CEV 23 de agosto de 2019
@CEVmedios
Monseñor
José Luis Azuaje advirtió que si se cierra la posibilidad de una salida
pacífica y se “arrincona al pueblo”, cualquier cosa puede suceder en Venezuela.
La
Iglesia católica ha sido clara al denunciar que Venezuela vive bajo un régimen
de facto que no respeta las garantías democráticas ni la dignidad de los
ciudadanos. Señalan a Nicolás Maduro, y a su régimen, como el principal
responsable de la crisis que atraviesa el país.
Por
ello, en su más reciente Exhortación Pastoral, la Conferencia Episcopal
Venezolana (CEV) lanzó una advertencia: "Las actitudes de prepotencia,
autoritarismo y abuso de poder, así como la constante violación de los derechos
humanos, van acumulando sobre sus autores un rechazo que las generaciones
futuras les reclamarán. En cierto modo resulta suicida seguir insistiendo
tercamente en un camino de autodestrucción que se volverá contra sus
promotores. La Iglesia no alienta los deseos de venganza ni las retaliaciones,
pero tampoco promueve la impunidad de delitos que atentan contra la vida, la
dignidad humana y los derechos fundamentales".
En
medio de un escenario de incertidumbre, por la paralización de las
negociaciones que se realizaban en Barbados con la mediación de Noruega y la
revelación de conversaciones secretas entre funcionarios del régimen con
Estados Unidos, Infobae entrevistó a uno de los más importantes jerarcas de la
Iglesia venezolana, monseñor José Luis Azuaje, presidente de la CEV y Arzobispo
de Maracaibo.
—Hace
un mes el papa Francisco pidió que lo antes posible se llegara a un acuerdo
para poner fin al sufrimiento de los venezolanos. ¿Está Venezuela cerca de ese
acuerdo o luce cada vez más lejano?
—Ciertamente
el papa Francisco ha estado muy cercano a la problemática que vivimos en
Venezuela, bien sea cuando vamos a Roma o también a través de sus mensajes o
del señor Nuncio, nos expresa su preocupación. Pero también nos expresa el
hecho de que tantas oportunidades hemos tenido de poder resolver el problema y
no se ha hecho, lo que implica una falta de voluntad entre quienes deben asumir
estas responsabilidades. Por eso consideramos que aún falta mucho para que se
dé un acuerdo. Y sobre todo un acuerdo que tome en cuenta al pueblo venezolano.
No queremos un acuerdo entre élites, entre políticos, sino realmente que sea el
pueblo venezolano el que debe decidir. Por eso se deben retomar estas
conversaciones, porque es la única manera de solventar los problemas, pero
siempre con el criterio de ir a elecciones, porque no hay otro camino. El
camino que tiene el pueblo venezolano es ir a elecciones, pero de forma libre y
con todas las garantías democráticas de nuestra Constitución.
—Las
negociaciones en Barbados tienen ya dos semanas paralizadas desde que Nicolás
Maduro decidió levantarse. ¿Qué llamado le hace a Maduro?
—No
solamente es un llamado a Nicolás Maduro, sino un llamado a todos los políticos
para que asuman su responsabilidad, incluso el mismo pueblo venezolano, para
que en todo el proceso pueda participar. Las esperanzas se tienen siempre en un
cambio de régimen, no en otra cosa. El pueblo ha sido abandonado, aquí no
funciona nada. Lo último que ha pasado es que han colapsado los servicios
públicos, la electricidad, el agua, el transporte público, la vialidad. Todo es
un desastre. Casi podemos decir que hay ciudades como Maracaibo, donde yo vivo
y soy Arzobispo, que están en el abandono total. Entonces es difícil.
—¿Qué
puede pasar si no se retoman las negociaciones? ¿Se cierra la posibilidad de
una salida pacífica?
—Yo
creo que la decisión la tiene el pueblo venezolano. Nosotros hemos sido
golpeados brutalmente a través de la represión y también la carencia de todo lo
necesario para una vida digna. Pero a pesar de eso nos queda fuerza, nos anima
la esperanza de un futuro mejor. Y cuando Venezuela, el pueblo venezolano
siempre se ha propuesto realizar algo, pues lo hace. Pensamos nosotros que las
salidas pacíficas siempre están a la orden del día, pero no hay que arrinconar
al pueblo porque cualquier cosa pudiera suceder. Todos anhelamos que esto se
solucione pacíficamente, a pesar de que aquí en Venezuela están metidos grupos
de toda índole.
