JESÚS HERAS 16 de agosto de
2013
“Ningún ejército puede detener una idea a la que le ha
llegado su momento” Víctor Hugo
En un país como el nuestro, que ha
tenido 26 constituciones en sus 183 años de vida republicana, nada extraño que,
transcurridos casi tres lustros de la última carta magna (1999), importantes
voces hayan surgido llamando a redactar una nueva.
La iniciativa fue avivada hace cinco
años, cuando una vez derrotada por votación popular la reforma propuesta por
Hugo Chávez en 2007, éste se valiera de todo tipo de artimañas, referendo, decisiones
amañadas del TSJ, etc., para hacer efectivos sus deseos, primero, de aspirar a
reelecciones indefinidas, y luego, de colocar en sus manos aun mayores cuotas
de poder. Tanto nadar, diría el pescador, para morir ahogado en la
orilla.
Extraño podría ser el planteamiento,
sí, para los integrantes de la generación del ‘58, hombres y mujeres ya pisando
los 70, que solo vieron nacer una Constitución, la del ‘61… y ésta, no de una
Asamblea, sino de un Congreso bicameral
Anticipable como era la nueva
iniciativa, muy diferentes lucen las motivaciones. Algunos, con inusitado
fervor, llevan adelante un extenso proceso de consultas, deseosos producir la
mejor Constitución del mundo: llamémosla la fórmula ideal. Otros, en cambio, la
promueven como fórmula expedita para convocar a elecciones y renovar los
poderes: Un carmonazo legal.
Convocar una Constituyente como
herramienta para renovar mandatos, tiene en nuestro caso cierto asidero. En el
marco de la polarización que existe, un nuevo Presidente, sin contar con el
respaldo o tener afinidad alguna con los demás poderes, difícil le sería
gobernar. Pero lo que se plantea, si lo entiendo bien, es algo distinto.
Se pretende recoger firmas para
convocar una Asamblea Constituyente sin antes haber elegido a un nuevo
Presidente. Algo que tal como lo demuestran pasadas experiencias, la del 2004
en primer lugar, no llevaría a nada. Si aquellas firmas, consignadas
entonces en papel de seguridad bancario, y ante testigos internacionales,
fueron desconocidas por el CNE, ¿que podríamos esperar ahora?
Y, sin embargo, la propuesta sigue
viva. Está en nuestro ADN. Capriles por dos veces la ha planteado. Pese a que
son los gobiernos y no las constituciones las que marcan el sendero de la
historia, se insiste en una nueva constitución. Además, se argumenta, si Chávez
planteó una Constituyente como señuelo en el ’98 y un país harto de su
dirigencia, sintió que con ésta, marcharíamos hacia la refundación de la
patria, la propuesta puede tener sentido.
Claro, si le llega su momento,
claro.
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