José Vicente Carrasquero 03 de noviembre de 2014
@botellazo
Hace rato que la situación del país
requiere medidas urgentes. La gente está pasando trabajo independientemente de
su nivel social. Presencié como una señora dejaba la mitad del carrito de
supermercado porque el dinero no le alcanzaba para comprar todo lo necesario.
Escenas como esa son cada vez más comunes. El ingreso del venezolano es de los
más bajos del continente cuando uno se toma en serio el precio del dólar al
cual se comercializan los productos y que no baja de los cien bolívares.
A esto hay que agregarle que en los
mercados uno debe ajustarse a lo que hay. Ya no tiene sentido hacer una lista. Hay
que ir a ver qué se consigue. En proteínas animales solo había algunas chuletas
ahumadas, cochino molido y piernas de pavo. En cuanto a cereales, nada de lo
que estaba buscando. Y, así por el estilo.
El gobierno es un su parálisis, insiste
en el tema de la guerra económica. Si no fuese por lo trágico del argumento,
daría risa. Resulta que la burocracia roja es víctima de fuego amigo. La guerra
es de la incapacidad contra la realidad. Y cuando la primera es superada por la
segunda, no se puede culpar a otro de no tomar las medidas que la economía
venezolana requiere.
Queda claro que pesa más para este
gobierno los puntos de las encuestas que resolver los problemas que crearon a
través de fallida imposición de un modelo económico que, por cierto, ha fracasado
en todos los lugares y momentos en los que se ha tratado de implantar. La
poquedad académica de la burocracia roja pretende soslayar los incentivos
naturales de los procesos comerciales. Piensan en su escasez mental que se
puede trabajar a perdida tal como una vez lo sugirió el ministro con niñera en
una oportunidad.
La parálisis se manifiesta en un seguir
con cuatro tipos de cambio a pesar de haber reconocido públicamente lo
pernicioso que resulta para la economía. Los controles crecen a pesar de que
solo traen corrupción, matraca de bajo nivel y escasez. Y, la campaña mediática
que quiere hacer creer a los incautos que con 832 contenedores se puede
satisfacer la demanda de productos de la época navideña.
Otra señal de parálisis es la continua intención
de introducir temas en la agenda pública que no son del interés del venezolano
que está esperando soluciones. Aquí vienen los inventos de los intentos de
asesinato contra capitostes del régimen, el presidente hablando en cadena de
investigaciones que le corresponden a la fiscalía y críticas a quienes ejercen
desde la opinión pública, el sagrado derecho a criticar lo que consideran son
pifias del gobierno.
La pregunta que nos hacemos es: ¿están
paralizados por alguna razón desconocida o son paralíticos? Este dilema no es
trivial de resolver. Por un lado, el gobierno está empeñado en cerrar el año
con las cifras menos catastróficas posibles. Por eso se empeña en mantener un
dólar a 6, 30 al que nadie tiene acceso. Sincerar esa entelequia significaría
reportar una caída de unos 8 puntos del PIB y, por consiguiente, un
encarecimiento de los préstamos que requieren para financiar la maltrecha
economía venezolana. Eso explicaría estar paralizados.
Sin embargo, me inclino por la
parálisis. Una que se deriva de la incapacidad de comprender la crisis que
atraviesa el país. Una que pasa por no poder entender las medidas que deben ser
tomadas para evitar que el venezolano se siga empobreciendo a la velocidad del
sonido. Una parálisis que pasa por no saber que el deterioro de la economía se
manifiesta en malatías sociales como el incremento del desempleo, el robo, el
asesinato y todas las perversiones asociadas a poner a la gente a pasar
trabajo.
La parálisis es incompetencia. Es
lenidad. Es no darle importancia a la calidad de vida de los venezolanos. Es
hacer caso omiso a la tragedia de personas que no tienen acceso a la salud. Es
hacerse de la vista gorda con las familias que día tras día se ven enlutadas
por la muerte de un ser querido.
Lo único que le importa a los políticos
que gobiernan es mantenerse en el poder a como dé lugar. Pero la parálisis
mental les impide ver que el apoyo político no es a las ideologías. La gente
vota por sí misma. Por su calidad de vida. Por ver satisfechas sus expectativas.
En estas materias, como en la gris, el gobierno está aplazado.
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