Féliz Palazzi
Doctor en Teología Dogmática
@felixpalazzi
La inercia que nos
consume tiene que empezar a transformarse en la construcción de espacios
comunes.
Al referirnos a las instancias que
hacen posible la tolerancia, inevitablemente tenemos que hacer alusión a los
credos religiosos. Ellos han sido y son fuentes de intolerancia o caminos hacia
ella. El primer obstáculo que encontramos es el fundamentalismo, sea en su
expresión de descrédito o desvalorización del aporte de un sistema de valores y
creencias, delimitando la fe a lo individual y subjetivo en la esfera de lo
“espiritual”, o sea en la utilización de la fe como sistema de Estado. Ambos
extremos se alejan de lo que realmente es la fe del creyente. Un
fundamentalista no necesita creer, solo obedecer y repetir.
Hace cincuenta años, en una situación
de exclusión valorada como normal y hasta legal, un pastor cristiano se atrevió
a “soñar” y, así, Martin Luther King con su sueño despertó la conciencia de
muchos. En Sudáfrica, cuando se le preguntaba al obispo anglicano Desmond Tutu
sobre la esperanza en la reconciliación en su país, comentaba, en las horas más
difíciles: “siempre veo el océano, y recuerdo que su inmensidad está formada
por pequeñas gotas de agua”. Ningún esfuerzo o iniciativa grupal o privada es vana
para construir la tolerancia. Recientemente el papa Francisco ha reafirmado el
valor de la “cultura de encuentro y del diálogo” como único camino hacia la
paz. El tiempo y la historia nos han demostrado que el odio, la venganza, la
crueldad y la arrogancia solo tienen una victoria efímera y pasajera. La
tolerancia desde la verdad y la justicia es el “medio bondadoso” que permite la
tutela y promueve la paz.
A veces la realidad nos lleva a dudar
de la eficacia y la oportunidad de estos medios “bondadosos”. Pero el papa
Francisco nos recuerda: “la fe no es decorar la vida con un poco de religión (…
) la verdadera fuerza del cristiano son la verdad y el amor, la fe y la
violencia son incompatibles, el cristiano no es violento, pero es fuerte”.
La tolerancia es la forma concreta e
histórica en que el cristianismo logra expresar el mandamiento del amor. No se
puede amar al prójimo si en la práctica se le excluye o se le niega su espacio.
La reconciliación en la Iglesia no es una prerrogativa o una concesión conferida
a la misma. La reconciliación es el desarrollo de su misión en el mundo, de
manera tal que ella no debe esperar a ser llamada a ningún proceso de
reconciliación, ella tiene la obligación de emprenderlo en coherencia con su
naturaleza y su misión en el mundo. La Iglesia es el espacio privilegiado para
empezar el reconocimiento entre los hermanos fuera del ámbito de la
confrontación partidista. Y debe no solo llamar a la reconciliación nacional
sino hacerla posible desde sus bases.
La inercia que nos consume tiene que
empezar a transformarse en la construcción de espacios comunes; la desesperanza
debe encontrar cauces para convertirse en esperanza por una tolerancia que cree
en la verdad y la justicia. –
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