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lunes, 19 de agosto de 2013

La era de la vergüenza

ALONSO MOLEIRO 17 de agosto de 2013

En la mayoría de los parlamentos de América Latina aprueban instrumentos legales para otorgarle derechos civiles a la comunidad homosexual: es este uno de los muchos aspectos que comprende la agenda del progresismo moderno. En Venezuela nos tenemos que conformar con escuchar las reflexiones conceptualmente indigentes de Pedro Carreño

Todos los esfuerzos funcionales del chavismo durante el año pasado tuvieron como foco exclusivo asegurar la victoria electoral del 7 de octubre. El enorme despliegue logístico y de recursos fue ejecutado con un Hugo Chávez evidentemente muy enfermo.

Mientras intentaba desmentir con torpeza la enloquecida circulación de rumores, el alto Gobierno tomó la inconcebible decisión de mantenerle oculta a la ciudadanía la verdadera gravedad del problema de salud del entonces Presidente de la República.

Lo cierto es que, llegados a este punto, podemos concluir cuan elocuente era, entonces y ahora, la deriva anarquizada y la ausencia total de conducción que ha estado atravesando la nación desde el año pasado. Con un Hugo Chávez luchando desesperadamente por sobrevivir, y unos mandos dirigentes que parecían no atreverse a tomar decisiones fundamentales sobre la marcha administrativa de la nación, el chavismo, y todo el país al remolque, debe encarar ahora la más severa crisis de gestión que atraviesa el actual régimen en estos 14 años. Los restos de Hugo Chávez, entretanto, reposan en el Museo Histórico Militar.

La sequía de divisas ha lastimado severamente todo el entramado económico y el aparato productivo de la nación. El país tiene, en este momento, dos decretos de emergencia: uno eléctrico y otro en materia vial. La inflación y el desabastecimiento están en sus niveles más graves desde 1999.

Los proyectos emblema en materia de infraestructura, incluyendo el Plan Ferroviario, están paralizados. Las decisiones del Gobierno y su bancada parlamentaria lo único que hacen es agravar los problemas que ya existen: la ley de inquilinato, por ejemplo, acabó con los alquileres en Venezuela.

Como nunca antes en nuestra historia, el hampa tiene el control de la voluntad de los ciudadanos. Los hospitales, el de Coche, el Algodonal, el de Niños, presentan un gravísimo deterioro. Los proyectos no quedan concluidos, el despilfarro de recursos es doloroso y la corrupción está completamente generalizada.

En una de sus últimas alocuciones públicas, al momento de presentar un enésimo plan de reimpulso, denominado en este caso, "eficiencia o nada", el propio Chávez reconocía de forma implícita la gravedad del problema que enfrentaba su Gobierno. Dicho de otra forma: el absoluto fracaso de su gestión en un tiempo de bonanza petrolera.

Por mucho que sus periodistas y gacetilleros lo disimulen, nada de esto es ignorado en las adyacencias del Palacio de Miraflores.

En manos del chavismo Venezuela se ha convertido en un Estado disfuncional, integrado por una tropa de funcionarios matraqueros y cínicos que cabalgan sobre la consigna de arrinconar al empresariado para redondearse la quincena: los delitos de contrabando, tráfico ilegal de toda suerte de bienes, extorsiones y sobornos, cometidos, incluso, por miembros activos de la Guardia Nacional, constituyen este momento el secreto peor guardado de la provincia.

Es en este contexto que debemos interpretar el penoso sainete parlamentario que la semana pasada protagonizaron Diosdado Cabello y Pedro Carreño. Una maniobra agresiva y hecha a toda prisa para intentar tomar la delantera ante el debate que parece aproximarse.

No es casualidad que, de forma casi simultánea, el canal del Estado ofrezca atildadas "mesas redondas" y espacios de opinión a los cuales son invitados los miembros de los poderes públicos para reflexionar en torno a los alcances del ilícito y el daño que le hacen las fuerzas del imperialismo al patrimonio de la nación. Son las mismas que han presenciado silentes la dolorosa descomposición institucional vigente en nuestro país.

Un Gobierno que agota hasta cuatro y cinco veces el valor de una obra que jamás queda inaugurada, y que se sirve de las costosas regulaciones cambiarias y administrativas vigentes en este país para que los funcionarios más conspicuos del chavismo hagan negocios y se enriquezcan.

Bandes, el Fondo Chino, La CVG, Pdvsa, las notas estructuradas. Las gobernaciones de Aragua, Guárico y Bolívar. En el pasado, las de Vargas y Cojedes. El Plan Bolívar 2000. Los globos de la Alcaldía Mayor. Puede que a continuación aparezcan por ahí cuatro o cinco cándidos articulistas en Aporrea, o en Ciudad CCS, pontificando vacuidades sobre "la autocrítica revolucionaria".

Se quejarán una vez más porque "hay burgueses que tienen boina roja" y demandarán rectificaciones que jamás se van a producir. Tienen 14 años escribiendo las mismas reflexiones inocuas, figurándose candorosamente que de verdad están construyendo un Estado comunal. Los poderosos, los enchufados, saben que son inofensivos.

Las truculentas acusaciones formuladas en contra de la dirigencia de Primero Justicia no sólo trazan una especie de esbozo para insinuar el camino de la ilegalización de esta organización.

El saqueo a manos llenas de los dineros públicos no es lo que se debe discutir: de acuerdo a los parlamentarios del Psuv, acá lo procedente es averiguarle la vida personal a la dirigencia de la oposición para montarles una fábula y abrirles un expediente judicial.

En la mayoría de los parlamentos de América Latina ya discuten y aprueban instrumentos legales para otorgarle derechos civiles a la comunidad homosexual: es este uno de los muchos aspectos que comprende la agenda del progresismo moderno. En Venezuela nos tenemos que conformar con escuchar las reflexiones conceptualmente indigentes de Pedro Carreño. Transmitidas, por cierto, en horario infantil.


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