Por Ismael Pérez Vigil, 2/09/2016
La Toma de Caracas fue multitudinariamente contundente. No hubo
sorpresas. Basta con un video para comprobarlo:
Se confirmó lo que ya sabíamos por las elecciones del 6 de diciembre de
2016 y por todas las encuestas que se han hecho en el país desde hace más de un
año: la oposición es mayoría, el Gobierno ha perdido la calle y ya no tiene
ninguna capacidad espontánea de movilización.
Miles de personas vinieron desde el oeste de la ciudad, Municipio
Libertador, supuesta “zona roja” –que ya sabemos que no es así y ayer se
confirmó– desde la Av. O’Higgins, por toda la Av. Páez, con incorporados de la
Cota 905, por el final de la Av. Fuerzas Armadas, la Av. Victoria, Plaza de San
Pedro y calles de Los Chaguaramos –es decir, por pleno Municipio Libertador– hasta
la Principal de Bello Monte, para unirse allí a la concentración de la Av. Rio
de Janeiro a la altura de las Mercedes o concluir frente al C.C. Lido. Lo
propio hicimos los habitantes de El Cafetal, como hormigas por el Boulevard,
bajando de las Urbanizaciones y saliendo de los edificios, hasta concentrarnos
en Caurimare, subir por esa Avenida y llegar a la Av. Rio de Janeiro, hasta
Chuao, para luego seguir ruta a engrosar las concentraciones de Las Mercedes y
de la Francisco de Miranda. Miles de personas vinieron del Suroeste, hasta
Santa Fe y seguir por la Autopista del Este y calles paralelas, a sumarse a las
impresionantes multitudes de las avenidas Rio de Janeiro, Las Mercedes y la
Francisco de Miranda.
¿Cómo es que el Gobierno pretende negar esto y decir –que ya es mucho,
de todas maneras– que no fueron más de 35 mil personas? Pues, como siempre lo
han hecho, con miedo, caradura y cinismo.
La concentración oficialista en la Av. Bolívar daba lástima, aunque
pretendieron disfrazarla entregando a la prensa y difundiendo por tuiter,
“equivocadamente”, una fotografía de un acto del 2012 con el entonces
Presidente Chávez Frías; pero más lastima dio la intervención de Nicolás Maduro
en dicho evento. Desencajado, con cara larga, furioso y amenazante, insultando
y sacándole la madre, en plena transmisión televisiva, al Presidente de la
Asamblea Nacional (Por cierto, ¿CONATEL no tiene nada que decir acerca de este
delito presidencial? No, ya sabemos que no, pero no podíamos dejar de
mencionarlo).
El Gobierno y sus seguidores hicieron todo lo posible para impedir que
ocurriera el evento del 1S. El Gobierno puso alcabalas por todo el país,
tratando de impedir la llegada a Caracas de los opositores, como si no fuera
suficiente con sus propios habitantes para desbordar todas las concentraciones
opositoras de la capital, como ocurrió. Amedrentó, amenazó, metió presos a
dirigentes opositores, sin motivo, sembrando pruebas, creando delitos donde no
los había. Allanó residencias de dirigentes opositores. Amenazaron y atacaron
sedes de medios de comunicación. Expulsaron periodistas internacionales que
venían a cubrir los acontecimientos y se impidió la llegada de otros.
Deportaron diputados de países amigos. Acecharon con sus malandros motorizados,
que en Maracay, por ejemplo, hicieron desastres, asaltando y saqueando; en fin,
el régimen desplegó toda la suerte de acciones usuales para tapar el sol con un
dedo: que ha perdido la calle, que no tiene capacidad de movilización y que hay
en el país un deseo multitudinario de revocar el mandato de Nicolás Maduro y
acabar con este régimen de oprobio.
