Editorial de analítica.com, 13/02/2013
Si queremos recuperar una verdadera democracia para nuestro país debemos
exigir no sólo un CNE independiente que refleje la real correlación de fuerzas
sino sacar a los cubanos del control del registro y de la identificación
nacional, no hacerlo es legitimar el disfraz democrático de uno de los más
férreos totalitarismos que subsisten en el planeta
El que no se haya
dado cuenta de que quien maneja los hilos en Venezuela es Cuba, o es sordo y
ciego, o no quiere ni ver ni oír. Se comporta como el avestruz que esconde la
cabeza bajo tierra cuando presiente el peligro.
Raúl Castro es un
estratega de largo alcance, es metódico y tiene paciencia y no es histriónico
como su hermano mayor. Su capacidad organizativa ha sido el factor fundamental
para mantener en equilibrio precario la isla después de que los soviéticos le
quitaron el oxígeno financiero. El controla las organizaciones más eficientes
cubanas como lo son las fuerzas armadas y el servicio de inteligencia al que
Brian Lattel, experto norteamericano en el tema, no dudó un instante en
calificar como uno de los mejores servicios de inteligencia y contra-inteligencia
a nivel mundial.
En nuestro país
quienes salvaron a Chávez y al régimen fueron los cubanos, cuando le sugirieron
la creación de las misiones en 2003. Luego en agradecimiento y en
reconocimiento, ya que sin ellos no era posible atornillarse en el poder, le
pagaron por sus servicios la impresionante cantidad de 150.000 barriles de
petróleo diarios y le cedieron las riendas del sistema de identificación
nacional, piedra angular para el control de todos los ciudadanos de nuestro
país.
Son muchos expertos
calificados quienes opinan, con argumentos sustentados, que el registro
electoral está inflado y que en realidad hay menos electores que la cifra
ofrecida por el CNE. Por alguna razón el máximo organismo electoral nunca ha
permitido una auditoría a fondo de todos los datos del RE, en la que debe
constar no sólo el nombre y apellido y número de cédula de identidad sino, lo
más importante, lugar donde habita el elector.
Es evidente que en
la época actual es necesario mantener un cierto grado de apariencia democrática
y por ello el régimen se vanagloria de haber realizado, casi todos los años
elecciones, pero ¿quién ha certificado la pulcritud del proceso? En cierta
medida la responsabilidad recae en una oposición organizada que no ha querido o
no ha podido ver que el verdadero rostro detrás del gobierno no es otro que el
del consumado totalitarismo cubano disfrazado de democracia electorera.
Si queremos
recuperar una verdadera democracia para nuestro país debemos exigir no sólo un
CNE independiente que refleje la real correlación de fuerzas sino sacar a los
cubanos del control del registro y de la identificación nacional, no hacerlo es
legitimar el disfraz democrático de uno de los más férreos totalitarismos que
subsisten en el planeta.
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