Marta de la Vega 06 de diciembre de 2021
En la
toma de posesión de una gobernadora del PSUV, terminado el evento electoral del
21 de noviembre, Maduro aseguró que “la indolencia, la incapacidad, la
corrupción, la ineficiencia” eran peores en el país que “el bloqueo gringo”.
Reconoce que el colapso generalizado y la crisis múltiple que sufre Venezuela
son consecuencia de una dirección pública errática, improvisada e incompetente,
que a la vez se ha enriquecido por el saqueo del erario nacional, la desviación
de los dineros del Estado y la corrupción sistemática convertidos en mecanismo
de participación de quienes forman parte de la camarilla militar civil que
controla las instituciones y domina el poder.
No olvidemos que las sanciones internacionales a funcionarios del régimen comenzaron en 2019, mientras que el desastre al que ha sido conducida la República se agudizó a partir de 2013. Uno de los indicadores económicos que revela con mayor contundencia cómo ha crecido la pobreza, es la tasa de inflación.
Citado
por Jesús Casique, según el Banco Central de Venezuela (BCV) la inflación
acumulada desde marzo de 2013 hasta octubre de 2021 alcanzó 642.378.683.453%:
seiscientos cuarenta y dos mil trescientos setenta y ocho millones, seiscientos
ochenta y tres mil cuatrocientos cincuenta y tres por ciento.
El
desapego hacia el proyecto chavista, que fue esperanza para los más
vulnerables, ha sido evidente y así lo resintieron los cabecillas del
gobierno de facto, nada menos que en la cuna del artífice de la
farsa siniestra llamada “socialismo del siglo XXI”. “No vamos a entregar el
bastión de la revolución”, gritaba Iris Valera. Otro tanto vociferaba Diosdado.
Pero los hechos contradicen los deseos.
El
resultado en Barinas es elocuente. Porque, como destaca Freddy Superlano en
entrevista de Alonso Moleiro en el diario El País, “derrotar a los
Chávez en su feudo no tiene precio”. Fue, sin duda, el candidato ganador a la
gobernación, que rompió el poder hegemónico durante veintidós años de la
familia Chávez.
Su
victoria no declarada ha brillado con su propia luz por todas las maniobras del
régimen para impedir su proclamación, tanto la sustracción ilegal de algunas
actas en el municipio Zamora por testigos de mesa que se ve en una filmación
cómo se escabullen en la noche mediante escaleras puestas contra la pared
trasera del edificio donde hubo las votaciones, con la ayuda de militares, como
la suspensión del conteo, a la vez que la retención indebida de varias actas de
votación por parte de un general vinculado al “Plan República” que
supuestamente participa para custodiar la integridad del proceso electoral y
proteger su transparencia, pero, en la práctica, ha perdido la neutralidad que
le exige la ley; sus integrantes se han vuelto un actor político más,
violentando los mandatos constitucionales sobre la función de los militares y
la subordinación que deben mantener respecto de los poderes civiles, como
ocurre en toda democracia verdadera.
Por
último, uno de los poderes públicos del régimen, escrito en minúsculas, el
tribunal supremo de justicia, atropella y desconoce otro poder público,
igualmente en minúsculas, el consejo nacional electoral, al anular la victoria
del candidato de la Unidad democrática contra el derrotado Argenis Chávez,
gobernador en funciones y hermano del difunto presidente, por la supuesta
inhabilitación con la que había sido sancionado el ganador, sin que por
cierto el cne hubiera tenido noticia de ello.
Y, de
paso, pisotea al poder ejecutivo y al mismísimo Maduro, al desconocer la sala
electoral de dicho tribunal que este le había otorgado el indulto a Freddy
Superlano en agosto de 2020, al igual que a otros dirigentes políticos de la
oposición, acto que, además de público y difundido el video por todas las redes
sociales, fue publicado en Gaceta Oficial.
Para
colmo, el tsj usurpa funciones que no le competen, al ordenar suspender la
elección y repetir los comicios el 9 de enero de 2022.
¿Qué
significa esto? Ha habido excelentes análisis a los que remito al lector. Solo
quisiera destacar que algunos dirigentes políticos de las fuerzas democráticas
han sucumbido de manera miope al inmediatismo. Sin brújula y con muchos
mezquinos intereses por encima del interés general y del bien común. Una
dirigencia que no está a la altura de su responsabilidad histórica.
Rectificar
es indispensable para no perder de vista el propósito que nos convoca a todos
los que buscamos rescatar la decencia y el progreso. Recuperar la moral cívica,
escuchar a la gente, involucrar a la sociedad civil organizada que lucha por
consolidar una democracia participativa. Revitalizar el liderazgo; retomarlo
con altura y desprendimiento, hoy extraviado entre estériles rencillas
personalistas y egocentrismo inoportuno. Incorporar la ética a la política.
Marta
de la Vega
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