Ramón Guillermo Aveledo agosto
10, 2013 9
A Macario Gonzàlez,
quien tan ùtil ha sido a la Unidad de los demócratas larenses:
Todo el mundo reclama la Unidad. Entre
quienes aspiran a un cambio en Venezuela, no hay quien no manifieste su
adhesión a esa causa. El prestigio del proyecto unitario, y aùn el de su
expresión concreta la Mesa de la Unidad Democràtica es grande y, de acuerdo a
reiteradas encuestas de opinión, incluso traspasa las filas de quienes son
críticos u opositores al actual gobierno. El reclamo popular de Unidad y la
inmensa esperanza que la alternativa democrática unida suscita, se expresa en
la votación obtenida por la tarjeta de la Unidad.
En octubre de 2012, casi sin
propaganda y sin ser el único modo de votar por Capriles, obtuvo uno de cada
tres votos emitidos por el gobernador mirandino. El 14 de abril, esa jornada
histórica cuya trascendencia todavía no medimos, la tarjeta de la Unidad se
constituyò en la màs votada en toda la historia de Venezuela en una elección.
Nunca la tarjeta del PSUV, por màs que se ufanaran sus voceros de la meta de
los diez millones, llegó hasta donde llegó el símbolo unitario de la manito.
Pero lograr eso, e ir construyendo la
alternativa para un cambio pacìfico, democrático, constitucional y electoral en
nuestro país, no ha sido un trabajo sencillo. Las dificultades de llevarlo
adelante vienen de nuestras propias debilidades y carencias, también de los
obstáculos que un gobierno superavitario en dinero y deficitario en escrúpulos
pone todos los días en su camino. Obsesionado por debilitarla y destruirla, no
ahorra cargas de su arsenal comunicacional y fiscal para intentar la intriga,
la corrupción, la desmoralización y la división. En eso, este gobierno que
pierde tanto tiempo en los menesteres ùtiles, no desperdicia un instante.
Finalmente, y no porque los menospreciemos que no es posible, están los
flechazos que desde los lados nos disparan la impaciencia, la envidia, la
demagogia. Pero aquí vamos. En marzo llegaremos, Dios mediante, a los cinco
años de haber iniciado este recorrido, en el cual tan valiosas fueron las
experiencias previas. La Mesa de la Unidad es la iniciativa màs duradera, màs
estable y màs exitosa de los sectores alternativos venezolanos. Esta semana
hemos concluido una tarea que siempre deja sinsabores y descontentos, como es
el tramo final de nuestra escogencia de candidatos a los cargos municipales de
elección popular. Los postulados a las alcaldías ya habían sido escogidos.
Por primarias la mayoría y una
proporción mucho menor por un método de acuerdos unitarios bastante exigente.
Para los nominados a los concejos municipales debimos acudir al acuerdo político
unitario, dada la incertidumbre de fechas por el manejo ventajista del
calendario. Siempre son màs los aspirantes que las plazas disponibles en listas
y circuitos. Creo que al final hemos logrado unas fòrmulas bastante
equilibradas, perfectibles desde luego. Pero su presentación, en los màs de
trescientos treinta municipios del país, es de por sì una prueba tremenda, y ha
sido superada.
Construir y mantener la Unidad todos
los días nos pide tolerancia, mutuo respeto, capacidad de diálogo, sincera vocación
de entendimiento, disposición a ceder. La Unidad no es para infalibles, ni para
soberbios. Asì como la democracia nos exige cotidiana humildad, porque se gana
y se pierde, se triunfa y se fracasa, la política unitaria, además de todo eso,
nos impone cotidianos ejercicios de convivencia y digestión de los desacuerdos.
No es fácil. Tampoco son muchos los que entienden la cantidad y calidad del
esfuerzo invertido en cada avance unitario. Pero si son, gracias a Dios,
muchísimos los que valoran lo que hacemos, desde su instinto cìvico, desde su
sentido comùn popular. No hay trofeo mayor que ese que recibe uno cada vez que
alguien le dice, en cualquier parte de Venezuela, “Gracias por lo que hacen por
nosotros, y por nuestra familia”.
Ramón Guillermo Aveledo
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