Luis Alberto Perozo Padua 13 de diciembre de 2021
@LuisPerozoPadua
No
pasan inadvertidos. Pese a la elegancia de sus trajes, su forma de hablar los
delata. Se nota a leguas que son extranjeros. Son educados e intelectuales.
Llaman la atención por las preguntas que formulan. Buscan ansiosos los
ingredientes de alguna receta extraña para los lugareños.
Son larenses, también son periodistas e historiadores. Ambos provienen de las aulas del tocuyano don Egidio Montesinos. En este momento se desempeñan como diplomáticos y se encuentran muy lejos de su patria.
Uno de
ellos ha estado escribiendo un libro sobre la esgrima moderna, obra de gran
valor para el acontecer citadino. El otro ha hecho anotaciones acerca de las
neurosis de hombres célebres, apuntes interesantísimos para la ciencia moderna.
Esta
mañana de 1891, muy fría en Liverpool, se les ve atareados en otra cosa. Hoy
cerraron sus libros y dejaron a un lado el trabajo intelectual.
Es
diciembre y ya casi no falta nada para el 24. Días atrás, entre sus
conversaciones, deciden celebrar juntos la Navidad y hacerlo a la manera venezolana,
para mitigar fríos y distancias. Así, se trazan la difícil tarea de hacer
hallacas. Por suerte, un trinitario tiene en pleno centro de Londres un abasto
donde se expenden productos tropicales. Allí consiguen el maíz, que terminan
pilando arduamente en un mortero de madera.
Una larga amistad
“…poco
frecuente en nuestros medios políticos e intelectuales, de una noble amistad,
mantenida a su alto nivel por espacio de años, desde la primavera hasta el
invierno, desde la juventud ilusionada hasta la madurez en fruto y la
ancianidad vigorosa…”.
Carta
de José Gil Fortoul a Lisandro Alvarado
La
histórica hazaña
Caminan
horas sin desviarse del plan. Nada los detuvo, ni la casi imposible prueba de
conseguir las hojas. Se valen de sus funciones consulares para tener acceso al
único lugar que albergaba, en rigurosa calefacción, la inhallable y costosa
planta: el Jardín de Aclimatación de Londres.
Franquean
un largo periplo burocrático que exige hasta la opinión técnica de la Sociedad
de Historia Natural para poder cortar cinco hojas de un plátano británicamente
custodiado.
La
proeza está a punto de consumarse. Asan con esmero las hojas en el fuego de la
chimenea y preparan el guiso siguiendo las indicaciones que sólo uno de ellos
-el mayor- conoce bien.
Para
darse ánimo silban un valsecito tocuyano tras disponerse a probar el portentoso
picadillo elaborado con carne de res y de cerdo, trozos de tocino y gallina. La
música les da suerte: está exquisito.
Al
instante uno amarra la décima y última hallaca de esta hazaña culinaria. Son
larenses, periodistas, historiadores y ahora aventureros de la cocina.
El
primero tiene 33 años de edad y se llama Lisandro Alvarado, aunque prefiera
presentarse como Perico el de los Palotes. El otro tiene 30 y se le conoce ya
como el doctor José Gil Fortoul.
Fuente:
Relato en Apuntes de Aníbal Lisandro Alvarado, hijo del preclaro
larense en su libro Menú-Vernaculismos. Edime, Caracas-Madrid, 1953 Pp. 44
y 45.
Luis
Alberto Perozo Padua
@LuisPerozoPadua
Publicado en 2007 por Freddy Castillo Castellanos en el blog Duelos y quebrantos http://wwwconuqueando.blogspot.com/2007/12/las-imponderables-hallacas.html?m=1
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