parecido: que el “consumidor” realice una determinada acción, como votar por un candidato en las elecciones, ponerse belicoso ante ciertos escenarios o reproducir en su entorno un miedo conveniente a sus fines.

A veces, el marketing político se propasa en sus medios en busca de esos determinados fines y se convierte en sucio.

Sin ir más lejos, el Comando Carabobo gerenciado por el alcalde Jorge Rodríguez puso en práctica, durante la campaña electoral venezolana 2012, acciones de dirty marketing. El infundio del llamado “paquetazo de Capriles” fue una manipulación de un papel que jamás estuvo en los planes de la MUD presentarlo como programa de gobierno; la trampa filmada que le montaron a un ingenuo dirigente de Primero Justicia, en momentos en que aceptaba dinero en efectivo por parte de un financista; la probable compra de un par de líderes políticos de la oposición quienes, de la noche a la mañana, decidieron “saltar la talanquera” en medio de una gran alharaca oficial.

Un estudio de dos académicos de la Universidad de Guadalajara –se encuentra en internet− analiza una campaña electoral en el estado de Jalisco en 2006, la cual fue particularmente cruenta. Los resultados demostraron dos cosas: primero, que el candidato que inició y sostuvo durante todo el proceso la campaña sucia resultó ganador de la elección. Campaña fundada en ataques y descalificaciones de los adversarios. Segundo, el caso Jalisco muestra que, contrario a lo que comúnmente se señala, el nivel de participación de los electores puede aumentar con el mercadeo sucio. El estudio también concluye en que este tipo de prácticas incide en el debilitamiento de la democracia.

¿No es la momificación del cuerpo del presidente Chávez un acto de perfecta intención electoral? No están dispuestos a enterrarlo. Inhumarlo reviste una connotación de finitud. Quieren un tótem en medio del Museo Histórico Militar. Será objeto de culto pero también atracción turística. Será un fantasma inflado, muy vulnerable al fuego, pero sobre todo una amenaza simbólica permanente para quienes han adversado y adversan este régimen. La oposición no ha aparecido en los escenarios del funeral. No la nombran. No existe ante decenas de jefes de Estado que han llegado para rendirle un último tributo al difunto. El lenguaje de ciertos voceros oficiales sigue siendo de violencia en medio del luto, verbigracia las desafortunadas declaraciones del ministro de la Defensa. Si se suman estos elementos a la decisión de momificar a Chávez, simbología y actitud, imagen y amenaza, resulta un candado.

¿Hay necrofilia en todo esto? No en el estricto sentido de la definición de necrofilia, que remite a estímulo sexual ante cadáveres. Pero en su acepción más general necrofilia es “atracción por la muerte o por alguno de sus aspectos”.

Por cierto que Gabriel García Márquez escribió una vez una crónica sobre las dos veces que visitó la momia de Lenin en la Plaza Roja de Moscú. La primera vez estaban juntos Lenin y Stalin y pudo comparar lo que le hace el tiempo a las momias. Lenin había muerto 33 años antes, y Stalin, apenas cuatro. La diferencia se notaba:

Stalin parecía irradiar un aura de vida, y su bigote histórico de tigre montuno apenas sí ocultaba una sonrisa indescifrable. Lo que más me llamó la atención −como ya lo dije en los reportajes que publiqué en aquella ocasión− fueron sus manos delgadas y sensibles, que parecían de mujer. De ningún modo se parecía al personaje sin corazón que Nikita Jruschov había denunciado con una diatriba implacable en el vigésimo congreso de su partido. Poco después, el cuerpo sería sacado de su templo glorioso y mandado a dormir un sueño sin testigos, y tal vez más justo, entre los muertos numerosos de los patios del Kremlin (…). El cuerpo de Lenin era menos impresionante, porque estaba menos conservado. En efecto, 33 años son muchos, aun para los muertos, y también en ellos se notan, a través del tiempo, los artificios del embalsamamiento.

En fin, eso puede leerse completo en internet. Lo cierto es que al final de Santa Evita o del artículo del Gabo hay un féretro que viaja en barco guardando puras piedras en lugar de cuerpo pues éste desaparece, harto de la segunda agonía que significa el lleva y trae por diferentes ciudades europeas; y un niño apolillado en Chile, una momia-niño cuyos hermanitos crecieron, se casaron, tuvieron sus propios hijos y lo abandonaron a su suerte.

Nicolás Maduro ha hablado propiamente de preparación. Esto es marchar contra el precepto cristiano de dejar que los muertos descansen en paz. En la práctica, es intervenir el cadáver de su mentor de una manera atroz, tal como narra Martínez-Ara sobre Evita. El chavismo institucionalizado necesita esa pieza de mercadeo. El resultado semejará esas reproducciones acrílicas o de goma inflable de cualquier producto de venta masiva. Se ven mucho en Estados Unidos. Se usan como recordatorio de marca, grandes iconos visuales. En Caracas, la Pepsi dispuso hace años una enorme imitación de su chapa de botella clásica en un edificio de la Plaza Venezuela.

Si el acto de “preparación” de Hugo Chávez para eternizarlo físicamente se filmara y se expusiera en público no quedaría del chavismo piedra sobre piedra.

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