Por Vladimiro
Mujica, 14/02/2013
La
ausencia de un Churchill tropical contra el autoritarismo, puede ser suplida
con una dirección política colectiva y eficiente.
La
historia está llena de ejemplos en los cuales la unión de naciones; individuos
o grupos sociales, políticos, religiosos o étnicos, contra un adversario o
peligro común se produce no por la sabiduría de sus dirigentes o comunidades
sino por la brutalidad de la acción del adversario.
Un caso en cuestión es la unión de varias de las naciones europeas, y
posteriormente de los Estados Unidos, contra la amenaza del nazismo. Durante
años, los países europeos, predominantemente Francia e Inglaterra, ignoraron la
carrera armamentista y las agresiones de Hitler, al tiempo que Rusia sellaba un
pacto secreto de no agresión con Alemania. Al final fue la visión de Winston
Churchill, quién nunca se engañó respecto a las intenciones y la naturaleza
verdadera del nazismo, la que contribuyó de manera decisiva a que se produjera
la alianza que finalmente derrotó en la segunda guerra mundial al intento nazi
de dominación mundial. Pero es también indispensable entender que lo que
Churchill y otros líderes lograron, habría sido imposible sin poder utilizar
como argumento la naturaleza implacable de la amenaza fascista. Vender la idea
de una guerra es siempre muy difícil, pero fue la convicción de los líderes y
pueblos libres del mundo de que ya no era posible evitar la confrontación con
Alemania lo que produjo las acciones decisivas. La guerra tuvo un costo
horrendo, pero el mundo respiró aliviado, a pesar de las inmensas pérdidas,
cuando se derrotó al monstruo totalitario que amenazaba con dominar al planeta
por 1000 años.
En un ejemplo de dimensiones mucho más modestas pero también más
cercanas a nuestra propia historia. Uno podría argumentar que la crueldad
salvaje de Boves fue un catalizador muy importante en la unificación de los
ejércitos patriotas contra los españoles y en la comprensión que tuvo Bolívar
de que era necesario ganar a los llaneros para la causa independista, lo cual
explica muchas de sus conductas en relación a Páez. Yo he sostenido en varias
oportunidades que la usurpación de la figura de Simón Bolívar por la revolución
chavista es una profunda impostura. El personaje verdaderamente inspirador de
la gesta dirigida por Chávez no es Bolívar, sino Boves. El Taita fue un
caudillo producto del resentimiento y quien a pesar de no contar con los
recursos comunicacionales y propagandísticos de su contraparte contemporánea,
fue extremadamente eficiente en producir polarización y terror en la población
a través de sus acciones.
Los últimos actos de la usurpación bicéfala que dirige los destinos del
país en supuesta representación del presidente Hugo Chávez, cuyos destinos,
palabras y actos son controlados por los hermanos Castro desde La Habana, son
excepcionalmente brutales y están dirigidos a gobernar sin ambages a través del
miedo y la imposición. Las acciones contra los parlamentarios, la sevicia de la
respuesta de Nicolás Maduro al ruego de la hija de Simonovis, la pornográfica
conmemoración del 4 de febrero y la violación de cuanto resquicio de
institucionalidad queda en el país debe servir como una clara advertencia de
que el chavismo extremista está apuntando a eliminar lo que queda de espacio de
convivencia civilizada en el país. De hecho, todo parece indicar que nos
estamos avecinando a una etapa cuyo advenimiento le advirtió un funcionario
cubano a una querida amiga ante la pregunta de ésta sobre lo que se avecinaba
en Venezuela. La respuesta, palabras más, palabras menos fue brutal: En
Venezuela el chavismo ha conseguido cosas en poco tiempo y dentro de una
formalidad democrática que a los cubanos nos llevó años y solamente después de
mucha violencia. Estamos admirados de eso. Lo que sigue es salir de la clase
media que no apoya a la revolución: o se adaptan o se van del país. Lo
importante no es la exactitud de las palabras, de las cuales no puedo dar fe en
su detalle, sino de la esencia de su contenido: la siguiente fase de la
revolución apunta a hacerle insoportable la existencia a la parte de la
población que se opone al régimen. El asalto comienza contra la dirigencia pero
en verdad se dirige a quebrar la resistencia de los sectores democráticos.
Así las cosas, van quedando pocas dudas de que estamos ante una
encrucijada muy compleja en la cual se pueden estar jugando los destinos del
país en los tiempos por venir.
Paradójicamente, la acción implacable del chavismo puede tener el efecto
virtuoso de unificar a todos los sectores democráticos, eliminando, en la
práctica, las divisiones internas ocasionadas en buena medida no solamente por
la ausencia de consenso respecto a la caracterización del régimen, sino por la
ilusión de que era posible llegar a una solución mágica según la cual era
posible simultáneamente ganar la batalla contra el autoritarismo chavista y
alzarse con el liderazgo de la oposición.
La dura realidad está determinando que lentamente se produzca una
convergencia de todas las fuerzas, tradicionales y de nuevo estilo, que creen
en la democracia y la libertad.
Resta por transformar esta convergencia en una conducta política
eficiente que logre el milagro de la resistencia cívica y pacífica con cobrarle
sus profundos errores a la oligarquía chavista y reconciliar al pueblo
venezolano. En un sentido figurado, la ausencia de un Churchill tropical que
unifique a la nación contra el autoritarismo, puede ser suplida con una
dirección política colectiva y eficiente que termine por aprender se sus
errores.
Por supuesto, con una pequeña ayuda de los usurpadores, para que la
gente termine por entender lo que viene si no se actúa. En ninguna parte está
escrito cómo terminará esta historia y la dirigencia debe prepararse para
escenarios que pueden ser impredecibles y que se hagan posibles por los errores
que está cometiendo la camarilla usurpadora.
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