—¿Qué
opina de las conversaciones que algunos funcionarios del régimen están teniendo
con Estados Unidos? El embajador John Bolton afirmó que negocian a espaldas de
Maduro su salida del poder.
—Toda
conversación, diálogo, negociación o como se quiera llamar, que se haga en
favor del pueblo venezolano, es bienvenida. Pero repito, como hemos dicho los obispos,
debe tener una direccionalidad, que es entrar en un proceso electoral y
especialmente en un cambio de régimen. De lo contrario seguiremos de mal en
peor.
—El
Zulia es uno de los estados más golpeados por la crisis humanitaria y el
colapso de los servicios públicos. ¿Cómo se siente al ver el drama que padecen
sus feligreses, como Arzobispo de Maracaibo, y qué les dice para que no pierdan
la esperanza?
—Como
persona humana y como Arzobispo de Maracaibo realmente uno se siente triste,
por varias razones. Quienes conocimos a Maracaibo desde hace muchos años,
veíamos una ciudad en desarrollo, una ciudad muy calidad, no solo por el clima
sino sobre todo por el gentilicio, por la alegría de los zulianos. Hoy vemos
una ciudad oscura, donde en la calle se ve caminar a la gente como autómatas,
como personas sin rumbo, porque ven una fila de personas y se meten allí sin
saber qué están vendiendo, buscando encontrar algo.
Pero
también el colapso de los servicios públicos. Yo estoy viviendo en la Basílica
de la Chinita, que es nuestra patrona, y allí falla la luz, no llega el agua.
Muchas veces pasamos hasta un mes sin que llegue el agua a través de la
tubería. Muchas veces trabajamos con camiones cisternas que tenemos que
pagarlos. Al lado tenemos el hospital Chiquinquirá. En meses pasados tuvimos
que albergar en nuestro salón parroquial a 15 niños recién nacidos porque no
funcionaba la planta eléctrica y no había electricidad. Es una tragedia.
Entonces la sensación que uno tiene es de desgaste, de desesperanza. Pero
sacamos fuerza del Espíritu Santo y seguimos trabajando. Por eso hemos activado
Cáritas, hemos activado las parroquias y los grupos de apostolado desde un
enfoque de solidaridad y al servicio para los más necesitados, buscando todas
las ayudas posibles para poder paliar aunque sea al día una comida o un
medicamento, o una palabra de aliento.
—Como
presidente regional de Cáritas para América Latina y El Caribe, ¿cómo evalúa la
atención que ha brindado la comunidad internacional a la crisis migratoria?
—Nosotros
hemos sido siempre muy claros en agradecer a todos estos países, especialmente
en Sudamérica, que han recibido a los hermanos venezolanos. Las conferencias
episcopales de esos países, como también las Cáritas nacionales, diocesanas y
parroquiales, se han activado para acoger a los venezolanos. Y lo han hecho
tanto en el ámbito legal, como el auxilio humanitario, como también la ayuda
psicológica. Se han creado varios programas apoyados incluso por Cáritas
internacional y otras instancias de la Iglesia, para que los venezolanos puedan
llegar, adaptarse en ese país, entrar al mundo laboral y poder ayudar a su
familia que sigue en Venezuela.
También
Cáritas ha creado un Grupo de Amigos de Venezuela, que tendrá reunión a final
de septiembre, donde las Cáritas tanto europeas, americanas y de Centro y
Sudamérica se van a reunir para revisar lo que se ha hecho y diseñar nuevos
proyectos en bien de tantos hermanos que han salido del país como también de
los que están dentro del país, donde se sufre y se pasan muchas necesidades.
Nuestro agradecimiento a la comunidad internacional, todos los países y
gobiernos que han aceptado a nuestros hermanos, y han tratado de brindarles
protección, así como también a las conferencias episcopales y las Cáritas que
han brindado cobijo, nutrición y también atención de salud.
Prensa
CEV
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