Por Carlos Romero M., 09/02/2013
A mis bisabuelos les correspondió vivir tiempos de la dictadura de
Gómez, en un país mucho más rural que el que hoy tenemos. La generación de mis
abuelos les correspondió el tiempo de la lucha y construcción de un sistema
democrático que garantizó 40 años de gobierno civilista y plural en Venezuela.
Luego le sigue la generación de mis padres que si bien a sus inicios vivieron
la dictadura perezjimenista, su desarrollo profesional y familiar le
correspondió en un país con Partidos Políticos, civilista, y democrático.
Mi generación -nací en 1973- le ha correspondido crecer en un país que
siempre ha vivido en crisis, la cual nunca supera, y por lo tanto, como
sociedad, como colectivo, no sabemos cómo es la Venezuela sin crisis. Soy una
generación que recibió un fuerte mensaje anti-partido y que contradictoriamente
ahora recibe un llamado también muy fuerte, sobre la necesidad de construir
partidos fuertes para defender lo que queda de democracia.
Viví el experimentó del intento de una reforma educativa durante mi vida escolar, estudié bajo un esquema de
educación básica, en la cual al inicio la evaluación era en base a domino o no domino una y otra materia, pero que luego retomó la evaluación tradicional del
1 al 20. En ese modelo me correspondió ver asignaturas como PASIN (Pensamiento
Acción Social e Identidad Nacional); PNI (Positivo, Negativo e Interesante);
Folklore del Táchira; Historia de Venezuela y del Táchira; Cátedra Bolivariana y
por ejemplo Física apareció en mí pensum educativo desde 8vo año, o 2 año de
bachillerato; en fin, el modelo educativo que se imponía fue diferente que el
tradicional que se cursaba en otros colegios, por lo tanto, no dudo que hoy mí
generación somos productos de varios modelos educativos.
En mí vida profesional me correspondió por eso que llaman “destino”,
asumir posición sobre el tema reforma educativa de hace unos años. Puedo decir
que hasta ahora he sido “conejillo de indias” y testigo de dos intentos y aún
la tarea de reformar la Educación está pendiente.
Acercándome a mis 20 años y en mí vida universitaria, descubrí lo que
era una medida de suspensión de garantías, y que las historias de los golpes y
alzamientos militares, no era sólo parte de los libros, sino que eran una
realidad concreta e inmediata. Eso sí, el 4 F y el 27 N, lo viví en San Cristóbal, donde la historia
fue más unos hechos vistos en TV que una realidad concreta.
Soy parte de una generación de abogados que nos tocó experimentar que
ante los problemas políticos, las soluciones son políticas, y la rigidez de una
Constitución no puede prelar sobre los la voluntad popular, así expresamente
señale mecanismos específicos para lograr reformas constitucionales que den
aire a una crisis política. Me refiero a la decisión de la Corte Suprema de Justicia
que abre el camino a la
Constituyente.
Entonces experimenté que las Constituyentes no eran cuentos de la
historia, sino que simplemente era parte de nuestra dinámica política, es
decir, lo llevamos en nuestro ADN como sociedad. Hoy nuevamente vemos cómo se
repite la tesis de la flexibilidad constitucional.
Voté NO por la Constituyente, simplemente porque no creía que esa era la
solución, pero la incapacidad de los partidos políticos por lograr consensos
para una reforma que estaba planteada desde el 92 nos llevó a esa
Constituyente. Hoy puedo decir que comprobé lo que mi abuelo me decía en
relación a la Constituyente como salida política de la crisis. Mi abuelo fue
constituyentista de 1947.
He crecido oyendo que “este año es peor que el pasado”, “este gobierno es el más corrupto de nuestra historia” y “este gobierno ha despilfarrado tanto
dinero como ningún otro en el pasado”. Además oí historias de Recadi, pero
por cosas del destino, padecí la dinámica de la OTAC (Oficina de Transacción Cambiaria)
y luego hoy Cadivi. Muchas historias he oído del control de precios a través
del Ministerio de Fomento hace 23 años y recientemente sobre el control de
Precios. Recuerdo los programas de TV en los que se analizaba la política
cambiaria y las entrevistas en noticieros donde los ciudadanos se
escandalizaban por el aumento del dólar.
Por último, soy de una generación que en nuestras partidas de nacimiento
dice que nacimos en un país organizado en Estados, éstos a su vez en Distritos
y éstos a su vez en Municipios. Es decir la Venezuela organizada en Estados y
éstos en Municipios data de los inicios de la década de los 80s y un poco más
de 20 año, nuevamente estamos ante un proceso de cambio que impone una nueva
organización política y territorial, que se extiende a una nueva dinámica en la
participación ciudadana en los asuntos públicos.
Soy parte de una generación que se ha formado en CRISIS. Nuestro reto
salir de ella, pero en una sociedad que no conoce qué es vivir en un país sin
crisis permanente. El reto no es exclusivo de los partidos y de los dirigentes
políticos, el reto es de todos los ciudadanos, sin excepción pero nuestra
debilidad es que vaciaron el país de ciudadanía y nos convertimos sólo en
habitantes. No podemos construir ciudadanía sin debate y sin espacios de
encuentro entre ciudadanos y partidos. Hay elementos favorables para lograrlo,
pero debemos tener la sabiduría de aplicar el sentido común y la voluntariedad
de identificarlas y construir la Unidad en base a esos elementos.
Varias generaciones en un mismo país y una misma realidad que aún no se
concreta: superar la crisis y construir la democracia. Consigo en Mario Briceño
Iragorry una explicación a esto y mirando a mí hijo sólo entiendo que realmente
nuestro problema es nuestra crisis general de pueblo que nunca se resuelve y
que hoy nos hace ser habitantes y no ciudadanos.
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