Escrito por ÁLVARO VARGAS LLOSA el Feb 22nd, 2013
Si ningún líder viable hereda el manto de Chávez, el
futuro augura mucho desorden para la izquierda latinoamericana.
HUGO CHAVEZ
La condición exacta de Hugo Chávez
sigue siendo el acertijo churchilliano, un misterio envuelto en un enigma. El
presidente venezolano, que ganó su tercera reelección en octubre pasado y ha
estado hospitalizado en Cuba con cáncer durante diez semanas, se perdió su
propia ceremonia de investidura en enero. En su ausencia, el vicepresidente
Nicolás Maduro, el sucesor de Chávez designado a dedo, ha quedado a cargo del
gobierno por tiempo indefinido. Pero Maduro no es Chávez; carece tanto del
carisma como de la base de poder del combustible gobernante de Venezuela. Y
esto no entraña sólo un problema académico en Caracas: el interrogante que
atormenta a la extrema izquierda latinoamericana, a la que Chávez ha dominado
en la última década, es quién tomará su lugar.
En el ascenso de la izquierda política
en América Latina durante la última década, Chávez ha ocupado un lugar
preponderante. Políticos como Evo Morales, Rafael Correa y Cristina Fernández
de Kirchner tienen una enorme deuda de gratitud con Chávez por haber impulsado
la nueva oleada de populismo, la versión latinoamericana del socialismo. La
enfermedad de Chávez ha servido para poner de relieve esa deuda. “El
tema de salud del hermano Chávez no sólo es una preocupación del pueblo
venezolano, sino también de todos los pueblos antiimperialistas del mundo”,
expresó Morales en enero hablando detrás de un podio: “Todos somos Chávez”.
Pero el carisma y el malévolo genio político de Chávez no explican por qué ha
sido capaz de lograr tanta influencia regional. A través de un astuto uso de
los petrodólares, los subsidios a los aliados políticos e inversiones políticas
oportunas, Chávez ha asegurado su revolución bolivariana con dinero en
efectivo…y a montones. Pero esa eficaz constelación de dinero y demagogia ha
quedado ahora desalineada, dejando un vacío de poder que será difícil de llenar
para los herederos políticos de Chávez en el hemisferio.
NICOLAS MADURO
Varios líderes latinoamericanos
desearían suceder a Chávez, pero nadie reúne las condiciones necesarias: la
bendición de Cuba, una faltriquera abultada, un país con peso demográfico,
político y económico suficiente, un carisma potente, una disposición a asumir
riesgos casi ilimitados y suficiente control autocrático como para que él o
ella pueda dedicar un tiempo importante a la revolución permanente fuera de
casa.
Lo que vaya a ocurrir está en parte en
manos de Cuba. En tanto que Cuba ha convertido a Venezuela en su agente de
política exterior, los hermanos Castro necesitan que Caracas siga siendo la
capital del movimiento para conservar alguna vitalidad. Al tiempo que Cuba
depende de los cerca de 100.000 barriles de petróleo fuertemente subsidiados
que el régimen de Chávez le suministra todos los días, la nación isleña tiene
un control sobre el aparato de inteligencia y los programas sociales de
Venezuela. El propio Chávez reconoció el año pasado que hay cerca de 45.000
“trabajadores” cubanos manejando muchos de sus programas, aunque otras fuentes
hablan de un número bastante mayor. Esta fuerte conexión permite a Cuba ejercer
una influencia indirecta sobre varios países de la región. La influencia de
Caracas en América Latina proviene de Petrocaribe, un mecanismo para ayudar a
los países del Caribe y Centroamérica a comprar petróleo barato, y el ALBA, una
alianza ideológica que promueve el “socialismo del siglo 21”. La combinación de
los dos da a Caracas, y por lo tanto a La Habana, cierta autoridad sobre las
políticas de otros 17 países.
