Por Mario
Villegas, 24/02/2013
Columna de Puño y
Letra
Por mucho que uno esté contra el llamado “paquetazo rojo” no parece nada
realista ni sensato suponer que la reciente devaluación del bolívar pueda ser
revertida en las actuales condiciones políticas, económicas y sociales del
país. La ruinosa estrategia económica gubernamental la hizo inevitable y el
ejecutivo debió dictarla tras evadirla y posponerla por un buen trecho. Así que
la devaluación del bolívar, moneda hoy más débil que nunca, ya entró en plena
vigencia y tiene toda la pinta de ser irreversible, sobre todo si se recuerda
que no pocos economistas y diversos factores privados del comercio y la
producción venían abogando en favor de ella y que no por casualidad ha recibido
el abierto respaldo del odioso y neoliberal Fondo Monetario Internacional.
Querámoslo o no, el bolívar devaluado está y devaluado se va a quedar.
Lo que se impone, en consecuencia, es demandar y luchar por más bolívares no
para el gobierno sino para el pueblo, fuertemente castigado en la satisfacción
de sus necesidades básicas.
Cuando oigo a calificados voceros de la oposición política, ciertamente
no todos sino más bien unos pocos, exigiendo al gobierno que eche para atrás la
devaluación, me parece estar frente a un planteamiento en la mayoría de los
casos ilusorio y en otros hasta insincero.
Es cierto que la lucha política y social encarna una buena dosis de
idealismo y de utopía, pero la construcción de las victorias populares aconseja
estar en sintonía con la realidad objetiva y orientarse siempre hacia metas
claras y viables.
Desde esa perspectiva, lo que a todas luces resulta recomendable es
organizar y promover la más amplia, masiva, pluralista y combativa movilización
de los sectores populares para exigir y conquistar un justo aumento general de
salarios y sueldos, y no sólo del salario mínimo, así como otras medidas que
restituyan en la mayor proporción posible el poder adquisitivo de los
trabajadores públicos y privados, de los campesinos, pensionados, jubilados,
estudiantes becarios y todas aquellas personas beneficiarias de programas y
misiones sociales.
Son muchos y variados los sectores afectados por el inconcluso
paquetazo, los cuales irán creciendo y diversificándose en la medida en que con
el tiempo se agudicen los efectos de la devaluación y en que se concreten otras
decisiones fiscalistas que benefician al insaciable aparato gubernamental, a la
manirrota burocracia pesuvista y a la voraz oligarquía que está recostada al
presupuesto público.
En consecuencia, son muchísimos los venezolanos susceptibles de
compartir y seguramente también de sumarse a un programa de luchas en favor de
sus justas e inobjetables reivindicaciones socioeconómicas.
Entusiasma saber que ya se vienen dando esperanzadoras aproximaciones
entre numerosos e importantes líderes sindicales y organizaciones laborales
autónomas de los más diversos signos políticos, incluidos fuertes agrupamientos
y liderazgos obreros vinculados al mundo del chavismo o provenientes de éste,
hoy día descontentos con las políticas antiobreras y antisindicales del
gobierno. Es evidente que tales acercamientos deben ser alentados y propiciarse
su extensión hacia otros escenarios y actores económicos y sociales
potencialmente capaces de plantarle cara a los feroces efectos de la
devaluación y demás medidas que pueda tomar el gobierno en el camino de
completar el bojote rojo. Y es que cuando se procede con base en los
principios, en la ética, en el reconocimiento y el respeto recíproco siempre
habrá espacio para los consensos.
Sembrar la ilusión de que la devaluación es reversible puede conducir a
la frustración y a la desesperanza de los sectores populares, pero la
convocatoria a luchar por el aumento salarial y otras medidas compensatorias
puede forzar al gobierno a dictarlas y, en consecuencia, dar paso a una
victoria popular aunque sea parcial. Victoria que a la vez podría comenzar a
ponerle límites a la funesta conducción económica del gobierno.
Publicado en la Edición Impresa del Diario 2001
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