Por Henrique Capriles
Durante estas semanas
posteriores a los anuncios económicos del 17 de agosto, el régimen estuvo
intentando comprar tiempo. Intentando una vez más hacerle creer a los
venezolanos, especialmente a los más humildes, que ahora si tenían la solución
a la crisis; nada más alejado de la verdad. Sin embargo nosotros la oposición,
que seguimos desarticulados y a veces incurriendo en debates estériles,
permitimos que lograran confundir a muchos venezolanos.
Nuestra inacción como
oposición política, debería ser un campanazo: permitimos que la trampa del
régimen tuviera relativo éxito.
No es una conclusión
que saqué de la nada. No es algo que digo yo y punto. Digo que la trampa del
gobierno tuvo un relativo éxito a partir de una reflexiva y cuidadosa lectura
política de los más recientes resultados de la encuesta Ratio de la UCAB, un
estudio que nadie puede acusar de viciado ni de estar sesgado en beneficio de
Miraflores. Sin embargo, si no conocen el estudio, antes de que lo busquen y lo
analicen, voy a comentarles las conclusiones que se extraen del propio trabajo
y que me obligan a encender alarmas políticas. En la idea además de que
necesitamos a todo el mundo, porque sólo nadie puede ni podrá.
1.
El silencio nos está matando
políticamente. Como ciudadano, yo agradezco el trabajo que hace cada
especialista, en medio de las limitaciones que pone el gobierno, para
reaccionar de manera coherente ante el atropello y el desacierto. ¿Pero dónde
está el aparato político? Es doloroso ver cómo una enorme cantidad de
analistas, académicos y economistas están dispuestos a explicar el fenómeno de
la crisis, pero nuestra maquinaria política está atorada en unas luchas
internas absurdas. Y al mismo tiempo unos “líderes” vendedores de humo insisten
en fabular con dimisiones, caídas, renuncias y ruidos de sables, que no son
otra cosa que alucinaciones de sus egos. Así es como no tenemos una vocería
rotunda y cohesionada que conteste las mentiras del gobierno, pero al mismo
tiempo le haga ver a nuestra gente que estamos listos para ser gobierno. Hemos
dejado a los mejores y más respetables investigadores gritando en el desierto,
porque hemos sido incapaces de organizarnos. Y eso es evidente en el estudio de
Ratio del que les hablo.
2.
Miraflores pretende secuestrar
la esperanza. Imagínense hasta dónde ha llegado nuestra inacción que ha
ocasionado que la gente sienta que no hay otro mensaje que no sean las
repeticiones del disco rayado de la propaganda oficialista. Y así, poco a poco,
nuestro pueblo termina cayendo en las tretas discursivas generadas en los
laboratorios oficialistas: la manera en la que han logrado bajar las exigencias
de nuestra gente y replantear los mínimos de vida es lamentable y cruel. Al
punto que, aunque se ha demostrado en las propias cifras oficiales que cada vez
entregan menos beneficios, siguen extorsionando con el hambre y (ahora) con
espejismos económicos que no hemos sabido combatir y a ellos les sirven para
mantener el Poder.
3.
Una buena parte del liderazgo
está equivocando la percepción.
Hay un
elemento importante en el Ratio que es urgente atender: los instrumentos de
extorsión política, como el carnet de la patria, se han normalizado. Eso
significa dos cosas: la primera es que a la gente no le está quedando otra que
ceder al chantaje y por eso pasan a formar parte de las bases de datos de la
gestión peligrosamente demagoga de alimentos, remedios, bonos, beneficios y
otras yerbas; la segunda es cuán equivocados están quienes piensan que cuando
la gente decide sacarse el carnet o hacer una cola o inscribirse en el consejo
comunal es para hacerle el juego al madurismo. La gente está buscando cómo
sobrevivir. Y no estamos acompañándolos con una propuesta mejor. Al menos no
pública ni masivamente. Es nuestra responsabilidad.
4.
