Américo Martín 18
de octubre de 2013
amermart@yahoo.com
@AmericoMartin
amermart@yahoo.com
@AmericoMartin
I
Eso de agitar por el este para
disparar por el oeste pasa por gesto de alta estrategia. Es confundir con lo
inesperado. Es de uso frecuente en la política y en la guerra, actividades que
como se sabe se ayudan con el engaño.
Hay quienes se enredan con estos
juegos. Si el refrán dice: camarón que se duerme se lo lleva la corriente,
dirán que no sube palo. Esas confusiones pueden ser graves o mover a la risa,
cosa peligrosa para políticos encumbrados.
El descalabro de la revolución, más en
tiempos de Maduro, puede reconocer un problema pero en la respuesta procederá
como el disparatado camarón.
Le escucho al presidente Maduro
lamentarse porque “la burguesía” no le reconoce el beneficio de la duda. Parece
una señal de rectificación. Encontrándose el país en lo profundo de una caverna
le convendría buscar luces, acuerdos, manos para ayudarse. Nadie entenderá que
padeciendo Venezuela del horror de la más alta inflación hemisférica en
compañía del más bajo crecimiento de la Región (1% contra entre 45 y 50% de
inflación) y con todas las variables económicas y sociales envilecidas en grado
alarmante, el poder insista en la tarea inútil de perseguir con saña a más de
la mitad de los ciudadanos en lugar de reunificarlos cuando menos para
enfrentar el puñado de desgracias que nos atormentan a todos.
Cuando Maduro se queja de que la
burguesía no le concede el beneficio de la duda, podría entreverse un guiño, un
llamado al reencuentro. En las Memorias de Clinton leí algo pertinente: “Cuando
uno está en un hueco lo primero que debe hacer es dejar de cavar”. En la frase
de Maduro cabe atisbar que no quisiera hacer más profundo el agujero.
II
En la posición que ocupa debe sentirse
muy aislado, cercado, nervioso. Nada resulta. Giordani, Merentes, Ramírez están
más confundidos que nadie. Hunden la nave sin remedio. Probablemente en sus
noches, a Maduro lo habrá asaltado la tentación de convocar a los
inversionistas privados, así no lleve las cosas al punto de hacerlo también con
los factores políticos de la oposición, que es lo que haría un líder con cuatro
dedos de frente. Pero no le pidamos peras al olmo.
Supongamos que los empresarios
privados lo tomaran en serio y respondieran: quisiéramos que usted nos
concediera lo mismo. Si Maduro hubiera perseverado, probablemente, estaríamos
frente a un intento de atender la espantosa emergencia que atormenta a Venezuela.
Por desgracia el hombre no esperó ni
un día para dar marcha atrás. A quienes les pedía comprensión los siguió
acusando del ostensible fracaso de su
gobierno y cubriéndolos de insultos y amenazas. El beneficio de la duda quedó
convertido en perjuicio de la desconfianza.
No se trata únicamente de falta de
visión, de miedo a tomar decisiones audaces, no. Se trata fundamentalmente de
que Maduro no es un líder. Sus supuestos seguidores vigilan sus pasos. Es una
fuerza heterogénea, huérfana de su caudillo y más propensa a ver de frente la
dura realidad sin cubrirla de ilusiones como había tomado por costumbre. En la
punta de la lengua está Chávez. ¿Qué hubiera hecho en un momento tan crítico? Y
tal conjetura redunda en perjuicio de Maduro, un personaje más fácil de
condenar que la intocada deidad ahora ausente.
III
A falta de fuerza, imaginación y
osadía para dar un viraje hacia la apertura y hacia la construcción de un nuevo
modus vivendi con sus adversarios, Maduro se ha consagrado a un eterno correr
la arruga de una tela que ya está llegando a su fin. Ausentes las respuestas
políticas, queda el lento suicidio de la violencia. Sentarse sobre las
bayonetas es lo que le recomendaba no hacer a Napoleón el astuto Talleyrand. En
cambio es lo que está haciendo Maduro, con el agravante de que el poderoso
ejército francés amaba al emperador Bonaparte, en tanto que los uniformados
venezolanos de este tiempo no saben qué hacer con este civil que quiere pasar
por “comandante en jefe” con tan escaso
éxito.
La cumbre del poder, duramente
cuestionada, hace hercúleos esfuerzos por proyectar sus males a la creciente
oposición. Dado que la despreciable secuela de la corrupción ha viciado hasta
los tuétanos -como nunca en el pasado-
la anatomía de la sedicente revolución, se pasan de listos culpando a líderes
de la oposición en un intento por hacer de la perversidad moral un mal de
todos, es decir: de nadie, e inhabilitando y encarcelando para ver si aplicando
fuerza física malogran su influencia. No se percatan que el efecto de los
atropellos es exactamente el contrario.
Raya en lo grotesco la manía de
atribuir a sabotaje de la oposición, magnicidio, golpes e invasiones la causa
de que nada de lo que hace el gobierno de resultado. El país, pues, está en el
sótano del subsuelo no porque el régimen no sirve ni sabe, sino porque sus
proyectos han sido cruelmente saboteados por la contumacia oposicionista. Pasan
los años y no aparece ni un solo complotista, ni un plan militar, nada. No hay
presos ni pruebas y rápidamente olvidan las acusaciones tratando de que los
demás también lo hagan.
En la desconcertada militancia del
PSUV estas pueriles mentiras que nunca paran en nada habrán levantado
turbulencias.
¿Dónde está el piloto? ¿Con quién
vamos? ¿Adónde nos lleva esta gente?
¿Qué podría uno aconsejarles? Se me
ocurre solo esto: creo que sus lamentables dirigentes los llevarán a un albañal
hasta que ustedes, ustedes mismos, les
pongan la mano en el pecho.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico