POR RICARDO RÍOS 29 de octubre de 2014
Cuando me incorporé a la Juventud del
MAS, allá por los años 70, la lucha interna era feroz. Los plenos juveniles
eran una mezcla de Campus Martius con Ágora griego, sitio de libre discusión y rudos debates,
donde era prudente saber quién estaba con quién antes de intervenir. Con el
pudor del recién llegado y el juvenil apuro por hacerme notar, le pedí a Manuel Rodrígo una pista para identificar
las tendencias de los oradores y me dio una clave aún hoy vigente: los que piden eficacia, respeto a
los organismos de dirección, etc. son los que controlan la organización y los
que están en minoría son los que reclaman amplitud, participación etc. Sabia y
muy práctica guía, de aplicación universal, que he usado no pocas veces. Esta
dialéctica entre eficacia y amplitud es
la parte más dinámica de la vida interna de las organizaciones políticas, casi
siempre es la grieta por donde se rompe la unidad partidista, pero es también
el combustible para el avance poderoso de las ideas que le dan razón de ser a
los partidos.
Manejar esto bien es ser un buen
dirigente político y saberlo usar para ampliar los logros, en vez de reducir
los alcances la organización, es el
reto. Si esto es complejo en un partido, con programa y planes comunes y
disciplina compartida, se vuelve tarea ciclópea cuando de un abanico tan
variado como el que apoya a la oposición se trata. Hay que saber combinar la
sabiduría de curtidos políticos de largas trayectorias, algunos con 15 años de
exclusión encima, con impulsivos jóvenes con algunas victorias recientes en las
manos. Una masa (muy) crítica de inmensa sabiduría que busca, no siempre
orquestadamente, hacerse oír para enmendar algún error que perciben en la
original y exitosa estrategia que desplegó Capriles, junto a decididos
emprendedores políticos, con muchas fe en las modernas TICs.
Como en el PSUV solo se obedece, sus
voceros ven en este enriquecedor debate, la fuente de todas las divisiones,
perdiendo así la información política que genera esta nutritiva experiencia inédita de unidad.
No es fácil poner en comunión, en una consigna, propuestas de tan variado
origen y destino; tampoco es sencillo aceptar que hoy hay otras formas de hacer
política que ponen en dudas ciertas verdades estandarizadas. Menos fácil aún es
hacer la síntesis de todo esto en una línea política electoral que haga de la
amplitud y la eficacia la gasolina del Autobús del Progreso, sin ceder a las
tentaciones de la vanidad antes que a lograr la victoria, ni a las tentaciones
de la autoridad antes que a la inclusión de los distintos.
A los que creen que ya ganamos, les
recordamos que avanzar rápido no es llegar. A los que sienten que no ganaremos
si no “hacemos algo” particular, los invitamos a recorrer el país para que
palpen allí que algo bueno está pasando, que escogimos un gran candidato en
febrero. La gesta me entusiasma a seguir
con el mismo impulso que en aquel pleno del MAS. Casa por casa y pueblo por
pueblo, crece la esperanza.
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