Escrito por Alexander
Cambero (periodista) Lunes, 19 de Agosto de 2013
@alecambero
Hemos descendido hasta lo más profundo
de la ciénaga. La actual Asamblea Nacional, es una vergüenza para una nación
que se preció de contar con un escenario en donde el país debatía entre
ciudadanos probos. Añorados los tiempos cuando las tribunas vibraban con el
verbo encendido de Andrés Eloy Blanco, aquel mago de las palabras desenfundaba
su espada literaria para esparcir hermosas notas que homenajeaban a nuestro
idioma castellano. Un hombre de vida austera, que jamás perdió su raíz
enclavada en el alma popular, que hizo que compañeros y adversarios lo
respetaran con la misma pasión que dejaba en sus discursos. En la bucólica Caracas
de antaño, muchos parroquianos se apiñaban frente a los pocos radios de galera
de la marca alemana Telefunken, para escuchar los debates de la asamblea
nacional constituyente del año 1947. Allí el gran bardo cumanés destacaba como
ninguno. Los años fueron dejando la impronta de venezolanos ilustres. La
decadencia se fue apoderando de todo. Los grandes virtuosos fueron
desapareciendo, vinieron épocas de esplendor y momentos turbios; surgieron
entonces las almas mediocres, los seres de podrida entraña. Personajes que
llegaron al gran escenario nacional, para enlodarlo todo, con la putrefacción
de sus espíritus, huérfanos de honestidad e idoneidad para los cargos. Fueron
hábiles para escalar posiciones protagónicas, llegaron amparados por un
terremoto electoral que los hizo los dueños del circo infame.
Lo que vimos en días pasados con el
desaliñado protagonismo de Pedro Carreño, es uno de los episodios más
lamentables de los últimos tiempos. Un discurso cargado de veneno para
enrostrarle al adversario conductas que muchas veces son aquellas que se
ocultan detrás del disfraz de macho vernáculo, casi inmediatamente circuló por
las redes sociales una foto del año 2005 en donde el diputado oficialista
aparece en ´´cariñosa´´ actitud con otro caballero en un bar. Igualmente la
declaración de otro amigo vía twitter, revela hechos muy interesantes con
respecto a las verdaderas inclinaciones de este vengador del futuro sin
carburo.
El hombre que siempre viste como un
típico gentleman europeo, ha iniciado una feroz persecución en contra de
aquellos que no comparten este horror por dosis que es el régimen. Ese
espectáculo de cloaca rota que hizo hace algunos días solo nos muestra lo bajo
que hemos caído. Usando adjetivos que horadaron la dignidad de venezolanos
decentes, arremetió con la fiereza de un ser maligno y sin escrúpulos. Una
disertación pobrísima, recordó sus días de administrador de una cantina en
donde las cuentas no cuadraron y por ello fue expulsado de las fuerzas armadas.
Con su intervención, se demostró que quien insulta, es alguien que no tiene
estatura moral ni principios para debatir ideas. Para Carreño la lucha
parlamentaria es en la fétida charca. Su estrategia de convertir el templo de
las ideas, en una ruidosa discusión de cantina, viene logrando su cometido.
Muchos han caído en ese juego macabro en donde se busca restarle utilidad al
parlamento. Es una apuesta que anda tras la caza de muchos que pueden o quieren
ser tentados por el poder omnímodo. Con esto cierran el círculo de un espacio
que viene perdiendo su razón de ser.
Lo peor del caso es que el país
percibe poca diferencia entre opositores y gobierno. Salvo una excepción de
lujo como María Corina Machado y cuatro o cinco más, la verdad es que se
esperaba un papel diferente de las huestes democráticas. Es cierto que los
asfixian con el reglamento y la violencia, que la red de medios propagandistas
del régimen los ridiculiza. Pero, es sumamente extraño el silencio de grandes
batalladores de otrora. Parlamentarios que enfrentaron al poder en condiciones
difíciles, hoy los vemos callados mientras Venezuela se hunde: ¿Miedo o
complicidad?
Se fueron los que enaltecían la
palabra y llegaron los enanos de cerebro. Hemos caído en las profundidades, y
no sabemos cuándo nos libraremos del penetrante olor a porquería que lo invadió
todo.
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