Columna de Puño Y Letra
La iniciativa anunciada por el presidente Nicolás Maduro de solicitar poderes extraordinarios para atacar la corrupción, convoca cuando menos a dos reflexiones fundamentales.
La primera está referida a la voracidad que exhiben algunos mandatarios por acumular y ejercer aún más poderes de los que ya bastantes tienen atribuidos por vía constitucional y legal. Ese afán de succionar las facultades legislativas de la Asamblea Nacional para fabricar leyes en Miraflores a la medida de su inquilino de turno, revela una propensión a la omnipotencia, al exclusionismo y a la indisposición ante el necesario control y equilibrio entre los poderes del estado.
La segunda reflexión tiene que ver con el incomprensible apuro con el que se pretende declarar una emergencia nacional contra la corrupción y aprobarle a la brevedad poderes habilitantes a Maduro. Incomprensible, digo, porque si el chavismo, con Hugo Chávez al frente, se la tomó con calma en esta materia y pudo esperar catorce años, no se entiende cuál es la urgencia para atropellar los procedimientos legislativos y excluir a la representación popular plural del proceso de formación de unas leyes que se supone deberían tener el más amplio consenso, en el entendido de que la corrupción es un mal que está presente en todas las esferas de la sociedad.
Por lo demás, vale también preguntarse si el combate efectivo contra la corrupción tiene más que ver con la reforma o creación de nuevos instrumentos legales o con la firme voluntad política de aplicar eficazmente los que ya existen y exigirle a cada uno de los poderes públicos que cumplan con el papel que tienen asignado conforme a sus respectivas competencias.
Todo esto lo digo sin desconocer ni menospreciar en absoluto las medidas que en forma unilateral ha venido tomando Maduro contra funcionarios de su propio gobierno comprometidos en ilícitos contra el patrimonio público, las cuales precisamente confirman que cuando se quiere se puede atrapar y sancionar a los corruptos.
Claro está, en esta lucha contra la corrupción no deben rodar solamente las cabezas de unos cuantos chivitos o medianos chivos expiatorios sino llegarle y ponerle los ganchos a los chivos que más tragan y que más orinan.
Pero hay que castigar tanto a aquellos que se roban los reales para sí mismos como también a quienes incurren en un delito tan común en estos tiempos: el peculado de uso para fines políticos y electorales. Sin excluir, por supuesto, ni a los chavistas ni a los opositores que administran recursos públicos y terminan traicionando la confianza del pueblo.
BREVES
- Cuarenta años han transcurrido desde que comencé a trabajar en una redacción de periódico. Justo el 7 de agosto de 1973 recibí mi primera credencial de reportero, firmada de su puño y letra por el mismísimo Gustavo Machado, entonces director de “Tribuna Popular”, periódico del Partido Comunista que él mismo fundó y que por aquella época circulaba diariamente. Dos años más tarde, en 1975, me inscribí en la escuela de Comunicación Social de la Universidad Central de Venezuela, de la que egresé en 1981. Guardo con mucho cariño mis primeras experiencias en el oficio y, a diferencia de algunos colegas que prefieren esconder su paso por “Tribuna”, aun conservo y exhibo con mucho orgullo aquel que fue mi primer carnet de periodista.
- Y también en agosto, concretamente el sábado 10, cumplió ochenta y ocho años el muy querido colega y amigo Luis González, cronista de la ciudad de Valera. Incansable y emprendedor como él es, a esa edad nos entrega una nueva producción editorial: “Trujillo, sombra iluminada”, una hermosa obra de más de 430 páginas concebida, realizada y financiada con sus personalísimos esfuerzos.
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