Por Ramón Guillermo Aveledo
La política, como la
vida, nos plantea constantemente cosas nuevas. No puede el líder político o
quien quiera serlo, dar por permanente e inmodificable lo conocido. En la vieja
caja de trucos del lugarcomunismo discursivo está eso de “la política es
dinámica”, tan ripioso como poco comprendido, porque el dinamismo de lo
político no es un pretexto para el camaleonismo, como se lo usa con viciosa
frecuencia, sino un dato real acerca de la naturaleza de los procesos sociales
y por lo tanto, los relativos a la conquista, preservación y ejercicio del
poder. Ejercicio que es sobre todo, repitámoslo aunque suene ideal, un
servicio.
Las relaciones
internacionales mostrarán una marcada tendencia a cambiar a raíz de la pandemia
del COVID 19. No me refiero a las elecciones presidenciales estadounidenses a
celebrarse en unos días. Deliberadamente me he abstenido de analizarlas en mis
artículos, básicamente para ahorrarme discusiones inconducentes, aunque las siga
con la atención que merecen. Pero la cosa mundial es bastante más sencilla y
mucho más compleja.
La expansión universal
del Coronavirus tiene un impacto enorme que debe proyectarse durante un buen
tiempo. Ha afectado la salud y la vida de millones, no son pocos los que la han
perdido. Pero sus secuelas se notan ya en las economías nacionales y desde
luego en la global, en términos de producción, trabajo, acceso a bienes y
servicios, costo para producirlos y para adquirirlos. Eso, cómo no, presenta
nuevas exigencias a los gobernantes y a quienes quieren serlo. Las prioridades
mundiales cambiarán. Los líderes tendrán que volcar su atención a esos reclamos
y los que la ocupaban pasarán a un plano menos importante.
En Venezuela tendremos
una elección parlamentaria estéril en diciembre. El grupo en el poder se ha
empeñado tercamente en su realización contra todo elemento de lógica objetiva
sanitaria, social y de política interna e internacional. Estéril como en el
diccionario “que no da fruto o no produce nada”. Pese a los esfuerzos de
venezolanos y la insistencia de la Unión Europea, de realizarse los comicios
estaremos en una de esas típicas situaciones suma cero para los actores y resta
mucho para nuestro pueblo.
Enero trae un paisaje
de nuevos retos para una oposición que precisa superar la división y la
debilidad cuando la sociedad reclama más un cambio. Ese “éxito” del poder,
escasamente atribuible a méritos salvo los de la trapacería, es ventaja inútil
cuando el país se va tornando cada vez menos gobernable. Que la política
alternativa se reinvente es imperativo, porque apostar a la prolongación
indefinida del status quo es tan supersticioso como confiar en las pócimas
mágicas del socialismo del siglo XXI. Y el nacimiento de un liderazgo nuevo no
ocurre por arte de magia ni emerge como la Venus de Boticelli. Hay que
atreverse a promoverlo sin sentarse a esperar por él, porque tomará un tiempo
que no tenemos.
“De las cosas
nuevas” Rerum Novarum, tituló León XIII su encíclica que en 1891
planteó la cuestión social, desde entonces una constante en la doctrina social
de la Iglesia católica que acaba de revisitar Francisco en Fratelli
Tutti “Hermanos todos”, con una visión actualizada de la
globalización, la nueva pobreza, la falsa promesa de protección “mafiosa” a los
indefensos, las migraciones. Reivindica la humanidad y su destino común en
responsabilidad fraterna.
Nutritivo alimento para
un reformismo audaz capaz de ser esperanzador, como el que debe alentar al
liderazgo. Materia prima para reflexión y acción urgentes.
11-10-20
https://elnuevopais.net/2020/10/12/ramon-guillermo-aveledo-dinamismo/
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