Quienes apostaron a la violencia, y la propugnaron, en ambos bandos, se
quedaron con las ganas. Focos aislados oficialistas intentaron sabotear algunas
actividades o el paso de los marchistas hacia o en la capital. En algunos
sitios, como Maracay, cerca de La Victoria y otros puntos, desplegaron
verdadera violencia contra los opositores, pero ni lograron detenerlos ni
atemorizarlos. Lo que sí lograron fue, uno, radicalizar más a los opositores en
su deseo de manifestar y dos, desprestigiar más al Gobierno, nacional e
internacionalmente, por el abuso del poder y de la fuerza. Al final del día, en
Caracas, vimos verdaderos excesos de brutalidad policial contra pequeños grupos
de manifestantes, algo más radicales y exaltados, que pretendieron extender la
protesta. Afortunadamente fueron hechos brutales y abusivos, pero aislados
porque la mayoría de la oposición no cayó en la provocación del Gobierno.
Pero si hay algo que debe estar claro, tras la exitosísima jornada de
ayer, es que el país aun no ha cambiado, que nadie espere milagros, pues el
Gobierno continua controlando todos los poderes, incluido el electoral que es
el que debe tomar la decisión de anunciar la fecha de recolección del 20% que
posibilite la realización del revocatorio para este año, que es lo que todos
exigimos y esperamos. Por lo tanto, no cabe duda que la pregunta ¿Qué hacer
ahora?, está en el aire y es absolutamente pertinente.
Se impone ahora la “otra” toma de Caracas y del país. La MUD ya ha
anunciado algunas acciones para los próximos días, para mantener y fortalecer
la presión: entrega de documento en las todas las oficinas del CNE, a nivel
nacional, el próximo 7 de septiembre y una jornada nacional de movilización de
12 horas de duración en todas las capitales de estado, el 14 de septiembre,
para responder a lo que el CNE anuncie el 13 y llamar la atención de los
gobiernos de los países reunidos en Venezuela en la cumbre de los Países No
Alineados, etc. Pero esa presión no es sostenible por la dirigencia política
opositora sin el firme y decidido apoyo popular y el acompañamiento y
movilización de los ciudadanos.
Llega la hora de pensar en que es lo que cada uno de nosotros puede
hacer, con nuestros propios recursos y posibilidades. Además de participar en
las actividades que se convoquen, cada uno de nosotros, de las ONG con
actividad política del país, debemos emprender y hacer todo aquello que esté a
nuestro alcance. En nuestros propios escenarios. Creando conciencia, sembrando
inquietudes, discutiendo con nuestros familiares, amigos, compañeros de trabajo
y de estudios. En el metro, en la buseta, en la cola del supermercado, la
panadería o la farmacia, en nuestra junta de condominio, en el ascensor del
edificio donde vivimos o trabajamos, con nuestros compañeros de trabajo o
empleados, en donde desarrollemos nuestra actividad cotidiana, tratando de
elevar el costo político del Gobierno por retrasar la decisión en torno al 20%,
la fecha del revocatorio y la fecha de las elecciones de Gobernadores.
Las acciones colectivas son susceptibles de ser detenidas o
entorpecidas por la fuerza pública, pero la acción individual, esa del
ciudadano común, pero consciente, que cuestiona, discute o reparte pequeños
volantes u hojas de papel con consignas, preguntas e inquietudes, es muy
difícil de detener. Así como muchos tomaron la iniciativa de repartir volantes
convocando y difundiendo a la marcha del 1S, es posible ahora repartir
volantes, papeles, pidiendo la fecha para el 20%, el revocatorio y las
elecciones de gobernadores. Y muchas otras iniciativas, que pueden ser asumidas
de manera individual, en pareja o pequeños grupos, para lo que no se requiere
mayor organización, autorización y ninguna convocatoria.
Se impone una verdadera cruzada de resistencia civil, pacífica,
callada, inteligente que puede ser muy efectiva y eficiente frente a un
gobierno envilecido, todopoderoso, pero atemorizado, fraccionado y en su etapa
de declive final.
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