Por Marta de La Vega
“Es un insulto a su
humanidad que el hombre
no invoque en su mente una
imagen concreta
de su propio yo ideal, de su
entorno ideal,
que él se propone como
misión reproducir
externamente”. R. Tagore,
1932 [2012].
El título del libro de
Martha Nussbaum encabeza este texto. Su subtítulo interrogativo nos plantea un
tema crucial para la política, para la vida social y personal: “¿Por qué el
amor es importante para la justicia?” El campo de las emociones es parte de la
ciencia política actual, es objeto de estudio en relación con la dinámica del
poder y comportamientos políticos, así como instrumento en el desarrollo de
motivaciones, actitudes valorativas y acciones estratégicas.
Emociones políticas, por Martha Nussbaum
Los más recientes
avances de la neurociencia y la psicología empírica confirman que las emociones
no son fuerzas ciegas ni destructivas, ni pasionales, como pathos, como
sufrimiento pasivo y primario en su sentido etimológico griego, ni ancladas en
el inconsciente. Al contrario, siempre apuntan hacia algo, a la manera
“intencional” de la conciencia definida por Husserl. En las palabras de la
filósofa colombiana Ángela Calvo, “las emociones son sensores que nos advierten
de nuestra vulnerabilidad”.
Están vinculadas a
creencias y tienen un contenido cognitivo. Se refieren sobre todo al horizonte
que vislumbramos o al que pretendemos encaminarnos. Son juicios de valor sobre
metas u objetos deseables para la vida, que evalúan el mundo desde el punto de
vista de la propia persona, para la búsqueda de la autorrealización a la que
aspiramos en la acepción aristotélica de la “eudaimonía”, de la plenitud, de la
vida buena. De lo que, para esa misma persona, es una vida que vale la pena.
El eudemonismo –dice
Nussbaum– no es egoísmo. Más allá de considerar que otras personas tengan un
valor intrínseco, quienes nos despiertan emociones hondas son aquellas con las
que estamos conectados, los que desde nuestra imaginación expresan lo que es una
vida valiosa, aquellos individuos que nos importan, porque son parte de
“nosotros” mismos; los que, según ella (p. 25), forman nuestro “círculo de
interés” o de preocupación.
Aunque experimentamos
las emociones de manera singular e intransferible, ellas se forjan socialmente.
“Todo ideal político está sustentado por sus propias emociones políticas” (p.
143). Un Estado de tipo autoritario, agrega Nussbaum, ya sea del nazismo alemán
o del fascismo de Mussolini, ya sea de organizaciones sociales ultraconservadoras
de hoy, no solo van a incitar un orgullo patriotero y un culto a los héroes
sino el miedo a “la disidencia solitaria” y el odio a grupos caracterizados
como “inferiores” o “subversivos”.
Emociones negativas
como el odio, la envidia, el asco y el miedo desbaratan los esfuerzos por
motivar políticas buenas, positivas y estables en las naciones que aspiran a la
justicia, la inclusión y maximización de las capacidades humanas.
Hemos sido socializados
en el miedo que, en una cultura de talante punitivo, no proactivo, forma parte
del círculo vicioso de las emociones que bloquean la deliberación racional, que
se fundan de manera narcisista en el despliegue de la acusación del otro, que
se empeñan en encontrar culpables y chivos expiatorios para no asumir la propia
responsabilidad. Al contrario de la “emoción solidaria” o la “simpatía”, que
comportan un gran valor político, el miedo genera ira y odio contra el
otro; este deja de ser mi “prójimo”, mi “semejante” para convertirse en el
“extraño” o “ajeno”, en mi potencial enemigo.
La política del miedo
impide la inclusión del otro, la democracia, la libertad crítica. Genera la
ruptura de la confianza, desgarra el tejido social y atomiza la cohesión
indispensable para que las sociedades alcancen metas comunes.
En cambio, si el amor y
la compasión son extendidos como emociones públicas, dice Nussbaum, “la
aspiración creativa a algo mejor es un rasgo clave de la mayoría de las
sociedades que tratan de ser decentes y justas” (p. 145). “Queremos vivir en
paz”, así titula la artista Laura Guevara, convertida en reportera ciudadana,
su poderosa canción video de protesta cívica y amor por la libertad y dignidad
de la gente.
Creada con altísima
calidad estética y gran fuerza semántica durante las protestas pacíficas de
2017 en Caracas a favor de la democracia, este himno a la civilidad y lucha por
los derechos impulsa “la cultura de la esperanza”. Alienta a los ciudadanos a
experiencias emocionales públicas basadas en el respeto y la reciprocidad.
A la antípoda, el
“lodazal” que fue la gira del diputado Parra por Europa y Colombia para
defender a Alex Saab, puesta recientemente a la luz, despierta repugnancia y
asco; revela la degradación de la política, el descaro y la inviabilidad de su
proyecto. Disociados lo ético de lo político, las tendencias negativas de las
emociones públicas se imponen.
13-10-20
https://talcualdigital.com/emociones-politicas-por-marta-de-la-vega/
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