El país sigue molesto, pero
perdió los reflejos políticos. En los laboratorios oficialistas lo saben:
mientras el Pueblo tenga que estar ocupado en resolver cómo comer, cómo llegar
al trabajo, cómo volver a casa, cómo mandar a los muchachos a la escuela… los mantienen
apaciguados. La crisis es la estabilidad del régimen: detrás de la crisis
esconden la corrupción, los ilícitos, los presos políticos, las cifras de
violencia. Si no es así, ¿cómo es que pasa desapercibido que el Observatorio
Venezolano de la Violencia y CECODAP nos haga saber que en Venezuela se
asesinan tres niños, niñas o adolescentes a diario? ¿Cómo hace un país para
vivir con eso encima y no estallar de rabia, de impotencia y de hambre de
justicia?
5.
El régimen nos está ganando la
batalla de la opinión pública. En unas semanas vamos a cumplir un año en
hiperinflación, ¿y no hemos logrado ganar terreno en la opinión pública?
Sé que
esto molestará a más de uno de esos “líderes” políticos que creen que sus
métodos son infalibles y que basta con las buenas intenciones más la voluntad
política. En dos platos: no fuimos capaces de hacer entender la gravedad
generada por las medidas y estamos a punto de abandonar al pueblo al borde de
una frustración que sólo le conviene al gobierno.
No
fuimos acertados.
Punto.
Es necesario hacerse
responsable de los hechos, pero también de sus consecuencias.
Fallamos políticamente
y es urgente reconocer para poder hacer; hacer para poder corregir; y corregir
para poder recuperar el terreno perdido y avanzar.
¿De verdad tenemos
claro el mensaje que estamos llevándole a la gente? No voy a hacerme eco de
quienes consiguen la razón de todos estos resultados en el aparato
comunicacional del régimen. Es verdad que esa monstruosa máquina de propaganda
en la que convirtieron el sistema de medios públicos, comandado por VTV, ha
estado bombardeando al pueblo con sus mensajes, pero debemos estar haciendo
algo muy mal como para que hoy estos sean los resultados.
Porque la historia
universal de la política, y la nuestra, está llena de experiencias en las
cuales se lograron cambios políticos sin contar con un ejército de medios de
comunicación a favor.
Es más: en la mayoría
de los casos ha sido así.
¿No nos ha enseñado la
historia de los derrocamientos y las transiciones que, sea cual sea la visión
política que tenga un régimen totalitario, siempre va a intentar apoderarse de
todos los medios?
Por eso es que las
alternativas democráticas deben tener sus objetivos claros y explicar cómo es
que conducen hacia la democracia. Sin eso, sin la promesa de algo mejor que lo
que le ofrece el régimen, no habrá avances políticos sino frustración y
tropiezos.
¿Hemos podido ofrecerle
tan poco a nuestro pueblo que un aparato de propaganda puede convencerlo de que
un aumento del salario mínimo en esta ocasión sí es una buena noticia?
¿Tanto hemos descuidado
la formación política y la conducción de la rabia que ya hay quienes creen que
hay que “esperar a ver si las medidas resultan”?
¿Somos tan soberbios
como para no darnos cuenta de que tenemos que reconducir la estrategia, porque
nos replantearon el juego, el tablero y hasta el adversario?
Yo sé muy bien que
nuestra Venezuela no alcanza las décadas de opresión que vivió España durante
el franquismo. Y espero que eso no suceda jamás.
¿Pero en la oposición nos
hemos preguntado si estamos preparados para llevar adelante una transición que,
desde ya, nos obligue a sentarnos a hablar con quien no queremos, como tuvieron
que hacer aquellos políticos españoles?
Yo sé muy bien que el
régimen de Nicolás Maduro no tiene manera de escudar su autoritarismo en alguna
clase de bienestar. ¿Cómo es que, entonces, nosotros no hemos sido capaces de
construir una idea de futuro como supieron hacer quienes determinaron la
llegada de la democracia moderna a Venezuela en 1958?
Yo sé muy bien que
Nicolás Maduro no tiene la terrible fuerza política que alguna vez tuvo el
dictador chileno Augusto Pinochet, ni los gobiernos militares de Argentina ni
los de Brasil. Sin embargo, ¿cómo es que nosotros, con todos esos antecedentes,
no hemos sido capaces de construir una alianza capaz de vencer las mezquindades
internas, como tuvieron que hacer esas coaliciones opositoras que derrotaron a
esas cruentas dictaduras del siglo XX?
