Lester Toledo 30 de agosto de 2019
@LesterToledo
El
28 de agosto de 2016, en horas de la noche, el terror tocó la puerta de mi
hogar. Encapuchados armados, esbirros del régimen, portando armas largas,
martillos, mandarrias y todo tipo de herramientas para derribar cualquier
puerta u obstáculo, todo para hallarme y capturarme, se apostaron en la puerta
y, con un grito amenazante, expresaron “Si en 20 segundos no abren,
derribaremos la puerta”. Rodearon el edificio en el que está mi apartamento en
Maracaibo, sembraron el terror en todas las familias que allí residían,
revisaron vehículos, pasillos, sometieron e interrogaron a mis vecinos para
intentar hallarme.
Ingresaron
a mi hogar armados y encapuchados, allí estaba mi esposa, acompañada de mis
suegros, vaciaron gavetas, no hubo rincón que no revisaron ni desordenaron a su
paso, y presenciando todo ese terror estaba Amanda Patricia, mi hija que para
aquel entonces apenas tenía dos años. No entendía lo que pasaba, Amanda lloraba
de miedo al ver a esos hombres encapuchados que gritaban el nombre de su papa y
amenazaban a su mamá.
Esa
noche fue el primer día en resistencia de esta lucha que inicié en los pasillos
de mi Alma Mater, la Universidad del Zulia.
Fueron
horas de soledad en medio de la clandestinidad, de conflictos personales, de
dolor por toda la persecución y las amenazas en contra de mi familia, de duras
decisiones, de trazar el plan para mantener la línea dura contra el régimen.
Sabía
que entregarme en ese momento, cuando ya se había orquestado toda una campaña
en mi contra, con expedientes montados, llenos de testimonios anónimos de
presuntos paracos pretendiéndome involucrar en planes terroristas y magnicidas,
no era una opción, porque entregarme al régimen podría significar mi muerte.
Por ello tomé la decisión del exilio forzoso para hacer resistencia desde el
exterior.
Permanecí
en territorio venezolano y en clandestinidad durante 85 días, hasta que logré
salir para contactar a las autoridades internacionales que me brindaron su
amparo y con quienes estaré eternamente agradecido.
En
esos 85 días tracé mi ruta de resistencia y a ese plan me he aferrado, más
fortalecido que nunca en esta lucha que millones de venezolanos emprendimos en
contra del régimen criminal de Nicolás Maduro Moros.
El
21 de noviembre de 2016, luego de meses de vida clandestina pero no de
silencio, fue mi primera aparición pública. Ese día di a conocer la agenda que
me llevaría a una incansable gira internacional por más de 20 países y
organizaciones internacionales. Con un único discurso: evidenciar la realidad y
el sufrimiento de los venezolanos, procurar ayuda humanitaria, abogar por los
presos políticos y enlazar todos esos apoyos en función de lograr el fin de la
dictadura.
Así
estuvimos en El Vaticano, el Parlamento Europeo, la CIDH, en el Parlamento
español y el italiano, concertando reuniones y encuentros con mandatarios y ex
mandatarios de naciones demócratas, fueron días sin tregua y hoy -con orgullo y
humildad- vemos los frutos, porque esa lucha internacional que emprendimos un
grupo de venezolanos en el exilio, valió la pena y hoy lo vemos en el respaldo
internacional de más de 60 naciones al Presidente Legítimo de Venezuela, Juan
Guaidó.
Evidenciar
la aguda crisis que atraviesa nuestro país y procurar que esta ayuda llegue a
manos de nuestros hermanos más necesitados, es también una forma de
resistencia. Porque estar en resistencia implica no desmayar en la labor de
decir la verdad, de llamar las cosas por su nombre y acusar de dictador y
asesino a quien por años se ha encargado de hundir, en el más oscuro foso, a
nuestro amado país.
Intentaron
doblegarnos y callarnos, nos amenazaron con proferirle dolor a lo más sagrado,
nuestra familia, nos inventaron expedientes y acusaciones, acosaron a los
nuestros, pero a pesar de todos esos intentos, aquí estamos, con nuestra voz
que es la voz de nuestros hermanos, de los que emprendieron rumbo a otro país
para sobrevivir, de los que fueron asesinados por este régimen, de los que
están en las mazmorras solo por el hecho de pensar distinto y reclamar un país
mejor, en nombre de esos padres que salen todos los días a rasgarse los
bolsillos para intentar comprar alimentos y medicinas para sus hijos. Aquí está
nuestra voz y no nos callaremos, ni nos callarán.
La
misión no ha culminado, cuando logremos el cese de la usurpación de forma
definitiva, ese día dejaremos de resistir y luchar en contra de esta dictadura
para comenzar así la reconstrucción de nuestra Patria. Hasta entonces,
seguiremos registrando los días, meses y años para saber cuán cerca estamos del
final, ya van tres años en resistencia, ¡Seguimos!
Lester
Toledo
@LesterToledo
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