¿Qué significa esto para el futuro de
la izquierda? Básicamente que Cuba hará todo lo posible para apuntalar a
Maduro. El elegido de Chávez nunca será una figura venerada —sus talentos como
político son deslucidos— pero con el apoyo de La Habana y el control del dinero
canalizado a los líderes de la región conservará algo del manejo de Chávez. En
los últimos meses, él y lo que podríamos llamar el núcleo civil del gobierno
venezolano han tenido una presencia constante en La Habana, donde han dependido
umbilicalmente de la información proporcionada por Cuba acerca del estado real
de Chávez. Este cogollo se compone principalmente de Rosa Virginia, la hija
mayor de Chávez, su esposo Jorge Arreaza, quien también es ministro, Cilia Flores,
esposa de Maduro y procuradora general de la república y, por último, Rafael
Ramírez, el director del gigante petrolero PDVSA.
LA CLAVE DEL ÉXITO
Maduro ha efectuado la mayor parte de
sus anuncios políticos clave desde La Habana, a menudo flanqueado por algunas
de estas personas para consolidar su legitimidad dentro de las fuerzas armadas
venezolanas, donde tiene rivales, y por supuesto, de la izquierda
latinoamericana a gran escala. Por el momento, parece haber funcionado: la
izquierda de la región le prestó diligente apoyo a través de diversos
organismos regionales cuando la oposición denunció los arreglos que lo han
convertido en un presidente en funciones por tiempo indefinido. En una
declaración publicada por el Secretario General José Miguel Insulza, la
Organización de los Estados Americanos apoyó los arreglos constitucionales en
Venezuela a raíz de la ausencia de Chávez, provocando la ira de los MUD, la
oposición unida.
En todo esto la clave está en el
dinero a disposición de Maduro. Las ventas de la petrolera PDVSA, la vaca
lechera estatal que proporciona dinero al régimen, sumaron 124,7 mil millones
de dólares en 2011, de los cuales una quinta parte fue al Estado en forma de
impuestos y regalías, y otra cuarta parte se destinó directamente a una
panoplia de programas sociales. Este tipo de gestión produce pésimas finanzas,
razón por la cual la empresa precisa recurrir al endeudamiento para financiar
sus gastos básicos de capital, y hiere la productividad, pero sigue siendo
crucial para el régimen y la izquierda latinoamericana. El financiamiento de
los programas sociales en el país y los envíos de petróleo subsidiado al
extranjero, así como la entrega de dinero a varias entidades foráneas, son en
buena parte lo que hace de Caracas el epicentro de la izquierda. En
consecuencia, el apoyo que Maduro disfruta de Cuba y el dinero con que cuenta
compensan su falta de liderazgo.
Aunque la debacle económica de
Venezuela ha tenido un efecto debilitante sobre el sistema antes descrito, al
igual que la mala salud de Chávez, China ha ayudado a mitigar el impacto. El
Banco de Desarrollo de China y el Banco Industrial y Comercial de China han
prestado a Caracas 38 mil millones de dólares para financiar algunos programas
sociales, un poco de gasto en infraestructura, y compras de productos y
servicios chinos. Otros 40 mil millones han sido prometidos para financiar
parte de los gastos de capital necesarios para mantener el flujo de petróleo
comprometido con Beijing. El oxígeno proporcionado por Beijing otorga a Caracas
cierta capacidad para engrasar la maquinaria regional a pesar de la crisis
interna.
No obstante el apoyo de Cuba a Maduro
y el dinero del petróleo, seguirá habiendo una especie de vacío en la cima de
la izquierda latinoamericana después que el vicepresidente le tome la posta a
Chávez de manera permanente (suponiendo que sea capaz de consolidar su propio
poder internamente y defenderse de sus rivales militares). Otros líderes
latinoamericanos verán claramente un vacío por lo menos para ampliar su papel
si no pueden liderar del todo a la izquierda.
Fin
parte 1, continuara…
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