Por Luisa Pernalete
Victoria estaba
pequeña, unos 5 años. Cuando su madrina la visitaba, jugaban a las “vecinas”.
Ella le llevaba en el coche su muñeca a la “vecina” y le daba este recado:
“Vecina, me cuida a mi hijita. Le da su medicina y su merienda”. Daba una
vuelta y regresaba: “¿Cómo se portó? ¿Se tomó la medicina? ¡Muchas gracias
vecina!”. Victoria cuidaba a su hija/muñeca y buscaba ayuda en gente de
confianza. Cuidaba, daba agracias a su vecina, que hacía de cuidadora temporal.
Esta anécdota, real, me
sirve de introducción para estas líneas sobre la importancia y necesidad de
“cuidar a los cuidadores”, a ese sector de la sociedad que cuida de otros. Me
refiero a los que trabajan en centros de salud -médicos, enfermeras y todo el
personal-, hablo de los educadores y también de los padres de familia.
Podríamos incluir también a los sacerdotes y religiosas. Hay que valorarlos y
cuidarlos, porque son muy importantes.
Empecemos por el
personal que labora en hospitales y afines. Están en esta pandemia en primera
fila curando a la población no sólo por el coronavirus, pero sí especialmente
por esta pandemia. Aunque parezca obvio, lo repetimos: requieren de equipos de
bioseguridad para evitar contagiarse, servicios en los centros -agua, luz- y
también de salarios decentes, para que se puedan ocupar de los pacientes sin
estar pensando en cómo mantendrán a la familia. De su cuidado depende mucha
gente. Es responsabilidad del estado cuidarles. Aunque es bueno mencionar que
hay ONG que han estado cooperando con ellos, como Médicos Unidos, mencionemos
también a “Prepara Familia”, que hace cosas lindas para apoyar al personal del
JM de Los Ríos, por dar algunos ejemplos, pero es el Estado quien tiene la
última y máxima responsabilidad.
En cuanto a los padres
de familia y los educadores, les digo que hay que autocuidarse. Nuestra salud
mental, en realidad la de toda la población, está siendo afectada por la
situación, no sólo por la pandemia -todos corremos el riesgo de ser
contagiados, ya todos conocemos alguna persona que ha sido víctima del
COVID-19- sino por la situación venezolana de antes de la cuarentena, con su
emergencia humanitaria compleja, con el agravamiento en muchos aspectos en
estos últimos meses, como el tema de la escasez de combustible, los apagones
cada vez más frecuentes que alteran nuestra cotidianidad y la falta de gas y de
agua, sólo por mencionar algunas de los aspectos que nos generan estrés
continuo. Quiero recordar que no podemos seguir acumulando cortisol, esa
sustancia que genera nuestro organismo cuando estamos estresados. Un poco de
estrés no siempre es malo, pero cuando es permanente, nos daña, la salud mental
y la física también. Así que hay que aprender, entre otros: relajarnos durante
el día, respirar profundo, hacer ejercicio físico, no encadenarnos con
noticieros y redes sociales cargados de malas noticias, arreglarnos y
alabarnos… Conviene sonreír y reírnos. Una amiga mía suele mandar en las
tardes, por Whatsapp, “la dosis diaria de risa” a sus amistades, y ¡hay que ver
cómo se lo agradecen! Practicar el buen humor, pues, que debe usted saber, se
puede enseñar y se aprende. Estar ocupados, pero no recargados, y para ello hay
que saber decir que no de vez en cuando… Ayuda también escuchar música suave,
bailar aunque sea con uno mismo…
Si nos ocupamos de
nosotros, podemos ayudar a otros; de otra manera seguramente terminaremos, como
mínimo, dando malas respuestas a quienes se nos acerquen, o poniendo mala cara
a los que nos rodean, y pagando con ellos nuestras angustias y emociones
desbordadas. Administrar las emociones, no reprimirlas, pero sí administrarlas
para que no nos dañen y no dañen a otros.
Algo que también
recomiendo, y que a mí me ayuda mucho, es ver con los dos ojos: los dramas con
uno y las velitas en medio del apagón con el otro. Las cosas buenas que pasan a
nuestro alrededor, difundir buenas noticias por pequeñas que sean, saber
valorar lo bueno que hacen otros y decirlo en lo posible, eso nos cuida porque
cultiva la esperanza. Le invito a ser miembro de la AAM: Asociación de la
Alabanza Mutua, que tiene como principio, “alabaos los unos a los otros”,
alabar, no adular. ¿Qué le parece? ¿Se anima?
Un consejo especial
para los educadores. Me temo que por falta de experiencia en esto de la
Educación a distancia, se sigue sin explicar suficientemente lo que se quiere
enseñar y recargando de “tareas” a los estudiantes. Recuerden que más tareas no
significa más aprendizaje. La escuela no puede ser un factor más de estrés para
las familias. No es de extrañar que tantos padres estén desconfiando de la
educación a distancia. Según dice una reciente investigación de Cecodap, el 72%
de los encuestados no confía en esa modalidad.
Un recuerdo más sobre
la necesidad de cuidar a los educadores: además de cuidarnos nosotros mismos, y
de trabajar en equipo, hay que insistir en la urgencia de dignificar su
salario. No se pueden seguir exigiendo actos de heroísmo permanentemente a los
maestros, con salarios de entre 2 y 6 dólares mensuales. La letra con hambre ni
entra ni se enseña. Esos salarios miserables son para mantenerse deprimidos y
si nos quedamos sin maestros, nos quedamos sin educación.
La cuarentena se va a
prolongar. Cuidarnos, cuidar y exigir cuidado es necesario.
09-10-20
http://www.correodelcaroni.com/opinion/7155-hay-que-cuidar-a-los-cuidadores
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