Por Luis Ugalde S.J.
Los
venezolanos clamamos salir de esta agonía y reconstruir la vida. Las
elecciones libres y la democracia son un componente necesario de ese cambio
nacional.
Por el contrario, el
régimen se aferra al poder y propone elecciones para no cambiar: el
Ejecutivo ordena y su Tribunal Supremo cumple nombrando un CNE dócil que
expropia los partidos AD, Primero Justicia y COPEI y los entrega a amigos.
Voluntad Popular, Nuevo Tiempo, y cualquier otro que sea necesario, están en
lista de espera para la intervención. Con esto se logra dividir a la oposición
y empujar a la mayoría a la abstención. Lo importante es ir a elecciones
parlamentarias sin riesgo de perderlas.
Esto luego de que al
régimen le fallaron este año todas las otras maniobras para asaltar a la
Asamblea Nacional, única instancia democrática legítima y fuera de su control.
Tomar la AN electa y anular a su presidente Guaidó respaldado por la unidad de
la mayoría opositora, era y sigue siendo el objetivo.
En dictadura sin salida
En la población hay
cansancio político y la muchedumbre, atrapada por graves y vitales urgencias
socioeconómicas no ve salida. Hace un par de meses muchos opositores se iban
convenciendo de la conveniencia de ir a elecciones parlamentarias, aunque las
condiciones no fueran las deseables. Fuera del gobierno y de la oposición
frontal había políticos – curtidos en batallas pasadas, aunque ahora con poco
apoyo-, dispuestos a tejer con el régimen un camino electoral, rechazado por
los partidos opositores más significativos. Unos colaboradores de buena fe, y
otros dispuestos a dejarse convencer por los argumentos típicos de regímenes
dictatoriales sin escrúpulos. Pero el régimen ha impuesto su trocha electoral
con extremo y tiránico descaro, dejando en mal lugar a sus colaboradores
nacionales e internacionales. Maniobra tan desvergonzada que ni en Europa ni en
América ha habido un solo gobierno amigo del régimen que se haya atrevido a
apoyar el nuevo CNE, ni a la expropiación de los partidos políticos decretada
por el Ejecutivo y ejecutada por el Judicial. De la decena de simpatizantes del
régimen en la OEA, ni uno solo tuvo el cinismo de votar a favor de esta
maniobra del régimen: unos se abstuvieron y otros se ausentaron.
El régimen, cercado y a
la desesperada, juega sus cartas dictatoriales a la cubana. Su actual descaro
dictatorial nos parece coherente, pues para ciertos “revolucionarios” las
votaciones no son soberanas, sino simulacros para mantenerse en el poder; y un
“revolucionario” no comete la estupidez de debilitarse con la división de
poderes, ni entrega el poder por unas elecciones burguesas.
A finales de 2015, la
oposición unida logró un triunfo rotundo y la mayoría absoluta de la Asamblea
Nacional. Se prendió la luz roja y el régimen de inmediato se dedicó a anular
los efectos de esa derrota, que no puede volver a ocurrir. El Ejecutivo
atornilló su Poder Judicial (TSJ) y para mayor seguridad creó ilegalmente la
Asamblea Nacional Constituyente (ANC) 100% del régimen; no para hacer una nueva
constitución sino para tener un garrote “supraconstitucional” capaz de anular
todo poder constituido indeseable. El Ejecutivo con sus dos brazos TSJ y ANC ha
ido dando bastonazos para anular todo, mientras con su brazo policial y armado
ha aumentado la persecución política. Pero, hasta ahora, no han podido eliminar
la AN y a su presidente Juan Guaidó, aunque sí los han frenado. Pero ahora, in
extremis dejan el pudor político y están haciendo las cosas para controlar
la próxima elección parlamentaria.
¿Qué hacer para cambiar
y reconstruir el país?
Toda la lógica anterior
parece empujar a la abstención de los demócratas. Algunos pensarán que no es
tan grave, pues en dictadura estamos desde hace dos décadas. Otros piensan que
hay que votar, pues sin AN y sin Guaidó como legítima referencia nacional e
internacional, los demócratas quedarán descabezados, ignorados y sin asidero
institucional.
El simulacro electoral
bajo inteligencia y mandato cubano es para no cambiar sino atornillar el actual
infierno donde 60% de los venezolanos no tiene con qué comprar comida, el
bolívar se empequeñece con la superinflación, agonizan las empresas al 30% de
su producción y no hay inversión pública ni privada; los centros de educación
están cerrados y los servicios públicos en estado catastrófico… Como dicen
los obispos, esta inhumanidad de país “no es moralmente aceptable”. Los
venezolanos estamos sometidos a un estado de guerra y no podemos pensar
ingenuamente que se debe al COVID-19.
Mientras la dictadura
se va endureciendo y la oposición es perseguida como nunca antes, los países
democráticos del mundo no la van a complacer con el cese de las sanciones
internacionales, ni colaborar con abundante lluvia de ayudas e inversiones que
son imprescindibles para la reconstrucción.
La elección libre y
democrática no es una oferta de la dictadura, sino una exigencia de la
democracia y una condición indispensable de un nuevo gobierno de cambio y unión
nacional para la reconstrucción con otro modelo y con el necesario apoyo
internacional. Por ahora, sigamos presionando y exigiendo elecciones
verdaderamente libres en condiciones suficientes, aunque no sean las ideales.
Unión, movilización y clamor nacional para el cambio y la reconstrucción
inclusiva. Dentro de unos meses veremos cómo evoluciona este infierno y qué
salidas se abren.
02-07-20
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico