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sábado, 3 de agosto de 2013

Clase(s) media(s) y crecimiento económico.


Por Jesús Alexis González, 02/08/2013

La seguridad económica de un hogar (entendida como la mínima posibilidad de volver a la pobreza) es determinante en los movimientos de clase progresivos para propiciar algún tipo de ubicación dentro de las denominadas clases (capas), a la luz de la capacidad que se tenga para superar perturbaciones y así procurar una igualdad social por efecto de la movilidad social ascendente (cambios de clase social) apoyados en el impulso que les confiere el crecimiento económico nacional (aumento del ingreso per cápita promedio) apuntalado por la inversión doméstica (y no por el gasto público) con quien debe existir una íntima correlación, que le permita a las familias una disminución de la desigualdad al avanzar—luego de abandonar la indigencia-- desde la pobreza (aquella que permanecen sin cruzar el umbral de clase) hasta la clase media vulnerable (aquella con altas probabilidades de regresar a la pobreza), desde donde se le abren oportunidades para continuar su avance hasta ubicarse en la clase media baja, e inclusive—con alta dificultad y mucho esfuerzo—alcanzar la clase media-media para desde esa posición  iniciar el sueño de situarse en la clase media alta mediante acciones alejadas de antivalores. En tal contexto, el movimiento desde la vulnerabilidad hasta la clase media baja (y potencialmente la clase media-media) está altamente condicionado por el nivel educativo (años de escolaridad alcanzados) y muy especialmente por el logro educativo (puntuación en test estandarizados), en complemento con un empleo en el sector formal de la economía (los pobres y vulnerables experimentan autoempleo o desempleo); todo ello dentro del marco de un transparente contrato social-económico (¿cómo contribuyo con el Estado y qué recibo de él?) que equilibre la obligante atención—nunca exclusiva—hacia los indigentes, pobres y vulnerables, sin desatender a las clases medias ya que tal política puede inducir en dichas clases una desesperanza—¿para qué participar?—habida cuenta de percibir que su esfuerzo no se pondera y recompensa con justicia, y muy por el contrario son obligados a pagar por servicios públicos que muchos otros reciben gratuitamente, amparados en programas de redistribución y protección social sustentados en ayudas selectivas (monetarias, de vivienda y alimentación),  razón por la cual esas clases medias minimizan su participación ciudadana al extremo de actuar aisladamente, incluido el deseo por desvincularse del mencionado contrato social-económico. Vale preguntar: ¿ante tal panorama los pobres y vulnerables desearán  cambiar de clase?

Las clases medias urbanas pujantes están preparadas para crearse una mejor vida—y para luchar por un país de bienestar--; hecho  que se traduce en la necesidad de fortalecer sus ingresos y capacidad de compra—y aporte como capital humano—como condicionante para el comportamiento del PIB, habida cuenta que las principales actividades motoras del crecimiento económico basado en el consumo interno—en un sistema de mercado—son las construcciones, las manufacturas, la compra de vivienda, vehículos, vestidos, tecnología, entretenimiento y cultura; lo cual permite alcanzar una sociedad prospera, incluyente y antioligárquica. Tal aspiración se dificulta en Venezuela ante la distribución poblacional por estratos que presentaba—según nuestras estimaciones—en 2012: clase alta: 3,25% (949.000 personas); media alta y media: 17,25% (5.037.000 p); media baja y vulnerables: 36,3% (10.599.000 p); pobres: 30,5% (8.906.000 p) e indigentes: 11,7% (3.416.000 p). En definitiva, apreciamos que la movilidad social ha de responder a una articulación entre las clases medias y el resto de la sociedad a la luz de un enfoque “políticopartidista-técnico” con implícita reorientación ideológica, que facilite la participación ciudadana—desde sus distintos roles—en aras de armonizar con el Estado sus ofertas y demandas, en conjunto con la ruptura del “ostracismo” de las clases medias y con el “facilismo” de los vulnerables; haciendo valer la expresión: “Mejor un final terrible que un terror sin fin”.


Econ. Jesús Alexis González
@jagp611

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