FÉLIX PALAZZI* sábado 24 de
agosto de 2013
Doctor en Teología Dogmática
@felixpalazzi
Cuando un gobierno necesita falsear la
verdad, incurre inevitablemente en la injusticia
La tolerancia no es un valor
abstracto. Ella posee instancias concretas que la hacen posible y fomentan el
reconocimiento mutuo. No existe tolerancia sin el arduo ejercicio del
reconocimiento en la verdad y la justicia. Este reconocimiento evita que la
tolerancia se confunda con la complicidad, la resignación o la claudicación de
nuestra esperanza. Evocar el valor de la tolerancia desde la mentira y la
injusticia no es sino una forma educada de sumisión.
Nos queremos referir a las instancias
de la tolerancia porque es un ejercicio necesario para construir los espacios
posibles que nos permitan fortalecerla y hacer de ella un objetivo común.
Muchas veces claudicamos ante la intolerancia por maximizar el rol y papel de
una de estas instancias. Las grandes instancias de la tolerancia a las que
haremos referencia son cuatro: la gubernamental, la Iglesia o credos de fe, la
educación y la colectividad civil o política. El reconocimiento de estas
múltiples instancias permite recuperar el equilibrio perdido y el
fortalecimiento de un objetivo sociopolítico común.
La instancia gubernamental debería ser
una clara referencia como ente garante y promotor de la tolerancia. Existen
gobiernos que se han propuesto llevar procesos de reconciliación nacional.
Estos procesos exigen la conformación de iniciativas y comisiones de la verdad
que, sin privilegiar intereses particulares, permiten lograr acercarse a
aquellas realidades que la falsearon sembrando el odio y la división. Es
imposible vivir en tolerancia sin el empeño plural y común por la búsqueda de
la verdad que nos atañe a todos y el compromiso por la justicia que implica la
protección e igualdad de oportunidades sin distinción de la orientación
política, religiosa, sexual o social.
Reconocemos la hipertrofia de las
instituciones estatales cuando el poder es usado para el beneficio de un
proyecto único o intereses particulares que terminan distorsionando la propia
naturaleza y fin de esas instituciones que deberían velar por el bienestar del
colectivo. Cuando un gobierno necesita falsear la verdad, incurre
inevitablemente en la injusticia. A su vez, cuando la justicia omite el empeño
por la verdad, se transforma en el brazo ejecutor de la intolerancia.
Otro signo evidente de la deformación
del papel del Estado se refleja cuando las instancias que deberían servir como
espacio plural y de reconocimiento en el diálogo nacional sólo sirven para realizar
interminables monólogos por la conquista del poder.
La hipertrofia de una instancia, aún
cuando esta sea importante para la construcción de la tolerancia, no debe
llevarnos jamás a la claudicación o a pensar que la realización de la
tolerancia es un horizonte imposible. Antes bien, debemos ubicar, fortalecer y
reconocer otras instancias que hagan de la tolerancia un valor común
realizable, pues sin ella no hay paz o futuro posible.
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