Henrique Capriles 25 de agosto de 2013
Los venezolanos queremos un cambio y
vamos a conquistarlo. Ésa es una verdad incuestionable. Pero los desesperados
de Miraflores se equivocan si creen que en la lucha por lograr ese cambio van a
distraernos o a meternos gato por liebre.
Cuando Nicolás no haya qué hacer para
ocultar su incapacidad para gobernar, viene con esta jugarreta con la que
irrespeta a toda la República y, sobre todo, al pueblo. Lo que pasa es que en
el partido de gobierno han desvirtuado tanto la función de sus diputados que ya
olvidaron que en esa misma Asamblea Nacional alguna vez se discutieron leyes.
Entérate, Nicolás: ya existe una
legislación vigente con la cual juzgar y condenar a los corruptos, a los
enchufados, a los que guisan con ayuda de tus cómplices y a sus testaferros.
Porque durante quince años quienes han dilapidado el presupuesto nacional,
quienes le han dado los contratos a sus amigos, quienes han quebrado empresas,
quienes han importado comida que se pudrió (y luego intentó donarla a países en
desgracia: eso tampoco se nos olvida) y quienes llevan rato estafando a la
Nación están vestidos de rojo rojito, pero llenos de billetes verdes.
Solicitar una Ley Habilitante es un
irrespeto al pueblo y a la República. No menciono el irrespeto a los otros
poderes, porque ya ellos se han faltado el respeto a sí mismos innumerables
veces. Dinos la verdad sobre tus intenciones con la Habilitante, no nos vengas
con la idea de una Ley Habilitante, para intentar desviar la atención de lo que
verdaderamente deberías declarar: una emergencia económica que tiene a las
familias venezolanas pasando más trabajo que nunca y que te tiene a ti como el
principal responsable.
¿Será que lo que quieres es más poder
mientras nuestro pueblo padece las consecuencias de tu gobierno irresponsable?
¿Poderes especiales para qué, Nicolás?
¿Para justificar a unos diputados que no han legislado por estar montando las
ollas que les ordena el partido? Si lo que quieren en Miraflores es combatir la
corrupción, entonces que cada uno de los peces gordos asome su declaración
jurada, que se empiecen a aplicar las leyes actuales con voluntad y sin
privilegios, que se abran los expedientes y las denuncias que los jueces
mantienen engavetados. En especial los de quienes desde la Asamblea amenazan,
hostigan y gritan agreden a quienes han decidido hacerles oposición desde un
liderazgo que sí piensa en el pueblo y en todas las promesas incumplidas que
han acumulado durante quince años esos que ahora presumen de guapos y apoyados.
Pero la justicia llega. Siempre llega, aunque a veces tarda.
Todo el mundo sabe que existe un
expediente, muy bien documentado, sobre el anterior gobernador de Miranda, a
quien el pueblo botó por corrupto y que dejó todas las instalaciones y
propiedades de la Gobernación desvalijadas. Y para investigar a ese corrupto no
hacen falta poderes especiales: con las leyes vigentes basta y sobra. El pueblo
lo sabe. Así como sabe que existe la mafia del cemento y la de las cabillas. Y
que los centrales azucareros siguen siendo un misterio, así como los maletines
llenos de dólares sacados al extranjero. O las empresas falsas que han
enriquecido a un montón de gente, mientras los venezolanos tenemos limitado el
cupo de divisas.
Tampoco se ha explicado cómo ni quién
permitió que toneladas enteras de comida se pudrieran. Ni por qué siguen llenos
de damnificados sin vivienda los refugios y hay gente viviendo en carpas,
cuando el gobierno presume de estar entregando viviendas a cada rato. O cómo es
posible que tras veintiún planes de seguridad fallidos nos sigan matando a los
jóvenes en las calles y esos homicidios tengan la impunidad que nos mantiene a
todos en peligro. Ni cómo entran las armas a las cárceles o dónde está el
presupuesto de los hospitales.
¿A dónde ha ido el exceso del ingreso
petrolero, Nicolás? ¿Y quiénes manejan toda esa plata? ¿Para qué el gobierno
nacional, desde hace quince años, nos ha venido quitando competencias a las
gobernaciones y las alcaldías? Estás rodeado de malandros que decidieron
disfrazarse de políticos y lograron que el país se viniera abajo. Y el pueblo
se hartó. Lo dejó bien clarito el pasado 14 de abril, por más que intenten
echarle tierrita al asunto de las impugnaciones.
Han sido incapaces de solucionar las crisis
económica, política y social que ellos mismos generaron. Están entrampados en
sus vicios y no se atreven a tocar a nadie porque arriba, en donde se mueve el
billete, todos tienen rabo de paja. Hasta sabemos de más de un alcalde que sabe
que el próximo 8 de diciembre saldrá de su cargo y está acabando con lo que
queda.
¿No será, Nicolás, que necesitas los
poderes especiales para esconder todo esto? Y poder distraer al pueblo con tu
cacería de brujas, comandada por el hombre que desvalijó el estado Miranda.
Pues ya es tarde: hasta en las filas
del partido de gobierno se dice (y se dice porque se sabe) que este gobierno
está lleno de corruptos que llegaron a robárselo todo. Por eso no tiene sentido
que intentes meternos el embuste de una Ley Habilitante que sólo han apoyados
los que tiene las manos y los bolsillos llenos de mugre.
El cambio que estamos construyendo va
a poner los poderes especiales donde van: en la vida de la gente, en las
oportunidades para todos, en la tarea ardua que nos dejarán estos años de
desgobierno: levantar el país con el talento de quienes sí quieren que el
progreso llegue de una vez por todas a convertir a Venezuela en el país que
merecemos. Poderes especiales para conseguir soluciones, no excusas.
Y por eso es que esa Ley Habilitante
no tiene ni tendrá el apoyo popular. Y hasta son capaces de echarla para atrás,
cuando calculen bien lo que les espera en las elecciones del 8 de diciembre.
¡Porque hacia allá es para donde vamos, Venezuela! A un futuro democrático que
deje en claro que somos más los que queremos que se acabe el abuso y que el país
a construirse de una buena vez desde cada municipio. Ya se está construyendo
desde cada hogar venezolano, desde cada comunidad, desde cada barrio.
Por eso les digo a quienes están en
Miraflores y en la Asamblea Nacional que aprovechen el tiempo que les queda y
empiecen a hacer algo por el país y por el futuro. Es hora de que dejen de
pensar en lo que es bueno para ellos y no para los venezolanos. No olviden que
los cargos políticos son un préstamo que nos da el pueblo. Y al pueblo hay que
rendirle cuentas.
¡Sigamos adelante y sin miedo! Que
Dios bendiga a Venezuela.
Tomado de: http://venezuelasomostodos.com/
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