Por Mario Villegas, 18/08/2013
Columna de Puño Y Letra
Cuando veo algunas sesiones de la Asamblea Nacional, como las bochornosas
del martes 30 de abril y del martes 13 de agosto, termino preguntándome si, en
vez de una derrota, no fue para mí una fortuna no haber sido electo diputado en
las elecciones parlamentarias de 2010, a las que concurrí como candidato
suplente por la Unidad Democrática en el circuito Valle-Coche-Santa Rosalía.
Definitivamente, el que hemos visto estos días no es un parlamento digno
del pueblo venezolano, cuya representación popular ha venido descendiendo en
caída libre hasta los fosos más profundos de la degradación institucional. Una
democracia, cualquiera sea su signo ideológico y por imperfecta que pueda ser,
no puede considerarse tal ni funcionar con elemental eficacia, mientras en su
seno prevalezcan el fanatismo, la irracionalidad, el irrespeto al adversario y
a las normas, la doble moral, la descalificación y la procacidad.
Lo digo tres años después de haber sido candidato, de modo que no es
producto de un atrasado reconcomio ante la derrota recibida sino de la tristeza
que produce constatar la progresiva descomposición de un parlamento al cual
siempre atribuí gran valor como expresión de la voluntad popular y cabeza
plural de los poderes del estado, cuyas incidencias cubrí por varias décadas
como profesional del periodismo.
Todos los temas, por delicados e irritantes que sean, pueden tener salidas
saludables para la democracia si sus debates se conducen con ánimo constructivo
y, sobre todo, con el debido respeto de los parlamentarios entre sí y para con
el país.
No llego al extremo de pedir, como angustiosamente ha hecho mi querido
amigo Claudio Fermín, que los diputados se hablen con el respeto con que lo
hacen cuando se dirigen a sus esposas e hijos. Tal vez todavía estemos lejos de
semejante lindura, pero cuando menos debemos exigirles que les profesen a sus
colegas el elementalísimo respeto que merecen los ciudadanos que los eligieron
democráticamente.
Por muy optimista que cualquiera pueda ser, en esta materia prolifera el
escepticismo. Mientras el chavismo no modifique su estrategia de confrontación
brutal y la directiva parlamentaria no actúe con criterio institucional,
estaremos cada vez más cerca de nuevos episodios bochornosos en la AN antes que de un verdadero giro hacia la
tolerancia y la democrática coexistencia.
Amar y votar
Palabras de estímulo y conmovedora confianza recibí por twitter, correo
electrónico, mensajes de texto y llamadas telefónicas, a propósito de mi
artículo “Entre Ernesto y Antonio”, en el que expliqué las razones políticas
que me llevaron a pronunciarme a favor de la candidatura de Antonio Ledezma
para la Alcaldía Metropolitana. A todos mi más profundo agradecimiento.
Pero también recibí no pocos insultos de algunos chavistas que consideran
una traición a mi familia que no vote por Ernesto, otros que me reprochan apoyar
a un hombre que viene del bipartidismo y algunos que hasta me acusan de recibir
dinero por semejante posición. Tal vez si me hubiese pronunciado a favor de
Ernesto habrían dicho que soy un hombre sumamente honesto, gran patriota,
magnífico profesional y excelso heredero de mis apellidos.
Les recuerdo que no asumo posiciones por conveniencias de orden personal
o familiar sino por convicciones políticas. Justamente por convicciones
políticas, el Partido Comunista, por ejemplo, apoyó en 1993 la candidatura de
uno de los dos fundadores del bipartidismo, Rafael Caldera, a quien el mismo
PCV acusaba de asesino en otros tiempos. ¿Si los comunistas, hoy miembros
distinguidos de la alianza chavista, pudieron apoyar a Caldera, por qué no
puedo yo darle mi voto independiente a Ledezma?
Pero, además, si de conveniencias personales se tratase, tal vez lo mejor
habría sido saltar la talanquera que el propio presidente Nicolás Maduro me ha
arrimado dos veces en sus discursos públicos.
Mi hermano Ernesto, por su parte, le ha terminado de tapar la boca a
quienes me cuestionan. “No necesito su voto sino su amor”, dijo.
Y en eso nadie debe tener la más mínima duda. Nuestro amor es infinito y
a prueba de cizañas.
Mario Villegas
mariovillegas100@gmail.com
@mario_villegas
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