Roberto Giusti Miércoles, 20 de febrero de 2013
@rgiustia
Por ahora el tono
amenazador y destemplado, indicador de que viene un proceso de radicalización,
quizás le quede grande al presunto sucesor y de allí la importancia de que la
oposición salga a la calle con su candidato ya
Los golpes de Hugo Chávez, incluso los
publicitarios (aunque todos lo son), como el de ayer lunes, suelen sacar a la
gente de la cama. La sorpresa, como hábito, sin embargo, no deja de serlo y
este hombre que siempre aparece, con alevosía y nocturnidad, en las madrugadas
oscuras, genera reacciones de todo tipo, desata todas las pasiones y obnubila
el entendimiento.
Que un enfermo como él regrese al
país, directamente de una unidad de cuidados intensivos, en La Habana, a una
habitación del Hospital Militar, no deja de ser comprensible. Al fin y al cabo,
en esas circunstancias, no hay nada como respirar el aire de la patria. Que los
jerarcas del Gobierno pidan serenidad a los fieles escandalosos, ya agolpados a
las puertas del centro médico, para que no perturben la tranquilidad del
enfermo, también resulta lógico. En los trances difíciles los excesos de amor
abruman al convaleciente.
No hay, entonces, qué asombrarse de
esta (re)vuelta clandestina y sigilosa, contrastante con aquellas de alfombra
roja, revista a la tropa y el tren ministerial en pleno de antaño. Tampoco
importan mucho las preguntas: ¿Vino en avión ambulancia? ¿Por qué ni una foto,
no se diga un video, de la llegada? ¿Será que no regresó y todo es un montaje?
Claro que llegó, pero el tema no es
ese, sino cómo llegó y en qué condiciones. Eso sí tiene el país derecho a
saberlo porque le afecta directamente y de ahí surgen varias interrogantes
válidas: ¿Se va a juramentar ahora sí para luego renunciar? ¿Ha decidido que se
decrete, de una vez, la falta absoluta y abrir las puertas a unas elecciones?
o, como creen algunos de sus seguidores, ¿está evolucionando favorablemente, al
punto de que se juramentará y volverá a asumir sus responsabilidades de Estado?
Posiblemente el último de los
escenarios sea el menos factible y todo parece indicar que Chávez va a tirar la
toalla y le dará luz verde a su delfín para que comience lo que ya comenzó: la
campaña electoral. El problema, sin embargo, es que el desempeño del pupilo ha
sido tan errático y tan poco prometedor, que aún reducido a una cama de
hospital, Chávez deberá sacar fuerzas de flaqueza para apuntalar a ese
candidato malazo que quizás resulte peor aún desde la presidencia.
Por ahora el tono amenazador y
destemplado, indicador de que viene un proceso de radicalización, quizás le
quede grande al presunto sucesor y de allí la importancia de que la oposición
salga a la calle con su candidato ya. Si después de Lenin sólo una feroz
dictadura permitió la continuidad del modelo soviético, aquí las elecciones son
la única forma de frenar lo que, hasta ahora, ha sido un régimen personalista y
con una vocación totalitaria contenida a medias por el país democrático.
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