SJ. Luis Ugalde 07 de enero de 2021
Si yo fuera miembro de la cúpula dictatorial no
estaría simulando triunfos, ni haciendo esfuerzos inútiles para envolver la
tragedia en papel de regalo. Un régimen que ha llevado a la pobreza de ingresos
a 90% de la población y está enfrentado a los países democráticos y a los
organismos multilaterales, tiene mucho que preocuparse y poco que celebrar.
Perseguir, mentir y reprimir no garantiza un mínimo de política de bien común.
Por eso en las elecciones parlamentarias ni empujados aparecieron los más
de 10 millones que el régimen dice tener entre clapistas, patriacarnetistas,
milicianos, empleados públicos…y en la Consulta Popular, contra viento y marea,
silenciosamente millones de personas se movieron contra el régimen.
Con la pérdida del 80% de la economía en seis años,
con la superinflación indetenible y el bolívar y el sueldo real pulverizados,
con la desesperante ruina de la producción petrolera, de la gasolina, de la
electricidad y del agua y de servicios tan básicos como la educación y la
salud, es urgente e inevitable el cambio de régimen con acuerdos básicos
nacionales y un radical viraje internacional. No son números fríos sino
el grito desgarrador de millones de venezolanos que mueren de mengua y que
desesperados huyen del país (nos dicen que este año pasarán de 7
millones) a pesar de la intemperie que sufren en el extranjero.
La dictadura no puede continuar burlándose de la gente. Entendemos que a quien
preside el régimen y a su ministro de la Defensa que lo respalda con las
armas les cueste reconocer que en sus manos la esperanza de los pobres se ha
convertido en fábrica de hambrientos y que millones de chavistas están
desesperados por salir de esto.
Los partidos democráticos también tienen que nacer de nuevo si
quieren recuperar la credibilidad de la población. Nacer de nuevo anclados en
el corazón del pueblo significa: hacer suyos los dolores de ese 90% en pobreza
y los retos de miles de empresas productivas que se debaten entre el cierre y
el resurgimiento.
Los partidos no pueden renacer sino pegados al
sufrimiento de la gente y a sus luchas por la vida digna y el cambio, contando
con el imprescindible apoyo internacional de casi toda Europa y las dos
Américas. Todo lo que no sea unidad, sino interés partidista, es sentido por la
gente como abandono y traición de los partidos. Solo renacerán y se
relegitimarán unidos a los reclamos y luchas del pueblo.
El 6D la abstención masiva y el 12D el sí de millones
exigieron “elecciones presidenciales y parlamentarias libres, justas y
verificables”. Un nuevo gobierno democrático de acuerdo nacional sin
presos ni perseguidos que logre la confianza e inversión de muchos miles de
millones de dólares que el Estado venezolano no los tiene porque le fueron
robados por su “revolución”.
Pero este año seguramente habrá elecciones
municipales, regionales, referéndum revocatorio (¿?)…. Los demócratas, sacando
conclusiones inteligentes del 6D y el 12D, debemos exigir condiciones
electorales justas y prepararnos desde ahora para participar, ganar y defender
los resultados; no debemos responder convocando a la abstención sin hacernos
las preguntas: ¿cómo ayudaría a las presidenciales que los demócratas con
fórmulas unitarias ganaran más de 200 municipios? ¿No sería la mejor forma de
movilizarse en las bases y reorganizarse unidos en temas locales y en luchas
sectoriales de protesta y reconstrucción? Lo del 6D y el 12D no
ocurrió con buenas condiciones democráticas electorales, sino a pesar de ellas.
Del charco de las dictaduras ilegítimas y sus instrumentos perversos no se pasa
a gobiernos legítimos sin participar ni mancharse los zapatos, como se demostró
en Chile, por ejemplo.
Comunismos que se derrumban. Pero algunos dicen que eso ocurre con las
dictaduras de derecha pero no con las marxistas que luego de décadas de
dictadura y adoctrinamiento logran modelar una especie de segunda naturaleza
sumisa y resignada. Pero no es cierto: El cambio ocurrió cuando muchos
intelectuales y analistas “científicos” defendían que era imposible que
cayera el Muro de Berlín, que se derritiera la Unión Soviética, que triunfara
la desarmada Primavera de Praga o que cediera el Bloque Soviético en Polonia o
Hungría. Así lo ratificaban las votaciones dictatoriales con más de 90% de
apoyo.
Entre nosotros algunos que sacralizan las encuestas
sostienen que la dictadura tiene garantizada la sumisión y la resignación de
una población obligada a sobrevivir fingiendo y agachando la cabeza. La razón
“científica” que exige evidencias se vuelve pesimista, pues la superficie
visible es sumisa. Pero ninguno de esos regímenes, ni el de Mao, lograron
apoderarse totalmente de la resistencia del núcleo profundo de la dignidad
humana y de sus aspiraciones trascendentes. La Primavera de Praga fue
aplastada por los tanques del Bloque Soviético en 1968, sus dirigentes
duramente reprimidos y la población obligada a esconder la cabeza. Pero 20 años
después brotó triunfante en la Revolución de Terciopelo y el inspirador Havel
Vaclav pasó de la cárcel a la presidencia de la República.
La otra sorpresa en casi todo el bloque soviético fue
que los crímenes de décadas de opresión no fueron seguidos de paredones de
fusilamiento y de persecución de los perseguidores. Toda la fuerza del cambio
se concentró en el renacimiento de la política plural. Personalmente no
comparto la “sabiduría” de quienes extrapolan una encuesta y dicen que aquí no
habrá cambio de fondo, pues el pueblo está resignado y dedicado a buscar
comida.
Militares misteriosos y sorprendentes
El hecho de que pudiera haber 10% de generales
cómplices y beneficiarios de esta dictadura y su corrupción no elimina al otro
90% de generales y mandos disgustados a quienes les duele el hambre de los
cuarteles y saben que con este régimen no hay vida ni futuro para Venezuela.
Con el plebiscito aclamatorio de diciembre de 1957 se
pensaba que el dictador venezolano contaba con pleno respaldo de las Fuerzas
Armadas. Quince días después se demostró lo contrario y pronto el dictador hizo
las maletas y huyó en el avión presidencial llamado “La vaca sagrada”. La
democracia nació de nuevo con políticos unidos y madurados en la persecución y
el exilio.
Luis Ugalde S.J.
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