Por José Rafael
Hernández
Nuestro país, lo
concebimos como el pueblo que sacrificó el 40 por ciento de su población para
liberarse y liberar a un conjunto de países de nuestra América.
Un país que asumió la
defensa de los países no desarrollados desde una perspectiva propia. Con participaciones
concretas en defensa de los nuestros. Contadora, No alineados, Antidictaduras,
a favor de los pueblos de nuestra América, solidarios con los menos favorecidos
del continente.
Muchas veces, nuestro
país asumió la solidaridad con nuestros hermanos del mundo, a favor de petróleo
en condiciones favorables, aportes frente a desastres naturales, defensa de
causas como el canal de Panamá y contra de medidas tomadas por centros de poder
del signo que fueran.
Creímos que éramos una
democracia sólida y asumimos la defensa de las libertades y democracia en
cualquier lugar del mundo.
Creímos que éramos una
civilización sin mayores problemas que nuestro desarrollo. Que teníamos una
fuente permanente de recursos para manejar el camino hacia el desarrollo. Muchas
cosas se asumieron como Becas para miles de estudiantes (Mariscal de Ayacucho),
autopistas y construcciones sanitarias en todo el país, subsidios para
productos básicos de la población, millones de bolívares para financiar a los
empresarios productivos. Era (según nosotros) una riqueza que provenía del
petróleo y nos permitiría avanzar hacia un país de primer mundo.
Pero nuestros propios
errores se aparecieron. No nos renovamos en las cosas por hacer ni quiénes lo
asumirían. Comenzamos a golpearnos a nivel interno en los partidos, impedimos
que los más jóvenes asumieran las conducciones de los partidos, nuestras
fórmulas de hacer las cosas comenzaban a repetirse. Y, entonces…, y entonces…
Apareció un flautista
de Hamelín. Todo era culpa de los partidos que habían conducido el país y
“todas las cosas se van a resolver” desde su perspectiva: Todo lo solucionaría
si los apoyábamos…Y, entonces…, y entonces
Comenzó un período en
el que nada se ha resuelto. Todo está en las peores circunstancias de nuestra
historia reciente: Sin agua, sin luz, sin teléfonos, sin gas, sin gasolina, sin
empresa petrolera relevante, sin alimentos, sin salud. Muchas enfermedades
otrora erradicadas comenzaron de nuevo a aparecer: mal de Chagas, fiebre
amarilla y un etcétera larguísimo.
Nuestras tallas
comenzaron a encogerse de nuevo. No solo por la dieta obligatoria del no acceso
a alimentos básicos, sino por comer una serie de asuntos que no nos dan la
variedad que nos alimenta y fortifica.
El populismo prometió
pero lo que siempre pasó, no cumplió. Nos engañaron como sociedad
Entonces comienza a
destacarse un conjunto de cosas que antes no veíamos o nos hicimos los locos.
Mucha gente no quiere trabajar, que todo me lo merezco, que me deben garantizar
todo, sin esfuerzo, esperando un bono, un regalo, un decreto…
No éramos una gran
sociedad, muchas de estas cosas estaban ocultas en los ruidos de una sociedad
que quería echar pa´lante.
Luego que salgamos de
la tragedia en la que nos encontramos, necesitamos de nuevo valorar nuestros
papeles como sociedad, necesitamos ubicar como prioritario el trabajo (no
el petróleo), que el futuro de nuestro país depende de los aportes de
todos en sus tareas ordinarias, y ser un país donde entendamos que lo
importante son las personas y sus aportes.
Los recursos deben
aportar adicionalmente en la construcción de una sociedad mejor para todos,
democrática, pluralista, tolerante, con esperanza, con largo plazo para todos,
solidaria tanto externa como internamente, una sociedad que cuando pensemos en
ella, no podamos sino sonreír, por lo grande que será para nosotros, nuestros
hijos y nietos. Sonreír…
10-07-20
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