¿Nunca nos vamos a
hacer esas preguntas? ¿A nadie más le parece que es urgente responderlas?
¿Acaso alguno de
ustedes cree que Nicolás Maduro es más fuerte que Augusto Pinochet? ¿Más que
Videla? ¿Más que Francisco Franco? ¿Más que Marcos Pérez Jiménez?
Yo no lo creo, pero por
eso mismo tengo que asumir que la única explicación posible de que siga en el
Poder es que hemos sido incapaces de aprender sobre los caminos andados y
cuáles tienen realmente posibilidades o no de lograr el cometido. Hemos perdido
oportunidades y en otras ocasiones queremos insistir en escenarios donde
sabemos que no vamos a lograr nada. Es como insistir en ser lo que no somos. La
oposición y el Pueblo venezolano es profundamente democrático y el reto
histórico que tiene es de lograr el cambio por ese camino. Y hay que hacerse
cargo. Y hay que hablarle claro y con la verdad a la gente.
Y esta vez no voy a
obviar a quienes acusan a la oposición democrática de colaboracionista. Voy a
decirlo bien clarito: es peligroso que sigan inventando un cuento que desconoce
por completo lo que está sucediendo en nuestros barrios y en la vida de nuestra
gente, bien sea porque desde hace rato no visitan un barrio o porque las
circunstancias los han obligado a operar políticamente desde fuera de la
realidad.
Mientras haya
irresponsables por ahí, diciendo que al madurismo no le queda nada en el Poder,
en Miraflores se están atornillando a punta de engordarle una esperanza
imposible a quienes menos tienen, a sus víctimas de siempre. Sin embargo, los
vendedores de humo siguen logrando que les patrocinen sus trucos, sus promesas
vacías.
No nos engañemos:
estamos viviendo el peor momento político de la oposición, aunque eso no
signifique que éste sea el mejor momento del madurismo.
Y sólo nosotros podemos
revertir esa situación, pero hay que hacerlo de inmediato.
Desde mi lugar, como
inhabilitado político pero también como un hombre decidido a que salgamos de
este infierno al que nos han conducido estos irresponsables, creo que es
urgente que aparezcan las propuestas. Aquí las mías, quedando a la espera de
alguna respuesta que me demuestre que no soy el único preocupado por tanto
silencio:
·
Estamos en una Crisis Política
que debe ser declarada de inmediato para que pueda ser atendida con la misma
celeridad. No hay tiempo para disimulos: es ahora o costará mucho más después.
·
El contexto actual hace que la
idea de la Unidad no sea suficiente. Porque ya esto no se trata de “ponernos de
acuerdo en qué decir” ni de “vamos a ver qué dice la oposición”, sino de salvar
a Venezuela.
·
Es necesario pasar a la idea
de Gobernabilidad como eje que nos aglutine, como ya lo comentamos hace meses.
Por eso hay que replantear la fórmula mediante la cual se han estado tomando
las decisiones políticas en la oposición.
·
Es necesario ocupar cada
espacio donde resida alguna fuerza política y empezar a ofrecer soluciones
verosímiles y a corto, mediano y largo plazo. Y eso debemos hacerlo rápido y
considerando a los únicos que tienen derecho a cuestionarnos y exigirnos: el
Pueblo.
·
Si no demostramos que podemos
y sabemos gobernar, no sacaremos a nuestro pueblo del secuestro emocional en
que el madurismo lo mantiene como rehén.
Empecemos a demostrar
que sabremos gobernar y el Pueblo nos conducirá al Poder, porque sabrá que
somos una alternativa posible y real.
Si logramos eso, si
logramos volver a despertar una esperanza honesta que nos movilice
políticamente, no habrá militar ni empresario honesto que no quiera apoyar el
cambio político.
Ha llegado otro momento
de transformar la manera de tomar las decisiones, escuchando al Pueblo pero
también teniendo el valor para asumir la conducción de su fuerza y de sus
deseos.
Nos corresponde
hacerlo. Y estoy seguro de que será tan rápido y tan bueno como decidamos.
¡Dios bendiga a nuestra
patria Venezuela!
07-10-18
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