El viernes 14 de febrero Sebastian de
la Nuez escribió y Tal Cual publicó el siguiente artículo, dadas la
circunstancias, pudiéramos teorizar que el periodista lee cuando menos la borra
del café, felicitamos al articulista y a continuación el artículo…
Ha vuelto El Dedo
SEBASTIÁN DE LA NUEZ 14/02/2013
El país debe estar harto de tanta
incertidumbre; no se sabe nada a ciencia cierta, y eso da lugar a
especulaciones. La guerra soterrada entre Nicolás Maduro y Diosdado Cabello
puede emerger en cualquier momento
Es noche cerrada en el litoral
central, 15 de abril del año 2013. Un espeso algodón de azúcar destila suspenso
sobre la orilla del mar y avanza hacia el monte cercano como una sombra
fantasmal. Son las 4:45 am, todo en calma chicha.
El reposo de Vargas, el reposo del
guerrero. Morfeo hace de las suyas en los edificios recién construidos de la
Gran Misión Vivienda; incluso los trabajadores del aeropuerto internacional de
Maiquetía se han quedado adormilados por la inactividad. Solo el radar se mueve
en el horizonte; solo la torre de control tiene luz. Y alguna que otra oficina
administrativa del aeropuerto. Quizás la puerta VIP se ilumina o parpadea, como
queriendo y no queriendo.
Desde los celajes una nave se acerca
sigilosamente, tomando una amplia curva para enfilar el aeropuerto. El avión no
hace ruido ni avisa de su presencia mediante las luces de navegación. No parece un potente jet sino más bien
un globo de ensayo. Es un Airbus A-319CJ de fuselaje originalmente blanco como
el caballo de Bolívar. Pero lo han pintado con rayas negras para disimularlo
sobre el fondo de la noche guaireña. Quien tuvo la idea, sin embargo, logró su
cometido a medias. En Catia La Mar, a esa hora, un borrachito sale de un bar
(siempre hay un borrachito saliendo de un bar, a cualquier hora) y grita:
“Miren, una cebra voladora”. Naturalmente, nadie le hace caso.
El avión es recibido apenas con un par
de luces de balizaje como señal de bienvenida. Una vez estacionado, una
ambulancia se acerca al aparato. Oficiales de alguna fuerza, vestidos también
como cebras, bajan una camilla conectada a bombas de oxígeno y a un monitor. Un
edecán, detrás, lleva un frasco de suero en alto. Todos, oficiales o no,
se apresuran en alguna dirección, pero tropiezan entre sí y arman gran
algarabía echándose la culpa unos a otros. Finalmente logran introducir la
camilla en la ambulancia.
La ambulancia sale disparada pero ha
quedado el edecán atrás, que la persigue corriendo, botella de suero en
mano.Hacia el mediodía, en Miraflores, todo está listo para una cadena. Nicolás
Maduro va y viene por los pasillos. Diosdado Cabello, rodilla en tierra, se
molesta porque alguien lo tropieza: Rafael Ramírez, atolondrado, siempre
andando por las alturas.
Las cámaras están dispuestas en el
salón Boyacá. Las luces se encienden. Ha llegado una comisión del Tribunal
Supremo de Justicia. Aparecen oficiales de alguna fuerza no identificada pero
que se dirigen entre ellos con un “oye tú”. Proceden a alzar la camilla antes
descrita. La colocan sobre la reluciente madera de la mesa rectangular.
La gente del TSJ hace su trabajo. Se
dan codazos unos a otros, de manera harto significativa. Todo está listo para
la transmisión, en vivo y directo, de una gran ceremonia. Suenan los acordes
del Himno Nacional.
Respeto absoluto, todo el mundo tieso
y con la mano en el pecho. Al terminar el Himno, el grupo voltea hacia la
camilla: ha emergido un dedo de entre las sábanas. Flacuchento pero enhiesto.
Todos, en el salón Ayacucho, están atentos. Acercan un micrófono pero el dedo
dice que no. Acercan una tablilla con un decreto adosado más una pluma fuente
pero el dedo vuelve a decir que no. El dedo comienza a señalar sin apuntar a
alguien en especial, o lo hace como a regañadientes, si es que un dedo es capaz
de hacer cualquier cosa a regañadientes. En todo caso, parece decantarse hacia
Maduro, quien pestañea y se sonroja; pero detrás de Maduro hay un general que
lo empuja levemente hacia un costado, y a su vez, detrás del general está
Cabello que empuja aun más levemente al general.
De modo que el dedo queda gravitando
en el medio y comienza a temblar. Vacila. Voltea. Se interroga a sí mismo. Es
un dedo sumamente acostumbrado a ensayar gestos. Describe una gran parábola
sobre los demás presentes en el salón: ministros, familiares, edecanes, médicos
cubanos, generales, más cubanos sin oficio conocido. El dedo se parece a
Dudamel dirigiendo una orquesta.
Todos se miran entre sí y comienzan a
darse pequeñas pataditas. Al comienzo son como tropezones casuales pero al cabo
de dos minutos es una batalla campal, con mordiscos y algún que otro arañazo a
cargo de la Fosforito. A José Vicente Rangel le pegan un zapatazo por la
frente. Giordani gime en una esquina. El dedo emergente vuelve a esconderse
bajo las sábanas, quizás horrorizado. Quietud total.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico