Por Simón García
Nuestro presente es peor a
como lo estamos sintiendo. Cada día hay que enfrentar el desabastecimiento, la
inflación, la inseguridad y la crisis de los servicios públicos. Una parte de
la población no pudo dar esa pelea. La socialización de la pobreza extrema la
obligó a buscar comida entre los desechos de mercados, comercios o residencias.
O tiene que acostarse con una comida al día.
Todo el país sabe que el
responsable de la tragedia es el gobierno y que no habrá solución mientras no
sea cambiado democrática y electoralmente. Ese es el motivo por el cual la
exigencia de realizar el referendo revocatorio este año es un clamor de la
sociedad. La demanda va mucho más allá de la MUD: el enfrentamiento ya no es
entre la oposición y el gobierno sino de este contra el conjunto de la
sociedad.
La cúpula gubernamental no
quiere el referendo ni en el 16 ni en el 17. En vez de acatar la Constitución
la patea y pretende convertir el ejercicio de un derecho constitucional en un
absurdo golpe de Estado y en un falso delito. Porque perdió la calle ahora la
ilegaliza. Presos de la desesperación y el miedo decretan que sólo ellos pueden
manifestar en Caracas y el sur de la ciudad, sin miedo, se levanta y marcha
cívicamente.
El gobierno está fuera y
contra la Constitución. Está consumando, a la vista de todos, la liquidación
del Estado de Derecho. El plan se inició inmediatamente después del triunfo del
país descontento y de la MUD en las elecciones parlamentarias. El rescate de la
Asamblea Nacional quebró la estructura de poder totalitaria. Un ejemplo de
autonomía y separación de poderes que la cúpula de los seis decidió no tolerar.
No podía porque no hay nada más contagioso que la libertad y la democracia.
La razón pragmática para
tomar un camino ilegal y arbitrario es que el funcionamiento de la Asamblea
Nacional iniciaría el proceso de transición en forma pacífica y progresiva,
dado que los integrantes del TSJ, los miembros del CNE y un conjunto de
funcionarios públicos de alto nivel son designados, al vencimiento de sus
mandatos, por la Asamblea Nacional.
Siguiendo la Constitución se
produciría el desmontaje progresivo de la ilegal invasión y colonización
impuesta por el Ejecutivo sobre todas las demás instituciones del Estado,
incluida la Fuerza Armada. Esto significaba el fin del régimen. No sólo del
proyecto político fracasado sino del entramado asociado a la corrupción y al
narcotráfico.
Al poder ya no le servía
conservar las formalidades democráticas. Privaron las fuerzas que pretenden
eternizar su permanencia en el poder, incluso desechando la realización de
elecciones y referendos. La cúpula de los seis volvió a imponer una línea que
tiene que ser obligatoriamente inconstitucional, represiva, antidemocrática y
nunca electoral.
¿Por eso vamos a dejar de
luchar? ¿Por eso vamos a dejar de elevar la determinación para lograr la
realización del referendo revocatorio para este año? La crisis esta hirviendo,
el cambio está a punto.
Es hora de calle y diálogo;
de mano tendida hacia el pueblo con sentimientos revolucionarios, pero que no
quiere acompañar más a Maduro. Es el momento para encontrar al pueblo civil con
el pueblo al que la República le confió las armas.
18-09-16
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